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Argel, acusado en Rabat de "actitud belicosa"

La entrevista Hassan II-Chadli Benjedid, propuesta por el presidente tunecino Habib Burguiba y aceptada «con placer» el miércoles por el rey de Marruecos, ha sido acogida con poquísimas esperanzas, tanto por los medios oficiales marroquíes como por los diplomáticos acreditados en Rabat.La primera reacción negativa argelina, aparecida en un comentario de la agencia APS llegó demasiado tarde a la capital del reino como para ser recogida en la prensa matutina. Sin embargo, el diario de tarde Maroc Soir consideraba esta indicación como el reflejo de «la actitud belicosa, hegemonista y francamente hostil a la paz de Argelia».

Después de preguntarse que «qué sería del Polisario sin las bases argelinas, los subsidios, las armas, el encuadramiento militar argelino», el diario advierte que Argelia debe recordar que Marruecos aún tiene presos a cien soIdados argelinos, capturados en febrero de 1976 durante el combate de Argelia.

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Argelia rechaza oficialmente la propuesta de mediación tunecina sobre el Sahara

Ningún cambio público importante en las posiciones respectivas de Argelia y Marruecos parecía haber aconsejado la iniciativa del presidente Burguiba, que, aunque contestada sólo ahora por Hassan II, ante la insistencia personal del presidente de Túnez, databa en realidad del 22 de agosto último

El hecho de que la proposición tunecina tuviese lugar pocos días antes del sexto congreso del Partido Socialista Desturiano (constitucional) Tunecino, hizo pensar que se trataba de un gesto con fines más bien internos de Túnez.

El fracaso de los intentos anteriores de lograr un encuentro personal entre los dos jefes de Estado argelino y, marroquí, llevados a cabo por la OUA, la Liga Arabe, Jordania, Arabia Saudí, Irak, y la OLP, por sólo citar los más recientes, debió hacer desistir a Burguiba de su idea mediadora. Por otra parte, la proposición del líder tunecino no aporta nada nuevo. Más bien es cuantativamente inferior, o menos aceptable, para Argelia que otras propuestas anteriores. La OLP y Arabia Saudí, en efecto, propusieron, según algunos indicios, el encuentro de dos delegaciones, argelina y marroquí, presididas por los respectivos jefes de Estado, pero con una participación del Polisario.

La fórmula, que recordaba bastante otros intentos similares, como la fracasada conferencia de Ginebra sobre Oriente Próximo, no llegó a prosperar, aparentemente, por rechazo de la parte marroquí. Aunque la entrevista, concedida a principios de julio a la revista Jeune Afrique por el consejero real marroquí Reda Guedira sugería claramente que Marruecos podría reconocer «a la entidad Polisario».

Cuatro años después de los acuerdos tripartitos de Madrid, el tema del Sahara ha sido objeto de tantos y tan apasionados debates, todas las partes, rey y partidos oficiales y de oposición han llegado tan lejos y han sido tan categóricos en el rechazo de cualquier compromiso, que la apertura, realmente digna de consideración del consejero real Guedira, quedó automáticamente bloqueada.

Los medios informativos marroquíes, con su insistencia en presentar este eventual encuentro como el ofrecimiento a «una Argelia abrumada y sin aliento para que reconsidere sus posiciones», tampoco contribuyen en nada a abrir el camino. De la misma manera que no resulta realista ofrecer puertos en el Atlántico y cooperación económica a Argelia.

Entre unos y otros se olvida que el problema principal son los saharauis, de la misma manera que en Oriente Próximo se prescinde, o se trata de prescindir, de los palestinos. Quizá, irrealismos a un lado, la proposición de una cumbre de países ribereños del Sahara bajo los auspicios del comité de notables de la OUA, sea una idea no tan descabellada. En cualquier caso, la geografía, por un lado, y el líder libio Muamar el Gadafi, por otro, se empeñan en darle unidad a ese vasto conglomerado que se extiende desde el Atlántico hasta casi el mar Rojo.

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