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Reportaje:

El paro provoca un aumento de la mendicidad

Epifanio Capilla, 49 años, soltero y sin hijos, lleva tres meses mendigando la caridad pública en las escaleras del Metro de Alonso Martínez para poder comer. Aunque la palabra mendigar no está bien vista por las autoridades económicas, que ya hace muchos años quisieron borrarla de la realidad socioeconómica del país a golpe de decreto, el cartel que Epifanio Capilla ha pegado a la pared de la estación con papel cello devuelve de nuevo la realidad al lugar que le corresponde: «Si no mendigo, no como».El paro no alcanza sólo directamente a las familias afectadas. Las múltiples crisis económicas familiares repercuten en el comercio, la enseñanza, los espectáculos. En los barrios más viejos de Madrid, donde los vecinos, tenderos y clientes se conocen de toda la vida y hay menos renuncia a mostrar las desventuras personales, se vuelve al sistema de la cuenta abierta, en desuso hace ya muchos años. La cliente, por lo general, adquirirá su kilo de filetes, o lo que sea, y el carnicero lo apuntará en un papel cualquiera, a la espera de los últimos días del mes. La cuenta irá engrosando con las adquisiciones diarias y se cancelará de una vez, si se puede, cuando en la fecha indicada el marido cobre el subsidio de paro, si se encuentra entre el 50% de parados protegidos, no demasiado bien, por el Instituto Nacional de Previsión.

La delincuencia como salida

Al mismo tiempo, no hay más remedio que intentar apuntar a los niños a un centro estatal o subvencionado, precisamente en un momento en que el presupuesto dedicado a la enseñanza estatal se reduce de año en año. Ni hablar de ir al cine, a 180 pesetas los de estreno. Se crea así un ambiente de crispación social, desencanto y delincuencia juvenil.Epifanio Capilla lo sabe muy bien. El no ha recurrido a la delincuencia porque no tiene edad ni estómago para ello, y sólo a la mendicidad en último extremo, cuando agotó las 10.000 pesetas que le dieron, como último pago de parado, el 9 de abril. Con los cientos de pesetas, duro a duro, que recoge diariamente, malvive, pero lo que él quiere es encontrar un trabajo («si alguien conoce un trabajo para mí, que llame al teléfono 256 93 07»). El cartel lo dice: «Aquí se sufre física y moralmente». El señor Capilla se tapa la cara sin demasiado disimulo cuando escucha el sonido de las puertas de los vagones al abrirse. Segundos más tarde, una riada de personas lee de soslayo el cartel y algunos depositan sus monedas en el papel de periódico que sirve de bandeja. Allí se encuentra también su carné de identidad, en un intento, tal vez exagerado, de dejar claro que él no es un mendigo profesional, que no se lo gasta en vino. Por supuesto, nadie tiene la osadía ni la falta de delicadeza suficiente como para comprobarlo.

Desde el pasado mes de abril, el Inem (Instituto Nacional de Empleo) se escabulle a las peticiones de las centrales sindicales que piden datos estadísticos sobre la evolución del paro en Madrid. La impresión de Elvira Salce, secretaria de empleo en la Confederación de Comisiones Obreras, es que ellos mismos están asustados del carácter alarmista de las cifras. Y ya que al parecer no se puede luchar contra el paro, se procura minimizarlo en las estadísticas. Así, el paro registrado de media anual en 1978 es de 77.666 trabajadores. Los datos obtenidos de la EPA (encuesta de población activa), realizado asimismo por el Ministerio de Trabajo, arroja la muy superior cifra de 157.300 parados, algo más del doble. Sin embargo, los técnicos responsables del tema en CCOO estiman que la cifra real puede llegar ya a las 250.000 personas. El coste económico del paro es enorme. En Madrid, sólo 62.771 parados cobraban el subsidio; pero, a una media de 20.000 pesetas cada uno, se llega a la cifra mensual de 1.200 millones de pesetas.

Estadísticas minimizadas

Las diferencias entre las cifras oficiales y las estimadas como reales revelan todo un tratado de picaresca por parte de la Administración. Hasta hace poco, los parados registrados en las oficinas de empleo debían presentarse cada dos meses para ratificar su condición de tales. Ahora el plazo se ha constreñido a quince días o un mes, según los casos. La consecuencia es que muchos buscadores de trabajo, cansados de perder las mañanas en las colas de la ventanilla, dejan de ir. Automáticamente su nombre se borra de las listas. Un parado menos.Tampoco figuran en las mismas los miles de trabajadores cuyas empresas han rescindido su contrato de forma temporal, seis meses es la tónica general, al presentar expedientes de crisis; ni están las jubilaciones anticipadas. Si el expediente de crisis no prospera, no es extraño que la empresa recurra entonces a presentar la suspensión de pagos.

El número real de población activa sin trabajo alcanzaría cotas mucho más altas si se tuvieran en cuenta otros factores. Ya se ha hablado de los miles de jóvenes en busca de su primer empleo, muchos de ellos técnicos calificados o licenciados, de los que sólo 22.932, según datos de -agosto del año en curso, están registrados. El bajón en las expectativas de empleo desanima previamente a sectores como el de las mujeres casadas, que en otra situación estarían trabajando, pero que, hoy por hoy, ni se molestan en rellenar las fichas de las oficinas de colocación.

Epifanio Capilla no entiende de todo este jaleo de estructuras macroeconómicas y demás. Después de veintitrés años de trabajar como metalúrgico, se encuentra con que su empresa cierra y se queda en la calle, con la casi seguridad de que cuando salga el juicio le tendrán que abonar unos cuatro millones de pesetas. Su sentido común le dice que no se puede quedar desasistido después de toda una vida de trabajo. Pero su sentido común, a veces, no puede nada contra la frialdad de las normas. El cumple cincuenta años el 23 de mayo de 1980, y la segunda prórroga, y última, del subsidio de desempleo concluyó el 9 de abril del actual. Unos meses más y podría haberse acogido a una tercera, que sólo se concede a los que han rebasado dicha edad. La tercera prórroga significa apenas 6.000 ó 7.000 pesetas al mes, durante un semestre, pero al menos tendría también Seguridad Social, que también se la han quitado. En estos meses de paro ha acudido a varias industrias con plazas vacantes, pero su edad ha sido siempre un obstáculo insalvable, así es que, si alguien no lo remedia, y muy a pesar suyo, irá adquiriendo una cierta conciencia de inútil en los años que le resten de vida.

Soluciones económicas y políticas

Para José Torres, de la ejecutiva de la Confederación de CCOO, el problema del paro tiene que ser asumido por toda la sociedad, y necesita no sólo de soluciones económicas, sino políticas. En su opinión, el Gobierno ha caído en una mentalidad de fatalismo liberal que considera el paro como un mal inevitable. «Pero a nosotros nos da la impresión de que, si no hubiera paro, lo crearían. Al Gobierno le interesa, en cierta forma, mantener la presión que millón y medio de parados ejercen sobre las centrales sindicales a la hora de plantear reivindicaciones salariales o mayor protagonismo en la dirección del mundo del trabajo. Garrigues Walker expuso en una conferencia en el Club Siglo XXI, que para poner en marcha el modelo de sociedad previsto por UCD es necesario rebajar el poder sindical. La Administración y las empresas públicas han formado un frente para no hacer caso ni siquiera a las exigencias de que no se deteriore el poder adquisitivo de los trabajadores, y para ello no les importa incluso no cumplir con las normas legales aprobadas por ellos mismos. El Inem aún no ha constituido su consejo general, ni la comisión ejecutiva estatal, ni las provinciales, en las que deberán estar representadas las centrales.»Cansados del distanciamiento y la frialdad de los despachos de la Administración central, los parados han acudido a sus ayuntamientos con la esperanza de que los nuevos alcaldes de izquierda sean más receptivos que lo fueron sus antecesores. Efectivamente, una comisión de seis alcaldes, incluido uno de UCD, negocian con el gobernador civil de Madrid una subvención de mil millones de pesetas destinadas a realizar obras públicas por los parados de cada pueblo. Según Jesús Prieto, alcalde socialista de Getafe, los mil millones sólo permitirán dar trabajo eventual durante cuatro meses a 2.500 ó 3.000 trabajadores, que se elegirán entre los casos más graves, pero la intención de la comisión es pedir nuevas subvenciones cuando se agote ésta. «Ni el paro es un problema legalmente municipal, ni tenemos medios para resolverlo. Lo único que pretendemos ahora mismo es paliarlo y ayudar a las familias más necesitadas.»

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