Los obispos y el divorcio
«Se esperaba con el lógico interés la torna de postura de los obispos sobre el tema del divorcio -que tanto preocupa a la sociedad española como muestra sobradamente el bombardeo de «cartas al director» que cada día recibimos-, y éste ha venido en parte a confirmar lo que se calculaba y en parte a desconcertar a los prortosticadores.Ha confirmado los cálculos la postura de fondo Adoptada por los obispos y ha sorprendido tanto la unanimidad que los prelados han conseguido en la votación del tema como el acentuarse en el texto de los aspectos restrictivos o preocu pados ( ... )
Entendemos el que los obispos no hayan querido pasar a la Historia como «garantizadores» o «autorizadores» de una decisión evidentemente delicada; aun cuando el mismo documento parezca sugerir que los obispos la ven o la temen como inevitable en la vida civil.
Pero también entendemos el desconcierto que estos días se respira en los ambientes «aperturistas» del Gobierno. En ellos se tiene la impresión de que los obispos, que no cierran la puerta de esa posible ley, pero que sí la entrecierran, han querido «pasarles el toro» a los gobernantes, y que, además, para seguir la metáfora, «se lo han dejado en tablas y en situación casi ilidiable». Incluso muchos se preguntan si los obispos no terminarán consiguiendo lo contrario de lo que se proponen: que, fracasados los restringidos proyectos del Gobierno, termine, antes o después, por imponerse el «divorcio consensual» que media España propugna a través de sus representantes. Desgraciadamente, junto a ese ideal de que la legislación coincida plenamente con el orden moral que los obispos señalan, existe esa otra réalidad del bien posible que en cada momento miden las fuerzas políticas en juego.
Equilibrar estas dos realidades es lo que los obispos dejan en mano de los gobernantes entre los que, quienes son católicos, probablemente hubieran preferido una puerta o completamente abierta o completamente cerrada. Decidir es aún más difícil que orientar.»
, 27 de noviembre
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