Moderación y ausencia de euforia en los vencedores de las elecciones legislativas portuguesas
Mientras Alianza Democrática se prepara a asumir el Gobierno y los socialistas se instalan en la oposición, Lisboa ha recuperado ya su rostro habitual. De la campaña electoral para las municipales, que se inició ayer, hay todavía pocas señales visibles en las calles de la capital portuguesa. Tampoco se siente la algarabía que acompaña los grandes cambios políticos: la euforia de los partidarios de Alianza Democrática ha sido relativamente discreta y afectó a una parte muy reducida de la población.
Para los Estados mayores políticos, la hora es de balance y de preparación para la fase más próxima de la vida política: unos meses, hasta las elecciones de septiembre-octubre de 1980, en que Alianza Democrática será llamada a asumir la dirección política del país.El Partido Social Demócrata ha convocado, para el próximo viernes, su consejo nacional, que encargará a Francisco Sa Carneiro formar Gobierno. El presidente del Partido Social Demócrata ha anunciado ya su intención de dedicar toda su actividad a las funciones gobernativas, y de encargar a otra personalidad dirigir interinamente el partido. En cambio, rehusó hacer el menor comentario acerca de la composición del futuro ejecutivo, limitándose a precisar qué criterios de competencias prevalecerán sobre cualquier consideración política a la hora de escoger los titulares de las distintas carteras ministeriales. Esto no debe impedir, al menos a nivel de las secretarías de Estado, una preocupación por distribuir los cargos entre los aliados de la coalición.
Ribeiro Teles, presidente del Partido Popular Monárquico, que dispone ahora de un grupo de cinco diputados, recordaba que Alianza Democrática, como frente electoral que es, dejó «formalmente de existir», dejando prever nuevos acuerdos de ámbito parlamentario.
El portavoz de los reformadores -ellos también con cinco escaños- se apresuró a declarar que sus colegas iban a dedicar su acción al Parlamento, no solicitando puestos en el Gobierno. Medeiros Ferreira piensa en las elecciones legislativas de 1980 y en la. necesidad de activar la creación de un gran «bloque centrista y reformador». En su opinión, la derrota sufrida por la actual dirección del Partido Socialista y su política de alianzas errónea debería facilitar este objetivo.
A la izquierda, socialistas y comunistas hacen también sus balances. El secretariado del Partido Socialista ha sido el primero en reaccionar oficialmente, para responder a lo más urgente: galvanizar a los militantes, cortar de raíz toda actitud derrotista en vista a la batalla para las elecciones municipales. Estas, naturalmente, tienen un ámbito y un peso relativo muy diferente de las legislativas, pero, además de permitir aún una cierta corrección de la correlación de fuerzas, van a tener sobre todo una enorme importancia psicológica cara al futuro a medio plazo. Hay que dar credibilidad a la afirmación de que «en democracia, perder una batalla no significa perder una guerra».
La dirección del PS está convencida de que el tiempo en la oposición, y las dificultades que esperan al futuro Gobierno puede permitirle todavía invertir la tendencia en 1980, pero para ello es imprescindible mantener y desarrollar la organización del partido, evitar las tendencias disgregadoras y rechazar las presiones centrífugas.
Precaución de los vencedores
El editorial del diario socialista Portugal Hoje recordaba ayer a la coalición de derecha que es mayoritaria en el Parlamento, pero no en número de sufragios, y que sus poderes son limitados en materia de cambio: hasta 1980, no se puede tocar la Constitución. El ex ministro socialista de Finanzas y actual vicegobernador del Banco de Portugal auguraba ya el lunes que el Gobierno Sa Carneiro sería un mal Gobierno, en términos económicos, condenado a tener los mismos avatares que el Gobierno conservador británico. La satisfacción de las promesas electorales, en términos de reducción de los impuestos y de aumento y pago inmediato de las indemnizaciones debidas a la expropiación, van a provocar, en opinión de Víctor Constancio, un nuevo aumento de la inflación, la agravación del desequilibrio presupuestario y un recrudecimiento de los conflictos laborales.
Las fuerzas vencedoras pueden atribuir al despecho estas sombrías previsiones, pero no faltan, entre los sectores de opinión que apoyaron sin disimulo a Alianza Democrática, las voces de alerta.
En su editorial de ayer, el Primeiro de Janeiro, diario de Oporto, que expresa puntos de vista próximos al CDS, advertía contra la tentación de la euforia. La victoria ha sido alcanzada, pero por un margen tan estrecho que exige, antes que nada, prudencia, ponderación y reflexión.
El estatizado Diario de Noticias, de Lisboa, cuyo director pertenece al grupo reformador, no se expresaba de manera diferente, recordando sobre todo la existencia de «fuertes tensiones sociales» y llamando a la reflexión sobre el fuerte aumento de los comunistas, más acentuado aún en el Norte conservador. El editorialista recomienda el cuidado de «ampliar las zonas de convergencia democrática», «resistiendo a la tentación de tratar a la oposición como un bloque monolítico».
A Tarde, que transmite las posiciones del PSD, se dirigía especialmente al Partido Socialista, recordando que le compete ahora, «como mayor partido de oposición», una función no menos importante que al Gobierno en defensa del sistema.
Moderación, pues, y gran prudencia cara al futuro inmediato por parte de vencedores y vencidos, sin excluir a los comunistas, que se fimitan a hacer acto de oposición al futuro Gobierno, sin gesticulación amenazadora. De hecho, las grandes formaciones se preparan ya pata la campaña electoral del año que viene. Este hecho, previsible por efecto del calendario electoral, sale reforzado de la corta mayoría de que dispone la coalición de derecha. Es vital para ésta no dejar que se apague el aparato electoralista, para poder alargar un poco más la distancia que le separa de la izquierda. Para ésta, a su vez, la suerte del próximo escrutinio depende de su éxito en presentar los resultados del domingo pasado tan sólo como una «lección», un ensayo general para el comicio de 1980.
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