Dos Boeing 707 estuvieron a punto de colisionar el domingo sobre Nueva York
Funcionarios de la Administración federal estadounidense están estudiando las operaciones del tráfico aéreo en la zona de Nueva York, a raíz de tres incidentes que estuvieron a punto de degenerar en graves accidentes de la aviación civil.
El último caso se produjo el domingo pasado por la mañana, cuando dos Boeing 707 de las líneas aéreas norteamericanas se cruzaron a unos treinta metros aproximadamente, a unos once kilómetros al suroeste del aeropuerto internacional J. F. Kennedy. El copiloto de uno de los dos aparatos se hizo cargo del control y ejecutó una hábil maniobra que le permitió evitar al otro aparato. Ninguno de los dos aviones, un aparato de carga y otro que era utilizado en un puente aéreo, transportaban en el momento del incidente a viajeros.El 29 de agosto pasado un Boeing 727 de la compañía Braniff International y un aparato perteneciente a una empresa estuvieron a punto de colisionar nada más despegar del aeropuerto neoyorquino de La Guardia. El piloto del avión de la compañía Braniff -en el que viajaban 81 personas con destino a Dallas- divisó al otro avión -alquilado por la compañía Burlington Industries- cuando salió de una nube. Desvió bruscamente su ruta para evitar al otro avión, que volaba hacia Roanoke y en el que viajaban siete personas. La distancia que separaba ambos aparatos era de, como máximo, unos ochocientos metros; como mínimo, unos cuatrocientos.
Tras una primera investigación, fuentes de la administración aérea federal aseguraron que en ambos casos el incidente se debió a un error de los controladores del tráfico aéreo. En concreto, en el segundo caso, el radar que controla el tráfico no registró la señal luminosa del avión fletado por la empresa hasta que a varias millas al sureste del aeropuerto inició un giro a la derecha, hacia el Oeste.
En el tercer incidente, que ocurrió a principios de julio, un avión, DC-9 de Air Canada consiguió evitar a un aparato no identificado mediante un giro pronunciado. El avión no identificado pasó a exactamente diecisiete metros del DC-9 canadiense. El aparato, procedente de Montreal, iba a aterrizar en el aeropuerto J. F. Kennedy. El incidente se produjo a cinco kilómetros al sur del aeropuerto y a 2.830 metros de altitud. Esta vez la responsabilidad de los controladores aéreos ha sido descartada, ya que el aparato, un monomotor de hélice, no estaba siendo vigilado por los radares aéreos. Volaba legalmente, con buen tiempo y cumpliendo las reglas de la visibilidad.
Encargados de la regulación del tráfico aéreo lamentaron los tres incidentes ocurridos, así como otros casos de colisiones evitadas en el espacio aéreo de Nueva York en los dos últimos años.
El espacio aéreo de Nueva York ha sido siempre uno de los más congestionados del mundo. El control del tráfico se ve dificultado por la existencia de tres grandes aeropuertos con numerosos corredores de aproximación y por una serie de aeropuertos periféricos.
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