Doscientos cincuenta y siete muertos al estrellarse un DC-10 en la Antártida
Un avión de pasajeros DC-10 de las líneas aéreas de Nueva Zelanda, se estrelló ayer en la Antártida, mientras efectuaba un vuelo turístico. En el accidente han perecido la totalidad del pasaje y la tripulación, 257 personas en total.
El siniestro, primero que se produce en el continente helado, es el más grave sufrido por una aeronave neozelandesa. Sus causas permanecen confusas. El avión no envió ningún mensaje de socorro ni señal de alarma alguna, según dijo el portavoz de la compañía en la capital neozelandesa de Auckland.
Las primeras versiones han sido las proporcionadas por los helicópteros de rescate de las bases antárticas de Nueva Zelanda y Estados Unidos. Parece que la aeronave perdió altura sin explicación aparente y se estrelló contra una ladera del volcán Arebus, de 3.700 metros de altura.
Los aviones de reconocimiento de las bases de Deimient y McMurdo informan que no hay rastro de supervivientes y que el DC-10 se incendió después del choque. Lo desolado del paraje hace imposible por el momento la llegada de equipos de socorro por tierra.
El vuelo turístico se había iniciado a las ocho y media de la mañana en el aeropuerto de Auckland, al norte de Nueva Zelanda, y tenía previsto su aterrizaje en Christchurch, al sur de la isla, en el Pacífico, once hora después. La inexistencia en la Antártida de pistas de aterrizaje que puedan soportar el gran peso de las DC-10, hacia que este vuelo turístico, que se efectuaba desde hace tres años, no tuviese escalas
No se ha proporcionado la identidad de las víctimas del accidente, el tercero en importancia desde que comenzaron a volar los DC-10, pero se sabe que la gran mayoría de los viajeros eran neozelandeses. Japoneses, norteamericanos, australianos y británicos componían el resto del pasaje. Ha sido desmentida la presencia en el vuelo de sir Edmund Hillary, el conquistador del Everest, al que se citaba inicialmente como una de las víctimas de la catástrofe.
La base norteamericana de McMurdo, la más próxima a la zona del accidente, no recibió ninguna llamada de los pilotos del DC-10. Aunque sus pistas de cuatro kilómetros, construidas sobre hielo, no pueden recibir habitualmente a estas grandes aeronaves de más de 150.000 kilos de peso a plena carga, en caso de emergencia un avión con sus depósitos vacíos de combustible puede tomar tierra en ellas.
La ausencia de comunicación por radio es sólo una de las incógnitas de este nuevo accidente de un DC-10. Otras son la aparente y súbita pérdida de combustible, citada por fuentes norteamericanas, y el hecho de que un aparato con un techo de crucero de más de 10.000 metros haya ido a estrellarse contra una montaña de menos de 4.000, cuando se hallaba a la mitad de su viaje.
Equipos de rescate neozelandeses han salido del puerto de Christchurch.
El todavía inexplicable siniestro de la Antártida, es el primero sufrido por las líneas aéreas neozelandesas, que efectuaban regularmente este vuelo turístico desde hace tres años. Para la compañía norteamericana McDonnell Douglas, fabricante del aparato, esta es la cuarta catástrofe sufrida por uno de sus DC-10 en cinco años.
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