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El lobo y la víbora (fábula)

Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. Por casualidad y porque estaba leyendo que los del Medio Ambiente Europeo, que no sé lo que son, pero en cuya cumbre ha estado representada España (ya es que nos llaman para todo, hasta para que nos riña Fidel), se ha acordado la extinción europea del lobo y la víbora, bajo el eufemismo de la no protección a estas especies. Dicho eufemismo revela ya mala fe, mala conciencia, mala leche tratante o concentrada La Lechera, que es con la que yo me tomo mis venenos todas las mañanas.Aunque uno sólo sea perito en gatos, como Miguel Hernández era «perito en lunas», no deja de afectarme esta nueva cruzada contra dos valiosas especies. Porque uno es un híbrido entre Rodríguez de la Fuente y Briggite Bardot, y uno ama los animales y las focas en general (incluida la estilizada foca BB) y los bichos todos en particular, como la solterona en que le va convirtiendo a uno la vida, por más casado y macho que uno sea. (BB y yo somos dos solteronas coetáneas y casadísimas con la misma mala e injustificada leyenda de adulterio).

Rodríguez de la Fuente, en su casa, sólo tiene animales de madera, de plástico o disecados. Mi gato vivo (que estos días anda leyéndose a Uniberto Eco, Octavio Paz y Mailer/Miller: a ver quién le devuelve luego a las sardinas y los Vizcaínos) vale más que todos los bichos falsos o muertos de Félix. Yo soy el uniecólogo, el ecologista de una sola bestia, de un gato en cuyos ojos, como dijo Neruda, «hay números de oro».

Pero aquí les dan de desayunar estricnina (a los lobos, no a los gatos, que el mío desayuna magdalenas) los protectores oficiales u oficiosos del medio ambiente, porque el lobo, la Liga Comunista Revolucionaria y la víbora son las tres especies que faltan por legalizar en la democracia ecológica que hemos/nos han elegido. Nada de extrañar, pues, que, subido yo en la fronda amarilla de mi castaño otoñal, instalado en la copa de las hojas gualdaperiodísticas y mordisqueando la manzana de la ciencia que es este periódico (ver arte y sufrimiento dominical), árbol/press del Bien democrático y el Mal socialista, según, nada de extrañar que el lobo y la víbora hayan llegado hasta mí, la serpiente enroscándose bizantinamente en el tronco para explicarme que ella no estuvo en el Luna Park bíblico de Adán y Eva, pese a lo que acaba de decir el Papa en cinco idiomas:

- El hombre está en estado de pecado.

Porque después de reabrir el infierno como quien reabre el cabaret Casablanca (felices cuarenta), después de repartir el agua de su piscina entre las devotas que han ido con cacillos (Pío XII vendía los solideos que iba desechando), después de reñir al padre Arrupe hasta poner en peligro de disolución a los jesuítas (mi amigo Llanos se disolvió a sí mismo hace muchos años y hoy es un santo disoluto en autobús), y por si todo lo anterior fuera poco, Wojtyla ha vuelto a poner el pecado original. Pero los últimos ángeles caídos fueron Williant Blake y tío Oscar, y ambos están en el purgatorio refrigerado de la Tate Gallery, en Londres.

El hombre no sólo no es culpable de nada, sino que los Estados (incluido el vaticano/polaco) son culpables de todo, como dice Paz en el libro que está leyendo mi gato. Y las bestias son sagradas porque ven a su dios, que es el hombre, mientras que el hombre nunca ha visto el suyo, salvo en el Palmar de Troya, según contó en un reportaje Marisa Ares.

Fraga pide pena de muerte para sus semejantes, los socialdemócratas piden pena de muerte para Marx en un larguísimo auto de fe, como si Marx fuera Macías, y los ecologistas de derechas piden la muerte del lobo y la víbora. El lobo dialogó con Francisco de Asís y la víbora ha dialogado con Francisco Umbral. Pero Wojtyla y Fraga coinciden -aaagggh- en que el hombre está en pecado desde antes de nacer (incluso desde antes de Franco), y por tanto, mientras no nos enseñe su documentación, es reo de muerte.

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