Francia ya es un socio insustituible del nuevo régimen guineano
La visita a Malabo efectuada el miércoles pasado por el ministro francés de la Cooperación, Robert Galley, y los importantes resultados logrados para la colaboración entre Francia y Guinea Ecuatorial deberían, por extrapolación, poner al descubierto la debilidad de España, incluso en aquellas zonas africanas de «influencia española».
Francia no solamente va a competir con España en la «reconstrucción del país, asolado por once años de dictadura», sino que ya ha sentado las bases para la firma de un paquete de acuerdos bilaterales que la convertirán en un socio insustituible de Guinea Ecuatorial. Va a estar presente, a través de los ochenta expertos en seguridad marroquíes, que ya se encuentran en Malabo, hasta en la cooperación policial.
A pesar de una colonización agitada y muchas veces traumática de una parte de Africa casi cuarenta veces más extensa que la ex colonia española, Francia conserva hoy unas excelentes relaciones con el mundo francófono. Los elogios a la «neutralidad francesa» en el conflicto del Sahara, hechos por el presidente argelino, Chadly Benjedid, en la primera entrevista que ha concedido a un diario desde que tomara el poder, a la muerte de Huari Bumedian, resaltan la capacidad de París para recuperar el respeto de una ex colonia cuya independencia costó cerca de un millón de muertos.
En el norte de Marruecos, que con un mínimo de atención sería la zona natural de expansión de la cultura y la lengua española, la primera está ausente y la segunda muere víctima de la inercia y la dejadez de Madrid. El francés, que ya ha sustituido al español en la vida comercial del norte de Marruecos, comienza a reemplazarlo también, con todas las graves consecuencias que ello habrá de tener en el futuro, en la vida cotidiana de una población que hace pocos años hablaba el castellano como primera lengua.
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