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Diversas unidades de la VII Flota norteamericana navegan hacia Corea del Sur

Mientras el portaaviones norteamericano Kittyhawk, escoltado por un centenar de cazas y siete buques de guerra equipados con misiles, se dirige a Corea, a través del mar de China oriental, la calma en Seúl es total, si bien se mantiene el estado de alarma tras la muerte del presidente Park Chung, Hee víctima de un complot del director de la Central de Inteligencia coreana (CIA), según se anunció oficialmente ayer en Corea del Sur. Entre tanto, las advertencias a Corea del Norte se suceden, tanto por parte surcoreana como por responsables de la Administración estadounidense.

La calma es completa en Seúl, patrullada, eso sí, por soldados que siguen órdenes de las autoridades civiles y militares, que se esfuerzan, a través de la radio y la televisión, en pedir al pueblo calma y el respeto a la ley marcial impuesta en todo el país.Asimismo, el Gobierno surcoreano anunció ayer que el difunto presidente Park fue víctima de un complot del ex director de la CIA surcoreana Kim Jae Kyu, autor de los disparos que dieron muerte al presidente y su ayudante.

Según el coronel Chon Du Huan, encargado de la investigación, otros cinco agentes de la CIA se encargaron de matar a cuatro guardaespaldas de Park y herían de gravedad a un quinto.

Al parecer, el ex director de la CIA surcoreana temía caer en desgracia. Kim mató de tres disparos al presidente Park y al jefe de su guardia personal, Cha Chi Shul, con un revólver Smith & Weson, mientras que sus agentes emplearon contra los cinco guardias revólveres y rifles M-16.

Mientras Corea del Sur vive unos días de luto, hasta que se lleve a efecto la inhumación del cadáver de Park, el próximo 3 de noviembre, la Administración norteamericana redobla su vigilancia en territorio surcoreano y las aguas circundantes. El secretario de Defensa, Harold Brown, manifestó ayer que el Pentágono ha destacado ya a Corea del Sur dos aviones provistos de un modernísimo sistema de alerta capaz de detectar cualquier movimiento sospechoso a 320 kilómetros de distancia.

En este sentido, las unidades navales americanas entre Japón y Corea han recibido órdenes de acercarse a las costas de este último país, en tanto que las fuerzas estadounidenses acantonadas regularmente en territorio surcoreano (38.000 hombres) permanecen en estado de alerta. Brown manifestó sin ambages que todo este movimiento de tropas «trata de impedir un posible ataque por sorpresa de Corea del Norte».

Aparte de la alerta de sus tropas en Corea del Sur y las unidades de Japón, Brown dio órdenes precisas para que se encaminara a Corea el portaaviones de la VII Flota, Kittyhawk, para «eliminar injerencias exteriores o aventurismos», según las propias palabras del secretario de Defensa.

En Tokio se aseguraba ayer que, a bordo del Kittyhawk se encuentra el comandante de la fuerza de ataque de la VII Flota, contraalmirante Robert E. Kirksey. Mientras el comandante supremo de la flota, Silvester Robert Foley, navegaría a bordo del buque insignia Blue Ridge.

Choi Kyu Hah se reunió en la tarde del pasado domingo con los ministros de Defensa, Interior y de Asuntos Exteriores para analizar la situación y comprobar que «todo está en orden y que se restableció la normalidad», tras anunciarse que en ningún momento hubo un intento de golpe de Estado, ni por parte de la CIA surcoreana, ni de unidades del Ejército.

Tregua política

Una tregua política reina también en Corea del Sur. En Pusan, la segunda ciudad en importancia del Estado surcoreano, bajo la ley marcial desde el 17 de octubre último, a raíz de los desórdenes estudiantiles, la calma también era total, como en el resto del país. Una calma impaciente ante un porvenir en ningún caso claro.

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