_
_
_
_
Reportaje:

Los suecos decidirán sobre propuestas energéticas y fiscales, más que políticas

El debate político preelectoral sacude estos días a la tradicionalmente estable y tranquila sociedad sueca. El próximo día los electores -se espera que en una proporción de más del 90%- se acercarán a las urnas para decidir democráticamente quiénes habrán de regir los destinos de su país durante los próximos tres años. Con la elección de los nuevos gobernantes, los suecos pueden decidir un nuevo modelo de sociedad y desarrollo, que culminará en la aceptación o el rechazo de la energía nuclear en el referéndum convocado para marzo de 1980. José R. Ariño ha elaborado el siguiente informe tras visitar Suecia.

Las calles y, plazas de pueblos y ciudades están adornadas con los emblemas y eslóganes de los diferentes partidos que aspiran a canalizar la opinión de sus conciudadanos. Toda la propaganda se realiza en carteles de papel pegados sobre una estructura de cartón o madera, fácilmente trasladables y desmontables. Ni una sola pintada ennegrece la campaña.En los lugares céntricos, sabiamente escogidos por los responsables publicitarios de los partidos, se alzan pequeñas cabañas de madera, las tradicionales stugas, donde grupos de militantes informan a los transeúntes y reparten propaganda en mano de las diferentes soluciones propugnadas por los mismos. De cuando en cuando, los diferentes candidatos visitan estos centros de propaganda y, micrófono portátil en, mano, exponen su programa y dialogan -a veces durante horas- con todo el público que tiene a bien detenerse para escucharles.

En la mayoría de las ocasiones, las diferentes opiniones de los presentes y las críticas consumen más tiempo que el discurso del candidato, quien debe improvisar y echar balones fuera como puede. El espectáculo, impensable en otras latitudes, es sano, impecablemente honesto y bastante divertido.

Las elecciones de 1976, que dieron la victoria al bloque de partidos burgueses y pusieron fin a la hegemonía de 44 años de gobierno socialdemócrata, dejaron entrever profundos cambios en los hábitos de conducta de los votantes e introdujeron un porcentaje de inseguridad en el hasta entonces uniforme y moderado panorama político sueco.

La inestabilidad del electorado rompió la regla de que la extracción social condicionaba el voto por un partido determinado.

Suecia, como todos los países desarrollados europeos grandes consumidores de energía, se vio afectada por la crisis del alza del precio de los crudos de 1973-1974. La crisis comenzó a golpear brutalmente a la economía y a la sociedad sueca en 1976.

Tras dos años de «vacas flacas», en que la depresión económica y el desempleo consiguiente alcanzaron niveles sólo comparables en Suecia a la crisis general de 1929, parece que el país recupera la iniciativa económica y que las perspectivas vuelven a ser optimistas. Se espera que el PNB aumente en un 5% durante 1979.

Todo este rápido remonte de la crisis se ha conseguido gracias a la extraordinaria cohesión y solidaridad entre los diferentes grupos de la sociedad y al papel del sector público como creador de empleo, acompañado de avanzadas medidas de política laboral.

Se han gastado las reservas de los buenos anos para pasar el bache y evitar en lo posible el desempleo, que no obstante llegó a alcanzar al 2,5 % de la población activa, y en el caso de los jóvenes menores de veinte años este índice se elevaba a casi un 5%.

El debate nuclear

La crisis del petróleo, agravada por los acontecimientos de Irán, ha hecho muy vulnerable a la economía sueca, economía muy desarrollada y en una zona climáticamente muy fría, que compraba grandes cantidades de petróleo.El debate político se centró, en las elecciones de 1976, en el tema energético, especialmente en lo referente a la entrada en funcionamiento de nuevas centrales nucleares. El partido que supo desde un principio encabezar el movimiento antinuclear, organizado a nivel de base por numerosos grupos ecologistas, fue el Partido del Centro. Su líder, Fälldin, un granjero con ideas originales y una gran dosis de honradez, llegó a ser primer ministro gracias a su habilidad para tratar el tema energético y utilizarlo como arraa contra los socialdemócratas. Estos, después de gobernar durante 44 años y haber creado el llamado « modelo sueco », eran «el sistema» del país, con todas las ventajas y desventajas que ello acarrea. Habían sido los autores en 1975, con apoyo de los conservadores, de un ambicioso programa energético que preveía el funcionamiento de trece centráles nucleares.

Es muy curioso destacar que la postura de los partidos ante el tema nuclear difiere mucho de unos a otros, a pesar de su ideología similar. Dentro del bloque socialista, los socialdemócratas chocaron con el rechazo absoluto de la energía atómica por parte de los comunistas. En el bloque burgués, los centristas destacan como los más antinucleares, apoyados débilmente por loi liberales, mientras que los conservadores se manifiestan a favor de dicha fuente de energía, junto a los socialdemócratas.

Las fisuras en la coalición burguesa sobre el tema obligaron a dimitir a Fälldin en octubre de 1978, al no poder cumplir su programa electoral y verse obligado a autorizar una nueva central nuclear. Le sustituyó, a la cabeza de un Gobierno minoritario de transición, el liberal Olla Ullsten, aún en funciones hasta la nueva consulta electoral.

El programa nuclear se vio totalmente paralizado a raíz del accidente de la central norteamericana de Harrisburg, y todos los grupos decidieron posponer la decisión final y consultar al pueblo, por medio de un referéndum que se celebrará en marzo de 1980. Se ha dicho que el accidente de Harrisburg ha tenido más influencia en Suecia que en el propio Estados Unidos.

En estas elecciones no sólo se discute el modelo energético a seguir y sus consecuencias económicas. Las políticas fiscal y familiar de cada partido son debatidas también, punto por punto, a nivel ciudadano. En cuanto al tema fiscal, la división entre los grupos alinea a socialdemócratas, comunistas y centristas, partidarios del aumentoo, al menos, del mantenimiento de la actual presión fiscal, base de los excelentes servicios sociales, frente a conservadores y liberales, quienes proponen una reducción de dicha presión, que grava alrededor de un 50% los ingresos del ciudadano medio, en el país que un economista definió como «una democracia de servicios públicos».

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_