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FERIA DE OTOÑO: SEXTA CORRIDA

El arte de desperdiciar toros

A cuatro de los toros de ayer, cualquier torero con un poco de gusto y decisión les hubiera cortado las orejas. O a cinco, si hilamos fino. Sin embargo, los espadas de la terna no fueron capaces de merecer ni una sola vuelta al ruedo. Como contrapunto, cuando apareció el torillo que presentaba dificultades, el diestro de turno lo macheteó deliberadamente a la defensiva. En estas circunstancias, el único arte que exhibieron los matadores fue el de desperdiciar los toros.Seguramente son de esos a los que sólo les va el boyancón, con el que se tapan. Con el boyancón casi todos tienen excusa: «No han embestido los toros. ¡Ay, el día que me embista un toro en Madrid!» Frases manidas, la eterna excusa. Porque llega el día en que, efectivamente, como ayer, sale en Madrid el toro que embiste, y no pasa nada; tampoco les sirve. El primero, aplomadillo, tenía un pitón izquierdo excelente y Gregorio Lalanda no lo aprovechó. Boyante el segundo, un precioso castaño, Curro Fuentes le pegó derechazos acelerados y violentos, y en los naturales se dejaba enganchar el engaño. Excelente por el derecho el tercero, Lázaro Carmona, tras unos bonitos estatuarios, toreó aceptablemente en redondo, mas sin vibración. En los ayudados y pases de la firma finales, tampoco gustó. La nobleza de la res admitía mucho más. Manejable el cuarto, Lalanda, que parecía desanimado, se lo dejó ir en blanco. El quinto, protestado porque era escurrido, pero cornalón astifino, se quedaba corto en el último tercio y Fuentes lo macheteó sin contemplaciones. De carril el sobrero, perteneciente al hierro de Germán Gervás, Carmona le hizo una faenita voluntariosa y vulgar.

Plaza de Las Ventas

Sexta corrida de la feria de otoño. Cinco toros de El Tomillar, en conjunto bien presentados y nobles; cumplieron en el primer tercio, y un sobrero (sexto) de Germán Gervás, grande, sospechoso de pitones, noble. Gregorio Lalanda: un pinchazo y se tumba el toro (pitos). Bajonazo y rueda de peones (silencio). Curro Fuentes: estocada caída, descabello, aviso, y dos descabellos más (algunos pitos). Media (silencio). Lázaro Carmona: pinchazo, en el que sufre una voltereta, dos pinchazos más y rueda de peones (palmas y saludos). Media desprendida (palmas).

La presentación de las reses de El Tomillar (propietario, Victorino Martín) había sido buena en líneas generales. Con los caballos, casi todos los toros cumplieron; tenían la fuerza justita y más de uno dobló las manos. Aparte los pitones, que se apreciaban limpios y astifinos, era género del que habitualmente se sirven las figuras para continuar en el machito. Lalanda, Fuentes y Carmona, seguramente por convencimiento de que no son figuras ni lo serán nunca, debieron pensar que tantas facilidades no iban con ellos, y desdeñaron el regalo.

El sexto, un jabonero terciado, cinqueño, muy armado, pertenecía a la ganadería de Leonardo Muñoz, alías El Nazareno (padre de Emilio Muñoz), y salió con gas y codicia, se estrelló contra las tablas, correteó, le fallaron las fuerzas (quizá por el encontronazo), lo protestaron, el presidente sacó el pañuelo verde; en cuanto vio a un cabestro, el jabonero le tiró un viaje; citado desde chiqueros por el vaquero, hizo mutis. Sentimos muy de veras que no lo lidiaran. Este cinqueño a lo mejor habría aportado la emoción que faltó en la corrida. Los síntomas no podían ser más elocuentes: durante los escasos minutos que permaneció en el ruedo, armó el alboroto preciso para sacarnos del sopor. Sí, por supuesto, preferimos los toros buenos a los alborotones, pero para lo que sirvieron, más hubiera valido que los dejaran para otro día y para otros toreros.

Esta plaza

Vaya gato, Curro a tu sitio, ese caballo está resabiado, qué vergüenza, señor presidente, sácalo a los medios, no lo ahogues, torero, la hora, ya está bien de barberos, palco dimisión, por la izquierda va, menudo toro te dejas ir, cuidado por los adentros no, ponlo de largo que es bravo, más corrida Canorea. Esta plaza es única, y se expresa. Dicen que a veces la afición madrileña yerra. Pero no pasa una de las malas, nunca deja de percibir una de las buenas, vive la corrida, aunque, como la de ayer, sea una murga; la analiza hasta el último pormenor. Esta afición es una mina. La feria de otoño cuajará y cuajarán los festejos entre semana, si el empresario sabe aportar imaginación al desarrollo de la temporada. Madrid responde siempre.

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