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La CEE prepara un plan para desarrollar la industria europea en el sector telemático

Soledad Gallego-Díaz

«Todas las opiniones concuerdan: la década de los años ochenta estará marcada por una nueva revolución tecnológica, la del sector de la informática y las telecomunicaciones. Europa no puede asistir impasible al desarrollo de las estrategias de Japón y Estados Unidos en este campo. Es la hora de actuar.» Así comienza el informe «La sociedad europea frente a las nuevas tecnologías de la informática» que los jefes de Gobierno de los nueve países miembros de la Comunidad Económica Europea (CEE) estudiaron en su última cumbre de Dublín y acordaron remitir al Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores, para que decida actuaciones concretas.

La preocupación de los Gobiernos comunitarios y de la Comisión Europea por el profundo desequilibrio que existe entre la informática japonesa y americana y la europea es evidente. Y no es para menos. En el campo de los ordenadores, por ejemplo, las empresas europeas no suponen más que el 16% del mercado mundial, frente al gigante americano IBM, que controla aproximadamente el 63 %.El punto de partida no puede ser más desfavorable para Europa. Los técnicos comunitarios se han fijado un objetivo muy ambicioso: lograr que la CEE, la industria europea, cubra a fines de los años ochenta un tercio del mercado mundial en el campo de la telemática. Es difícil -añaden-, pero no imposible, si se tiene en cuenta que más de un tercio de la clientela mundial en el sector de la informática y las telecomunicaciones procede de Europa.

Europa, un tercio de mercado

Según el informe mencionado, Europa supone la tercera parte del mercado mundial en equipos de comunicaciones, que representa aproximadamente unos 26.000 millones de unidades de cuenta europea (una UCE está más o menos a 92 pesetas) y que experimenta un crecimiento anual de cerca del 7%.

En el mercado de sistemas de informática las cifras son todavía más espectaculares: Europa supone cerca del 26% del total. Unos 53.000 millones de UCE, con un crecimiento anual del 17%. En el campo delos circuitos integrados, los europeos suponemos un 19% del mercado mundial, con cerca de 460.000 millones de pesetas. La tasa de crecimiento anual en el mercado de los circuitos casi marea: un 25%.

Es aquí precisamente, en el sector de los circuitos integrados, donde se pone de relieve con mayor claridad la dependencia del viejo continente: importamos cerca del 80%. «Conviene preguntarse», dice el informe de la CEE, «si este mercado indígena en pleno crecimiento será aprovisionado fundamentalmente por industrias extraeuropeas o si las empresas europeas podrán llevarse la parte del león. »

En una etapa de crisis económica, los ojos de todos los Gobiernos europeos se vuelven hacia un sector, la telemática, que ofrece una tasa de crecimiento medio del 15%. «La rapidez y la habilidad con que las nuevas tecnologías entran en funcionamíento», añaden los especialistas, «juegan un papel primordial en el desarrollo de toda la sociedad moderna, en la eficacia y la productividad de su industria y servicios y, elemento particularmente importante, en la posición que ocupa y su influencia en el piano mundial. »

Normas europeas unificadasLa Comisión no propone a los Estados miembros de la CEE la creación de un presupuesto especial -no están los ánimos para ello-, pero sí la adopción de una serie de medidas que permitan a la industria europea de la telemática, más sólida en el sector de la telecomunicación y la preinformática que en el de los ordenadores o los circuitos, beneficarse de condiciones semejantes a las que disfrutan sus competidores no europeos. «Europa no ha jugado aún su principal carta: considerar el ámbito continental.» En efecto, la CEE propone a los Estados miembros la creación de un auténtico mercado común homogéneo en equipos y servicios telemáticos.

Antes de 1983, las administraciones de telecomunicación de los nueve -o los doce, si para entonces España, Grecia y Portugal ya han firmado su adhesión- introducirían servicios comunes armonizados y no comprarían equipos que no se ajustaran a las normas fijadas de común acuerdo. Se trata, en definitiva», señala el informe, «de hacer saltar cerrojos que impiden que el mercado se abra: acabar con monopolios nacionales, con normas dispares que impiden que las máquinas europeas hablen fácilmente entre ellas. De hacer saltar también cerrojos sociológicos que impiden la renovación.

Sin duda, uno de los cerrojos sociológicos reside en el temor de que una revolución informática repercuta duramente sobre el empleo, ya bastante castigado en los últimos años a consecuencia, de la crisis económica

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