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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hayek, Carrillo y el plan económico

EN LOS últimos días el programa económico del Gobierno ha sido criticado en sus fundamentos por dos personalidades cuya ideología y concepción de la democracia no pueden ser más opuestas: Hayek y Carrillo. En efecto, el premio Nobel de Economía Hayek ha expresado su desilusión al no entender en el PEG medidas suficientemente claras y decisivas que permitiesen respaldar las promesas gubernamentales de aceptación en la práctica del principio de economía de mercado. Mientras, Carrillo recusa el programa del Gobierno por su filosofía en favor del libre juego de las fuerzas del mercado y porque sean éstas las encargadas de sacarnos de la crisis.El secretario general del Partido Comunista de España ha realizado una hábil e inteligente crítica al programa económico (véase Mundo Obrero de 4 de septiembre), y el Gobierno haría muy mal en darle displicentemente la espalda. La carga política de la crítica de Carrillo está muy bien pensada y colocada en varios puntos vitales. En primer lugar, señala que el Gobierno, en su programa económico, está abandonando a los ciudadanos al paro. Y a las pequeñas y medianas empresas, a las dificultades propias de un período de debilidad coyuntural que agudizará sus problemas y acentuará la desesperación de los empresarios. En esas aguas revueltas, Carrillo propone una política económica basada «en un principio de solidaridad, que tiene que comenzar por dar una participación a la clase obrera en su elaboración y en su aplicación». Esto no significa, se apresura a decir, tina propuesta de Gobierno de concentración, sino algo más preciso:

«¿Qué participación tienen los partidos obreros y los sindicatos en la concreción del plan?»Está claro que Carrillo está proponiendo, como mínimo, una vuelta al espíritu de los pactos de la Moncloa, y como desiderata, justamente lo que se rechaza: un Gobierno de concentración. En definitiva, un político profesional como Carrillo no quiere verse arrinconado entre el partido del Gobierno y el principal partido de la oposición, y trata de mantenerse en la brecha, sobre todo cuando entiende que los pactos de la Moncloa tuvieron una favorable acogida en la opinión pública española. Carrillo teme verse apartado del circuito Gobierno-empresarios- partido y sindicato socialistas, y elabora una crítica inteligente, porque cuenta con que la política económica del Gobierno, dada la profundidad de la crisis, no pueda solucionar a corto plazo los problemas del paro y la inversión. Frente a la alternativa de que los ciudadanos se vean abandonados al paro, el Partido Comunista propugna más actividad, y para evitar un fuerte rebrote inflacionista, alentado por importantes alzas salariales, sugiere, en definitiva, una mayor participación del partido y del sindicato comunista en la elaboración de la política económica. Por supuesto, la premisa de Carrillo, sobre la que se basa su argumentación, es precisamente la de que un programa económico fundamentado en la economía de mercado es algo completamente inoperante y no merece el calificativo de plan, ni de que pueda obtenerse del mismo ninguna eficacia. En consecuencia, es necesaria otra alternativa para evitar «que las cosas sigan marchando a su aire, empeorando y suscitando serias confrontaciones sociales».

El Gobierno continúa teniendo la palabra. En el PEG se proclama con insistencia el fortalecimiento de la economía de mercado, pero entre sus propuestas concretas hay quienes, como Hayek, viejo e inteligente liberal, no encuentran respuestas y argumentos suficientes a la hora de valorar las medidas anunciadas como exponentes claros e inequívocos de que el Gobierno adopta una política económica concreta y eficaz (véase EL PAÍS 15 de agosto pasado).

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Atención, paes, señores del Gobierno, a la opinión contraria de un viejo liberal y a la crítica de un hábil eurocomunista. Lo peor que puede, y lo último que debe hacerse en política es despreciar al adversario.

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