Estar en La Habana
Parece que a muchos han sentado mal los consejos, no solicitados, de Fidel Castro respecto a nuestro eventual acceso a la Alianza Atlántica. El debía contar con una reacción muy española (y al tiempo muy cubana), de suerte que, al no caber imaginarse una improvisación descuidada, hay que buscar la explicación reflexiva. Sabíamos que esa es la postura de la Cuba socialista y habíamos tenido buen cuidado en advertir de antemano que este era un tema delicado que afectaba a la soberanía, añadiendo que toda indicación sería tomada como intromisión.No obstante, nada de lo ocurrido en La Habana afecta a nuestra libertad de conducta futura. Quizá haya servido, en el mejor de los casos, para aclarar ciertas ambigüedades.
Lo cierto es que en esta cumbre se han tratado, al más alto nivel, temas que nos concernían de pleno; tales como Gibraltar, Africa occidental, y provincias insulares; y allí nuestra presencia y nuestra voz se ha dejado oír en el momento preciso y en el lugar adecuado. Esta cautela, no puede ser juzgada como equivocada, incluso por el más acerbo crítico de nuestra presencia.
El ausente siempre está equivocado, y en esta cumbre el tema de cerrar el acceso de nuevos países a bloques militares son intrínsecos a la misma. De suerte que los esperados ataques a los militares e imperialístas occidentales llevaban implícita la ofensiva contra los países que hubiesen mostrado intenciones de acceso a Ia Alianza Atlántica.
Como elemento primitivo hay que añadir la firmeza con que se ha dado respuesta a aquella insinuación y el testimonio de la defensa de nuestros intereses nacionales en cualquier foro mundial que se trate de ellos. Es igualmente positivo el contacto con jefes de Estado amigos y neutral es a quienes se les ha dado ocasión de manifestarse a nuestro favor en los asuntos que nos afectaban.
Pasaron ya los días en que el tenedor para asistir a los banquetes internacionales, tenía que prestárnoslo alguna otra potencia.
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