La seguridad bursátil
Agente de Bolsa
En toda actitud del inversionista subyace una versión de la seguridad bursátil, es decir, de la previsibilidad de que los fines perseguidos por la inversión se cumplan fielmente. La expresión gráfica de la seguridad sería una línea continua; la inseguridad se identifica con la interrupción del proceso que se había concebido y proyectado.
El concepto de La seguridad. bursátil se amasa con tres elementos, que son: los que se agrupan en torno al contexto sociopolítico en el que funciona la Bolsa, los factores empresariales y financieros ligados al título-valor y un conjunto de imponderables personales, que constituyen una especie de excipiente de criterios, hábitos y sensibilidades, a través de los cuales interpreta el ahorrador la información de que dispone.
¿Hay hoy menos seguridad bursátil que hace diez años? A juzgar por la situación de la Bolsa, nadie dudaría en afirmarlo. Sin embargo, ¿resiste esta afirmación un breve análisis?
Política
La seguridad bursátil de la sociedad autocrática que vivíamos entonces se construía sobre el vencimiento inexorable de la biología del jefe del Estado, lo que no impedía la actitud inversora. Los ahorradores, al propio tiempo que predecían -con mayor o menor seguridad- que la Bolsa se iba a hundir el día de la muerte de Franco, seguían comprando valores, toda clase de valores. La expansión económica y las expectativas de beneficios empresariales podián más que esta incertidumbre. Los datos disponibles no permitían establecer mayores previsiones sobre la continuidad del régimen político y su influencia sobre el entorno de las empresas; el inversionista escondía la cabeza debajo del ala al enfrentar el futuro y seguía tomando sus resoluciones ante el mercado. Lo único viable, probablemente, pero que tampoco se puede calificar de profundamente responsable. Era el medio social el que restringía la responsabilidad que hubiera aconsejado no subir tanto.
La contradicción y falacia de esta seguridad bursátil no tardó en desvelarse. Encerrados en los rígidos moldes informativos, el análisis financiero no pudo evaluar los efectos bursátiles de la transformación del medio sociopolítico de la empresa. Unas hermosas orejeras obligaban a mirar en una sola dirección, sobre la que no se tenía más información que la célebre frase sucesoria tranquilizadora. Que aquello no era seguro, a la vista está. No hay más seguridad que la que arde.
¿Hay actualmente niás seguridad bursátil? Sí. La información política al alcance, con ser precaria, es muchísimo mayor que la que sustentó triunfalmente el alza bursátil. No sé si sabemos más; pero, sin duda, dejamos de saber menos, el ocultamiento es menor y la inseguridad no tiene otro origen que el desconocimiento de las posibles cimas que interrumpan la continuidad. Hechos con capacidad de vértigo existen, pero nadie los oculta ni manipula.
Hoy, la seguridad bursátil, por el componente político, es cada día mayor, atendiendo a la sucesión de los hechos extrabursátiles y bursátiles.
Economía
La seguridad bursátil, derivada de la evolución de la coyuntura económica, hace ya tiempo que tocó fondo. La Bolsa, independientemente de otros factores, tenía que bajar -no que desaparecer-, porque ha subido el precio del dinero y han descendido las expectativas de beneficios empresariales. Pero la Bolsa ha bajado más del doble que el beneficio por acción -indicador convencional de la situación de la entidad emisora-, y si se hace una selección de valores, agrupando eléctricas, bancarias y monopolios, la proporción es todavía más favorable a la aseveración de que los determinantes econórnico-financieros están más que descontados y que no hay razón alguna, por estos motivos, contra la seguridad bursátil. ¿Qué crisis de resultados tienen los bancos, las eléctricas o los monopolios? Y, en cambio, los precios de sus acciones están mucho más bajos. ¿Es esto inseguridad?
Y, sin embargo, la Bolsa baja. ¿Por qué? Porque la Bolsa la hacen la confianza, las opiniones y las decisiones de los inversionistas, y el prisma, a través del cual filtran sus informaciones políticas y económicas, está dañado por el desengaño anterior, obstaculiza la penetración e interpretación de la nueva realidad bursátil. No hay inversionistas porque durante el alza anterior se colocaron títulos, pero no se despertó en sus poseedores, en quienes comprometieron sus recursos financieros una criteriología, una formación, una capacidad para discernir informaciones y objetivos, y ante la crisis, ante el derrumbamiento de los mitos, no hubo más reacción que la del temor acumulado, que impulsaba las cotizaciones hacia la baja, en la misma dirección que se temía. Durante la transición política los juicios de los inversionistas han estado sensibilizados -a veces intensamente- a hechos totalmente indiferentes a la situación financiera que debe cotizar el mercado de valores.
En Bolsa, como en todo sistema financiero, nada se reconoce como verdad hasta que no es mayoritaria y se refleja en las cotizaciones. Cuando la mayor parte de los inversionistas se convenzan de que hay hoy mayor seguridad bursátil que entonces, y que si hubo antes motivaciones para invertir, mayores son las actuales, entonces será verdad la seguridad bursátil y habrá Bolsa.
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