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Reportaje:

Más de 600.000 semianalfabetos en Madrid

Todas las tardes, se siete a ocho, y desde hace un año, Isabel González Vargas, de 32 años, casada y con tres hijos, asiste a unas clases particulares de alfabetización en Palomeras Altas. En este tiempo ha aprendido a leer, a firmar y a esbozar algunas palabras. Ella quiere seguir las clases «hasta que alcance un nivel suficiente para no tener que avergonzarme ante mis hijos». El caso de Isabel no es un hecho aislado. Según datos del Gabinete de Estudios y Asesoramiento (GEA),en la provincia de Madrid hay 91.111 personas totalmente analfabetas, y 1.641.440 que sólo saben leer y poco más que firmar. De ellas, son muy pocas las que intentan superar la barrera cultural que supone su analfabetismo. El pasado año, algo más de 10.000 asistieron a clases de alfabetización de adultos.

Este bajo número puede tener su origen en la falta de interés de las personas necesitadas de enseñanza, pero contribuye a ello la falta de medios existentes para que el analfabeto adulto adquiera una mayor preparación.«Aquí, en Paloneras, es muy difícil encontrar una escuela en la que se impartan clases para adultos», explica Isabel, «y más en una situación como la mía. Al principio tuve que luchar incluso con mi marido para poder ir a clase. El decía que para qué quería yo saber leer y escribir, que con lo que sabía tenía suficiente. Me enteré de que unas chicas del barrio, que estudian Filosofía, daban clases por un precio razonable, y siempre que puedo voy una hora a su casa.»

Curiosamente, el método de las clases particulares suele ser utilizado por muchas personas analfabetas cuya edad está alrededor de la treintena y cuya situación económica, aun siendo baja, es de cierta holgura. «Yo soy la mayor de siete hermanos. Nos vinimos de Jaén cuando yo tenía ocho años y mi familia era muy pobre. Aquí nunca fui a la escuela. Desde muy pequeña empecé a trabajar y hasta el año pasado no me animé,»

Ocho centros de adultos

Las posibilidades que las autoridades centrales y locales han arbitrado para paliar el problema de los analfabetos parecen ser insuficientes. Para el millón largo de personas necesitadas de clases para adultos, Madrid solamente dispone de ocho centros cívico-sociales, en los que hay un total de dieciocho profesores, que dan clases gratuitas a unos seiscientos alumnos. El resto, algunos van a clases particulares, y la gran mayoría no va a ningún sitio.Según datos recogidos por GEA, prácticamente todas las personas que no saben leer y escribir viven, en el caso de Madrid, en los barrios periféricos. «Es un problema», explica Rosario Rubio, de OEA, «que no se puede desligar de temas como el de la vivienda y la falta de servicios. Si reprodujéramos en un mapa las zonas de Madrid en las que viven estas personas analfabetas veríamos que el centro quedaría despejado de este problema y que todos los barrios periféricos quedarían señalados.»

La procedencia social de estas gentes suele ser la misma. Casi todos son inmigrantes, andaluces y extremeños en su mayoría, que llegaron a Madrid muy jóvenes y que, por su nivel económico, tuvieron que ponerse a trabajar en cualquier cosa. Algunos tuvieron que robar horas de sueño para aprender a leer y escribir, pero otros no pudieron siquiera llegar a ese nivel.

Entre los datos recogidos por GEA se ve claramente que hay muchas más mujeres que hombres tanto en el nivel de analfabetización total como en el caso de los que saben algo más que garabatear su nombre.

Puede que este dato se deba a que muchas familias preferían gastar el poco dinero que tuvieran en llevar a la escuela a los chicos. «Nosotros somos cinco hermanas y dos hermanos», dice Isabel González; «las pequeñas sí han ido a la escuela primaria, pero mis padres se esforzaron hasta lo imposible para que mis dos hermanos estudiasen algo más. El segundo hizo bachiller elemental y todo; en cambio, ninguna de las niñas pasó de la primaria, aunque ahora alguna dedica parte de su tiempo libre a ampliar estudios.»

De la cifra global de personas que asisten a clases de alfabetización, son también más las mujeres que se animan a asistir que los hombres. A las clases de educación permanente de adultos de los centros sociales pueden acudir personas de ambos sexos, pero las mujeres lo hacen en número superior al de los hombres. Curiosamente, éstos empiezan a ir a una edad más avanzada que las mujeres. Hay alumnos de más de cincuenta años que asisten todos los días a clase, mientras que las mujeres se deciden a ir a unas edades inferiores.

«Yo no sabía nada de leer ni escribir», cuenta Josefa García, de 63 años. «Empecé a saber un poquito hace unos diez años, en un programa que hacían en Televisión. Aprendí a leer revistas y periódicos, pero a escribir estoy aprendiendo ahora, y para mí lo más importante es no tener que pedir ayuda cuando tango que rellenar un papel y poner mi firma en vez de colocar el dedo.»

Son muchas las personas jóvenes, menores de veinte años, que asisten a clases nocturnas para poder aspirar a un trabajo mejor. Hace sólo unos días, cuando el centro de Entrevías no funcionaba porque el Ministerio no contrataba a los profesores, uno de los miembros de la coordinadora de entidades vecinales que lleva el centro, Alberto Angulo, aseguraba que «son muchos los adultos en paro y los jóvenes que vienen a las clases. Quieren mejorar el trabajo o, simplemente, tener la posibilidad de aprender. Si no llegan los profesores, ¿qué quieren que haga esta gente? Algunos se verán frustrados en su intento de superarse, pero otros, los más jóvenes, pueden pasar a engrosar las ya largas listas de delincuentes juveniles».

Falta de profesorado

Dentro de unos días, todos estos problemas van a ser objeto de debate en una serie de actos organizados por la Fundación Benéfico Social Hogar del Empleado. Allí, los responsables de los centros de Educación Permanente para Adultos (EPAS) analizarán la situación en que se encuentra cada uno de los centros y los problemas generales con que tienen que enfrentarse.El primero es la insuficiencia de centros y la mala situación en que ¿stos se encuentran. Este mismo curso las clases han empezado con un notable retraso. Los ocho centros de Madrid han iniciado las clases esta misma semana, porque hasta ahora el profesorado seguía sin estar contratado. Encierros y manifestaciones han sido actos de protesta constantes tanto de alumnos como de profesores. Problemas burocráticos impedían, al parecer, que los profesores que el año pasado trabajaron en estos centros fueron contratados este año. Se daba la circunstancia de que eran precisamente esos profesores los que los alumnos habían elegido. «Por ser personas de nuestros propios barrios», expusieron un grupo de alumnos al delegado provincial de Cultura, «y comprender nuestra situación, preferimos que sean ellos los que se encarguen de nuestra alfabetización. No es solamente un problema de cultura, sino que la Administración tiene que valorar lo importante que es, en un tenia de esta envergadura, el que nuesiros profesores sean vecinos del barrio y que conozcan nuestros problemas.»

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