Barbarie en Madrid

He dudado mucho antes de enviar esta carta, porque sospecho que no voy a verla publicada -ésta menos aún que las otras -. Me explico: en febrero me quejé de los perros campando por sus respetos en el Retiro, nada. Después, que un dueño de un perro me había partido la boca y me había conminado a que no volviera, amparado por el número de los que iban. Entonces me publican la primera en el dominical y con un título tendencioso, y silencian la segunda. Debía ser más ético publicar la gran cantidad de disensiones sobre El Naranjito ese del futbolín.Más adelante, me quejé de la total falta de vigilancia en otro de los parques: la Casa de Campo, de la degradación a que se ve sometida. Ni flores. Y menos mal que me suelen mandar una cartita diciendo que gracias, pero que hay muchas cartas sobre la mesa: ¿Es preferible llenar huecos con réplicas y contrarréplicas acerca del honor de un señor particular, por muy abogado famoso que sea? ¿Y ocuparse de algo que afecta a unos cuantos (dos millones, mínimo) madrileños?

Si entre todos no denunciamos y combatimos insistentemente la gran inmoralidad civil que alcanza a toda la sociedad, que ese sí es el legado del dictador Franco, acabaremos en las manos de otro salvador, eso sí, más elegante, con mejores maneras y con poderes democráticamente adquiridos, pero igualmente dictador en el fondo. Lo de mi boca, al fin y al cabo, no fue nada: se pasó a la semana, pero el otro día EL PAIS se ha visto obligado a publicar la noticia de la muerte de un muchacho no muy lejos de donde me sacudieron a mí, ¿qué le parece?