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Reportaje:

Argelia conmemora hoy el 25º aniversario de su revolución independentista

A las cero horas del día 1 de noviembre de 1954 se desencadenó la insurrección armada argelina, considerada como el inicio de la revolución que condujo a la independencia ocho años después. En un contexto dominado por la crisis económica y las perspectivas de importantes reajustes en el modelo económico, el régimen argelino celebra hoy solemnemente este 25º aniversario del comienzo de la lucha armada. Más de veinte jefes de Estado tienen prevista su asistencia a los actos conmemorativos, marcados por un desfile popular y militar, el primero que se celebra en los últimos doce años. Sobre el nacimiento de la revolución argelina y la evolución de su régimen informa nuestro corresponsal en Argel, Manuel Ostos.

El 1 de noviembre de 1954 los principios de la guerrilla y la estrategia revolucionaria fueron aplicados, por primera vez, en Argelia. La insurrección nació en las montañas del Aures y suscitó un considerable impacto psicológico en la población argelina.A las cero horas de ese día, los grupos armados del Comité Revolucionario de Unidad y Acción (CRUA) pasaron a la acción a través de casi todo el territorio argelino. En cuarenta puntos del mismo, Aurés, Constantina, Batna, Kabilia, Orán y Argel, se llevaron a cabo atentados y sabotajes. Cuatro días más tarde, el Ejército francés se vio forzado a emplear una parte de sus fuerzas blindadas y enviar los primeros paracaidistas sobre la gran Kabilia. A fines de noviembre, la Administración francesa declaró haber detenido a 12.000 «terroristas».

Horas antes de haber desatado la insurrección, el Frente de Liberación Nacional (FLN) lanzó, desde El Cairo, una primera proclama, en la que planteó tres reivindicaciones:

-El reconocimiento de la nacionalidad argelina por medio de una declaración oficial que eliminara los decretos y edictos que convertían a Argelia en tierra francesa.

- La apertura de negociaciones sobre la base del reconocimiento de la soberanía argelina, una e indivisible.

- La creación de un «clima de confianza» que permitiera la liberación de todos los detenidos y la anulación de las medidas de excepción dictadas por la Administración gala.

En contrapartida, el manifiesto del FLN prometió respetar los intereses franceses culturales y económicos, las personas de esa nacionalidad y definir los nuevos lazos entre Francia y Argelia.

A ese manifiesto, el presidente francés, Mendes France, respondió mediante una declaración pronunciada en el Parlamento de París, en la que subrayó el carácter «genuinamente francés» de las regiones argelinas y afirmó que ni su Gobierno, ni los que le sucedieran «no cederán sobre el principio de la naturaleza fundamentalmente francesa de Argelia». El ministro del Interior de la época, un tal François Mitterrand, añadió: «La única negociación posible es la guerra. Argelia es Francia y Francia es Argelia ... »

La pasión por el poder y el oportunismo de las figuras políticas que dirigían el Movimiento de los Trabajadores por la Libertad y la Democracia (MTLD), la principal organización política argelina de la época, dirigida por el líder religioso Messali Hadj, desembocaron en un profundo sectarismo en su seno y en el de agravado por sus divisiones internas y dentro de un clima permanente de rivalidades e intrigas.

El 5 de noviembre, el MTLD fue disuelto y París adoptó una serie de disposiciones militares que elevaron los efectivos de su Ejército en Argelia de 56.000 a 84.000 hombres.

El socialismo argelino

Las fuerzas francesas no lograron, sin embargo, destruir los pequeños grupos armados del FLN instalados en el Aurés y las montañas de Nementcha, y un año después, durante la conferencia de Bandung, que dio carta de nacimiento al no-alineamiento, el FLN fue invitado oficialmente como observador, mientras se pidió a Francia que concediese la independencia a su colonia.La opción en favor de un socialismo específico adaptado a las condiciones del mundo árabe y de Argelia data de los primeros años de la insurrección, impregnado de un nacionalismo que «debía profundizarse ideológicamente», según señaló posteriormente la «Carta Nacional», el documento programático de la revolución argelina.

En 1966, un año después del «reajuste histórico» que marcó la caída del presidente Ahmed Ben Bella, su sucesor, Huari Bumedian, cuestionó, a través de la enumeración de los «errores» atribuidos al primer presidente de la Argelia independiente, el carácter «realmente socialista» del régimen «benbellista».

Tildado de «puro demagogo» por Bumedian, el socialismo de Ben Bella fue acusado de «dar una visión una vez castrista, otra soviético, otra argelino y otra islámico ... », lejos, en opinión de Bumedian, de constituir el «conjunto de medidas y leyes que transformaran la geografía y la existencia de los argelinos».

Esas medidas llegaron ese mismo año: nacionalización de los bancos, de las minas, industrias y compañías de seguros. Todos los sectores en manos extranjeras fueron recuperados. El Código Comunal, promulgado en 1966, definió las formas de participación popular en la gestión socialista y fue instituida la Asamblea Popular.

En 1971, el Gobierno argelino promulgó dos textos especiales: la Carta de la Revolución Agraria y la Carta de Gestión Socialista en las Empresas. Ese mismo año, Argelia accedió al control mayoritario de la producción de hidrocarburos.

El actual régimen argelino está marcado por la preeminencia del Partido Unico sobre el resto de las instituciones. Su presidente, Chadli Bendjedid, un hombre que procede de las filas del Ejército, encabeza un buró político de diecisiete personas, al que incumbe la dirección de los asuntos del país. Una dosificación cuidada de las representaciones de los diferentes sectores de poder y regionales, con una preeminencia notoria para las Fuerzas Armadas, sitúa el abanico social de esta instancia.

La definición de las líneas de base del «poder compartido» ha contribuido a situar la frontera que divide a políticos y tecnócratas. La Constitución ha sido reformada con el fin de introducir los cambios aprobados por el comité central, en el sentido de condicionar el nuevo esquema de poder. Por su parte, el FLN se ha dotado de una serie de comisiones centrales, presididas en su gran parte por los miembros del buró político y encargadas de definir orientaciones al ejecutivo gubernamental.

Para el observador extranjero, tal vez sea el aspecto de mayor impacto el visible deseo del régimen de liberalizar paulatinamente sus estructuras. En una primera instancia se ha puesto el acento sobre el mejoramiento de las condiciones de vida de los argelinos y se ha flexibilizado el desplazamiento de individuos al exterior del país.

La meta que el régimen se ha asignado es la recuperación total y reinserción de su emigración en el extranjero, en los circuitos económicos del país, pero esta ambición es harto costosa y dificil de poder ser realizada a corto plazo.

Queda, como otro aspecto que demuestra los límites de la liberalización, el penoso caso de Ahmed Ben Bella, liberado teóricamente tras quince años de detención y asignado, en realidad, a residencia vigilada en la pequeña población de M'Sil M'Sila, a unos trescientos kilómetros de Argel,

Diversos síntomas indican que, con motivo de este aniversario, el régimen argelino se dispone a dar prueba definitiva de clemencia. Ben Bella sería autorizado en los días próximos a emprender una peregrinación a la ciudad santa de La Meca, circunstancia que él mismo habría solicitado. Su viaje terminaría con el halo de dramatismo que pueda existir en torno a esta conmemoración, y sería apreciada por el pueblo argelino.

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