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Entrevista:

Buero Vallejo: "Yo siempre apuesto por el futuro en mis dramas"

Hoy se estrena "Jueces en la noche"

Juan Cruz

Antonio Buero Vallejo se enfrenta al estreno de Jueces en la noche, que se pone esta noche en la escena del teatro Lara, de Madrid, «aproximadamente como si no tuviera ninguna experiencia teatral», a pesar de que el dramaturgo y académico, autor de Historia de una escalera, es uno de los más importantes comediógrafos de este país y a pesar de que este estreno, precisamente, ha sido preparado por Alberto González Vergel, el director del montaje, con un cuidado muy especial. La obra, en la que Antonio Buero Vallejo «vuelve a apostar por el futuro», debía haber sido estrenada el último fin de semana, pero el señor González Vergel propició su retraso «para que todo salga mejor».

Buero Vallejo habla de Jueces en la noche a mediodía, en su casa del barrio de Salamanca de la capital de España, rodeado de recuerdos personales, entre los que resaltan, aquí y allá, retratos de Goya, Miguel Hernández, Miguel de Unamuno, algunos cuadros de Joan Miró o un gigantesco abstracto de Manuel Viola, que dramáticamente cae sobre la cabeza del escritor. Sobre Miguel de Unamuno y Miguel Hernández se concentra el último tramo de la conversación. «Es curioso, Miguel y don Miguel. Hay gente a la que se le coloca el don naturalmente, como si lo llevaran de toda la vida, y otros se quedan sin el don para siempre. Uno y otro han significado muchísimo para mi obra y para mi vida.»

Una actitud

Antonio Buero Vallejo ha asumido de nuevo el riesgo de hacer lo que él llama «un teatro sobre problemas candentes». Para él no es un riesgo, sino una consecuencia de su actitud. «El dramaturgo tiene el derecho y el deber de referirse a nuestros problemas inmediatos. En mi caso, siempre he servido a un teatro ajeno al escape, relacionado con lo directo, con lo cercano.»Jueces en la noche narra el conflicto de un hombre que fue ministro de Franco y ahora figura en un partido democrático y se sienta en el Parlamento en calidad de diputado. Los remordimientos por su vida anterior convierten su existencia actual en un drama. Los personajes que rodean a este político atormentado, llevado a la escena por Francisco Piquer, son la mujer de éste, que es la víctima principal de la crisis, un ex policía, un jefe de una multinacional radicada en España, un sacerdote posconciliar y un general, además de tres músicos, una militante de un partido socialista y una empleada doméstica.

Este fresco ha sido llevado al teatro por Antonio Buero Vallejo usando antiguas obsesiones dramatúrgicas: «Está presente en Jueces en la noche un aspecto de la vida humana que siempre me ha interesado y que ha surgido en obras mías anteriores: la relación entre la vida de la vigilia y la vida onírica.» Al final, la confluencia de ambos elementos produce un final de catástrofe del que no está ausente la esperanza. «Y es que yo soy un hombre que apuesta por el futuro, aunque no sea un iluso. Mis obras también apuestan por el futuro, lo que ocurre es que esa ilusión nace a través de argumentos que suelen llevar una alta carga de tragedia. Por esa razón, el espectador puede llevarse una primera impresión equivocada y creer que está ante un mensaje desesperado.»

Antonio Buero Vallejo habla con una perceptible melancolía, haciendo que sus palabras se deslicen con precisión, como acompañando a sus dedos blancos, largos, una prolongación de la palidez de su rostro. Sin apasionamiento, habla del compromiso: «El escritor está permanentemente comprometido con su propia sinceridad en la búsqueda de la verdad. (Es cierto que la gran verdad puede conseguirse a través de la mentira artística.) Lo que no creo que sea aconsejable es un compromiso político previo a las obras. A la hora de escribir, el escritor ha de actuar como si no militara en ningún lado.»

La llegada de la democracia a España «puede haberle insuflado al lenguaje teatral una mayor claridad», pero para el autor de Jueces en la noche esa relativa transformación puede no ser del todo positiva, porque, «independientemente de que haya o no censura, las técnicas oblicuas en el ejercicio de la literatura teatral son de una gran riqueza estética».

Esta técnica ha sido, quizá, la que le consiguió a Antonio Buero Vallejo una acogida «lisonjera, muy favorable» en los recientes estrenos que de algunas de sus obras se han hecho recientemente en países del Este y en algunas capitales latinoamericanas. Muchos espectadores se enfrentaron a sus dramas como aquellos trabajos teatrales realizados por un español, que tenía cosas específicas que decir acerca de la historia de España. «Otros fueron más neutros, porque han encontrado en mis dramas temas y problemas que afectan por igual a los seres humanos de nuestro tiempo, de cualquier latitud.»

En una de las ocasiones recientes en que Buero Vallejo fue homenajeado, el escritor, que no suele usar el humor como muleta de sus definiciones, dijo, ante un auditorio norteamericano, en Nueva York, que él se clasificaba «entre Sófocles, Shakespeare y el último mono». A lo que se niega es a ser visto como un historiador teatral. «Es cierto que en algunas de mis obras he utilizado personajes o hechos históricos. Pero también es verdad que durante mi vida profesional he tratado temas de la más estricta actualidad. La obra anterior a la última que estrené se titulaba La doble historia del doctor Valmy, y versaba sobre la tortura, una cuestión que entonces hizo que algunos vieran en mi trabajo un exceso de actualidad. Pero yo pienso que ese exceso de actualidad no es motivo en el teatro como para desaconsejar determinados temas. La doble historia..., como ésta que ahora presento, fue escrita para ser estrenada. Y en este momento yo he dado, sin vacilar, Jueces en la noche para ser puesta en escena. Tengo plena conciencia de la gran adecuación que mi argumento tiene con la realidad que nos rodea.»

Antonio Buero Vallejo escribe poco, «aproximadamente lo que estreno». Se pasa largas temporadas en barbecho, observando el país. «España no ha cambiado tanto como parece; se ha desarrollado, ha crecido; sin embargo, siguen latiendo algunos de los problemas que arrastramos a veces hasta desde el siglo XIX.» Con respecto a su teatro, Buero ve que éste lleva una evolución intrínseca, «aunque desde el punto de vista de sus ingredientes básicos sigue habiendo en él las mismas obsesiones sanas por determinados problemas de nuestro tiempo».

En este sentido, reconoce Antonio Buero Vallejo, «uno nunca deja de escribir la historia de una escalera contando las frustraciones personales y sociales que fueron su primer tema».

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