Francisco Macías fue ejecutado ayer
El ex presidente de Guinea Ecuatorial Francisco Macías Nguema y seis de sus colaboradores fueron ejecutados ayer, a las 16.00 horas (local, las 17.00 horas en Madrid), en la cárcel de Malabo, según informó la agencia Efe desde la capital guineana citando fuentes oficiosas.La noticia no ha sido confirmada oficialmente.
Desde primeras horas de la tarde de ayer, centenares de ecuatoguineanos aguardaban el cadáver de Francisco Macías en el cementerio de Malabo. Los bienes del dictador serán confiscados y su memoria desaparecerá velozmente del pueblo de Guinea Ecuatorial. Su feroz dictadura, que ayer, 29 de septiembre, habría cumplido once años, se extinguió cuando el tribunal que le ha juzgado leyó su condena a muerte, junto a seis de sus colaboradores más cercanos. El júbilo de los habitantes de Malabo rezumaba ayer de cada rostro, espontáneamente.
La noche anterior, una tempestad, con vientos huracanados y cortinas de lluvia, truncó decenas de árboles. La mañana siguió brumosa. Centenares de guineanos acudieron temprano a la sala del juicio para escuchar la sentencia. Tras el aplazamiento del viernes y el temporal de la noche, que hizo enmudecer la emisora de radio durante varias horas, los asistentes mostraban incertidumbre. La sentencia del tribunal fue recibida con ansiedad.
Toda la sala en pie, la voz del juez ponente restalló con nitidez, agrandada por los altavoces, ya reparados. Francisco Macías acababa de ser condenado a muerte.
Pero el ex presidente no estaba presente en la sala. Unicamente dos de sus allegados, Norberto Nsue y Alberto Ndong, escuchaban allí las pesadas condenas a catorce anos y cuatro meses de prisión que se les han impuesto. Dos jóvenes soldados han sido condenados a cuatro años de reclusión.
Lágrimas de júbilo al conocerse la sentencia a Macías
Los demás, Bienvenido Micha, sobrino del dictador; Salvador Ondon, Fortunato Mba, Pastor Nsue, Eduardo Edu y Miguel Eyegue, los más temidos torturadores y extorsionadores del país, que obedecieron órdenes del dictador y utilizaron su imaginación más sanguinaria para ejecutarlas, comparecerían horas después ante el piquete de ejecución.
La gente salió apresuradamente de la sala, después de que lo hiciera con serenidad todo el tribunal. En la puerta, corros de hombres y mujeres canturreaban rítmicamente melodías cortas en lengua fang y en dialecto bubi. La alegría se desbordó por los ojos de muchos, y otros decidieron llorar de gozo en silencio, mientras se abrazaban. Por primera vez desde que este enviado especial llegara a la isla de Bioko, llamada antes Fernando Poo, la imponente cumbre del monte Basile aparecía despejada.
«Estoy obligado a ser feliz», decía Carlos, un joven de veinticinco años que pasó cuatro en la cárcel de Blaebeach, en Malabo. «Es como si acabaran de matar a una serpiente que hubiera devorado a millares de personas. La condena a muerte de Masie -así llamaban al dictador me cae muy favorablemente.» Para Pedro, de veintiséis años, que perdió siete familiares muy próximos, tres hermanos y un sobrino, además de dos cuñadas, en las cárceles de Macías, «esto ha sido excelente. Me siento ser humano. Somos libres ya».
La gente se ha ido arremolinando en las inmediaciones del estadio de Malabo. Todos aguardan la tarde para empezar a bailar. Beberán malamba, pese a que mañana les duela fuertemente la cabeza, y danzarán, con sus hijos fajados a la espalda, durante horas.
De frente camina un hombre blanco, algo avejentado, con gafas y aspecto de profesor. Se llama Andre Schedelmayer. Tiene 34 años, es francés, profesor de diseño industrial. Cometió la locura de acudir con su mujer guineana y sus cuatro hijos a conocer a sus suegros en Guinea Ecuatorial.
Era el mes de marzo de 1978. Debía seguir la tradición del fang, que bendicen a los esposos de sus hijas. Su mujer fue encarcelada, junto a sus cuatro, hijos. Estaba encinta de siete meses. El pequeño murió en la cárcel, al nacer. Siete meses de prisión para los suyos, y él, expulsado del país, sin un hijo.
Ayer, André Schedelmayer respiraba profundamente. «Mi mujer y yo somos católicos. No puedo negar que estoy muy emocionado. Ellos lograron sobrevivir. Queremos olvidar toda esta etapa y establecernos aquí. Mis hijos son guineanos.»
Sobre la historia de este atribulado pueblo se cierra una etapa oscura y sanguinaria, de éxodo, terror y miseria. Los guineanos han sido los primeros africanos que han sentado en el banquillo a un dictador artífice, con otros, de la independencia. Aunque unos pocos temen que el espíritu de Macías quede vagando por las laderas esmaltadas de verde y las gargantas insondables del monte Basile, todos saben que ya no podrá hacer daño.
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