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La economía mundial se adentra en un período de incrementos de inflación y desempleo

Factores de tipo psicológico y político están desempeñando un papel más importante que los simplemente económicos en la reunión anual del Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, que hoy se clausura en Belgrado con la conclusión general de que la economía mundial se adentra en un período de subida de los índices de inflación y desempleo.

Tanto Estados Unidos como los principales países europeos, han recurrido a una especie de guerra psicológica de promesas, comunicados y anuncios de futuras acciones para tratar de contrarrestar no sólo el pesimismo general con el que se inició el encuentro de Belgrado, sino también para tratar de devolver a los mercados cambiarios y del oro algún tipo de estabilidad.El notable descenso en los precios del oro en las dos últimas jornadas, así como la ligera recuperación del dólar, han impresionado a los delegados, gobernadores y ministros que asisten a la reunión de Belgrado. Existe un sentimiento general de que la «ofensiva psicológica» norteamericana quizá haya conseguido parte de su objetivo: tranquilizar a un inquieto y hasta deprimido mundo financiero. Uno de los factores que más ha influido, sin ninguna duda, fue el firme compromiso adquirido por el secretario norteamericano del Tesoro, William Miller, para poner en orden la economía estadounidense mediante una política de austeridad decidida.

Pero sería iluso pensar que el discurso de Miller y su encubierta promesa de una eventual acción norteamericana en el frente de los mercados de cambio, va a resolver a corto plazo los males que afronta su economía y, por extensión, la mundial.

No hay solución rápida, repiten en Belgrado y, desde luego, el mundo occidental avanza hacia una crisis de por lo menos dos años de duración, que va a ser mucho más dura que la última padecida, la de la crisis energética de los años 1973-1974.

El director ejecutivo del FMI, el francés Jacques de Larosiere, en una brillante intervención en la jornada de apertura, todavía creyó ver rayos de esperanza en el hecho de que el mundo industrializado, motor de la economía mundial, está mejor preparado y tiene más experiencia que en 1973 para poner en marcha soluciones o políticas económicas definidas. Pero otros creen que no es así. Hobart Rowen, comentarista económico del Washington Post, lo resumía de una manera clara: «Los líderes que asisten en Belgrado lo que están realmente experimentado es una crisis de ideas. Faltan genios, faltan hombres y managers que propongan nuevas ideas y soluciones para un período histórico del mundo donde las viejas políticas han fracasado.»

Carter y su eventual sucesión

Indudablemente están también los factores políticos. La falta de liderazgo del presidente norteamericano, Jimmy Carter, se ha convertido para los asistentes de Belgrado en la causa originaria de todos los males. Carter es ya un lame duck, alguien a quien hay que quitarse de encima a cualquier costo. Pero el problema es que su eventual sucesor, el senador Edward Kennedy, es un liberal tradicional y un convencido partidario de políticas basadas en el gasto público como remedio de cualquier problema. Precisamente, todo lo contrario de lo que la comunidad financiera mundial recomienda en estos momentos.La imagen de Carter es alarmante, opinan algunos expertos. Incluso si el presidente norteamericano consiguiera, en un plazo relativamente corto, reducir varios puntos de inflación y remediar el fuerte desequilibrio de la balanza de pagos norteamericana, es casi seguro que todavía no recuperaría la credibilidad de la comunidad financiera, que actuaría siempre en su contra.

Lo cierto es que, pese a las promesas de Miller, el futuro inmediato de la economía mundial es bastante oscuro. Habrá recesión a partir de quizá el próximo trimestre, y ésta no tocará fondo antes de dieciocho meses, por lo menos. La inflación continuará azotando las economías de los principales países industriales y el problema del paro será casi insoluble hasta que las tensiones inflacionistas no se hayan eliminado por completo. Frente a estos males, el Fondo Monetario Internacional, organismo en que concurren todos los cerebros económicos de Occidente, no tiene fórmulas ni recetas mágicas. A excepción de la clásica, ya experimentada con cierto éxito en 1974, pero que ahora tropieza con las debilidades y dudas de Washington. Para poner en marcha las economías europeas, y por extensión las del Tercer Mundo, como decía el ministro británico sir Geoffrey Howe, hay que hacer arrancar el motor de la economía norteamericana.

Claro que el motor americano necesita petróleo y los países de la OPEP parecen haber salido indemnes del encuentro de Belgrado. Ninguno de sus miembros quieren escuchar nada sobre la responsabilidad que les incumbe por el último incremento de los precios del crudo y lo único que parecen tener claro es que alguien tiene que hacer algo para detener el descenso del dólar, es decir, la medida de cuenta de sus fabulosos ingresos.

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