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Enfrentamiento entre "españolistas" y "catalanistas" en la UCD

La proximidad de las asambleas de UCD de las cuatro provincias catalanas ha reavivado las tensiones internas del partido del Gobierno en Cataluña, polarizadas en torno a un sector denominado «catalanista» y otro «españolista». La asamblea de la provincia de Barcelona está prevista para el día 10 de noviembre, y en fechas próximas a aquella se celebrarán las de las otras tres provincias catalanas.

Tanto los «catalanistas» como la dirección estatal de UCD desean acelerar la fusión de la organización catalana de la UCD con los pequeños partidos Unión del Centro de Cataluña y Unión Democrática Centro Amplio, con el fin de pasar a formar «Centristas de Cataluña (UCD)», partido que estará coordinado con la UCD del resto de España, en base a un modelo organizativo muy similar al que existe con el PSUC y el PCE, y el PSC-PSOE y el PSOE. Esta fusión, según fuentes de UCD, deberá culminar antes de fin de año para poder así concurrir ya a las elecciones al Parlamento catalán bajo las siglas del nuevo partido, cuyo nombre, por otro lado, ya fue usado en el plano meramente electoral.Los «españolistas» de la UCD catalana, encabezados por Juan José Folchi y Pedro Penalva ven con preocupación que el secretario general en ciernes del nuevo partido sea Antón Cañellas, cuyas posturas políticas coinciden con las de los «catalanistas» de UCD y, en consecuencia, son antagónicas de las propias de los «españolistas». Este último sector lleva semanas preparando intensamente la asamblea de Barcelona, expresando el deseo de conseguir una dirección provincial homogénea, favorable a su tendencia. En este sentido, Juan José Folchi se pronunció, días pasados, de forma pública en contra de «las soluciones de síntesis» y en favor de que el debate implicara la presencia de varias candidaturas.

El deseo de los «españolistas» hubiese sido enfrentar a Carlos Sentís con Antón Cañellas, para evitar la ascensión de este último. Este deseo explica la carta en contra de Cañellas que dirigieron a Sentís unos cuarenta dirigentes «españolistas» de la UCD barcelonesa. Pero Carlos Sentís ha rechazado formalmente entrar en este juego, reiterando en cambio su coincidencia política con Cañellas e incluso refiriéndose a su deseo personal de pasar a un plano menos activo, como podría ser la presidencia del nuevo grupo político. Al comprobar esta postura de Sentís, los «españolistas» empezaron a propiciar ya abiertamente el nombre de Folchi como aspirante a la máxima dirección del futuro partido. Paralelamente acusaron a Sentís y a los parlamentarios catalanes de UCD de haber obrado en contra de la posible designación de Pedro Penalva como delegado del Ministerio de Cultura en Barcelona.

Ante la gravedad de la confrontación que podría darse en el seno de las próximas asambleas provinciales, fuentes responsables de UCD indicaron a EL PAÍS que existe la posibilidad de que aquéllas se limiten a nombrar compromisarios para llevar a término el proceso de unificación, evitándose así la renovación de cargos y en consecuencia el enfrentamiento entre más tendencias. Otra alternativa sería cambiar únicamente las direcciones provinciales y además colocar al frente de las mismas a personas de segunda fila, que se limitarían a gestionar los problemas inmediatos hasta que llegara el momento de la fusión.

Uno de los grandes temas que originan la división interna de la UCD catalana es el de la proyección política de los inmigrantes. Los «españolistas» centran su interés en este sector, mientras que los «catalanistas» defienden posturas de coexistencia de ambas comunidades lingüísticas en términos muy comparables con los propios de los restantes partidos.

En relación a la campaña del referéndum del Estatuto catalán, ambas tendencias también discreparon. Los «españolistas» defendieron en el comité de enlace de los tres partidos en vías de fusión, que sólo se propiciara la participación en la votación del referéndum, al igual que impuso Tarradellas en la Generalitat, en contra de todos los partidos, incluido UCD. En cambio, los «catalanistas» propiciaron que la campaña fuese explícitamente en favor del sí.

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