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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

TVE: temores de futuro

LA APROBACION por el Senado, con algunas enmiendas no decisivas, del Estatuto de RTVE aproxima un poco más la fecha de entrada en vigor de la norma que hará posible -aunque sólo posible el saneamiento y la dignificación de esa gran vergüenza nacional que es Televisión Española. Ahora queda que el Congreso se pronuncie de nuevo, y esta vez de manera definitiva, sobre el texto, aceptando o rechazando las alteraciones propuestas por la Cámara alta. Cabe esperar que la norma quede promulgada antes de que concluya el primer trimestre de 1980, y ya dice el refrán que más vale tarde que nunca.Es comentario común la suposición de que sin el monopolio gubernamental y el secuestro de la televisión por el ejecutivo, la reforma política y, muy especialmente, los resultados electorales de junio de 1977 y marzo de 1979 pudieron haber tenido un signo diferente. Desgraciadamente, la actitud tradicional de los partidos de la oposición da pie a los temores ciudadanos de que los pactos de la clase política giren en este caso exclusivamente en tomo a las repercusiones electorales de la televisión sobre una sociedad unidimensionalmente entendida como una cofradía de votantes.

Si siguen siendo criterios electorales y partidistas los que imperan en el momento en que el Parlamento designe a los miembros del consejo de administración, el Gobierno, proponga al nuevo director general y se establezcan las grandes líneas de organización y programación del medio, podemos pasar, si nos descuidamos, del purgatorio de la Televisión de UCD al limbo de la vaciedad, fruto de la acción de las fuerzas de los grandes partidos, que se contrarrestan mutuamente. A efectos electorales es, sin duda, preferible una televisión neutralizada -o- hasta vacía- que otra partidista. Pero ni la vida política se reduce a las contiendas electorales, ni la dimensión pública de los ciudadanos se agota con el ejercicio del derecho de voto. Por eso, la salud moral, el desarrollo cultural y la administración del ocio de una sociedad no pueden ser sacrificados a los objetivos parciales y corporativos de los profesionales de la conservación o de la conquista del poder.

No es imposible por eso que un eventual consenso entre centristas y socialistas para nombrar a los miembros del consejo de administración pudiera descansar en el sobreentendido de una televisión emasculada, dócil a las consignas de los partidos y preocupada por no disgustar a nadie, Si tal enfoque prospera, la máxima preferida de la nueva Televisión sería aquella de que el silencio es oro. Entre los problemas internos que los partidos fieles al dicho de que la ropa sucia se lava en casa consideran necesario ocultar a sus electores y las cosas que un grupo pueda estimar como «publicidad oculta de sus adversarios, la pantalla correría el riesgo de quedar vacía a la hora de los informativos o repleta de noticias insulsas y de la propaganda de todos. En esta época de subordinación de la cultura y de las manifestaciones sociales a la óptica deformante y recelosa de las direcciones de los partidos políticos no cabe tampoco desechar la posibilidad de que los mismos criterios desconfiados y la misma voluntad de empate fueran aplicados al resto de la programación.

Quizá se piense que decir todo esto es poner el parche antes que la herida; pero merece la pena apuntar los peligros de una compulsiva politización del nuevo diseño de Televisión. El tiempo y las decisiones del Parlamento y del Gobierno se encargarán de confirmar o desvanecer estos recursos.

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