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Comienza con incidentes la conferencia constitucional sobre Rodesia

El secretario del Foreign Office, lord Carrington, inauguró ayer la conferencia constitucional sobre Rodesia con una apelación al entendimiento entre las diversas partes del conflicto. Pero indicó, poco después del discurso inaugural, que las perspectivas de éxito no eran demasiado optimistas. Y para confirmar el sombrío panorama pintado por Carrington, un incidente estuvo a punto de dar al traste con la ceremonia inaugural.

Una hora antes de iniciarse la reunión en la Lancaster House, un antiguo palacio habilitado para conferencias internacionales, los dirigentes nacionalistas Joshua Nkomo y Robert Mugabe manifestaron que no ocuparían los sitios que les habían sido asignados por el Gobierno británico en la mesa de conversaciones, por encontrarse «frente a frente a un puñado de asesinos como Abel Muzorewa e Ian Smith».Sin embargo, en un verdadero alarde de desconexión informativa, Nkomo y Mugabe hacían su entrada a la hora prevista y ocuparon los sitios previamente señalados por los funcionarios británicos en una mesa cuadrangular, a la izquierda del presidente, lord Carrington, y frente por frente a la delegación de Salisbury. El propio Mugabe, obviamente desconociendo la declaración de su portavoz, declaró a la salida del hotel donde se hospeda que «no tendría sentido haber aceptado la convocatoria y no asistir el primer día de reuniones».

Carrington pronunció un discurso conciliatorio, en el que se limitó a lamentar la continuación de las hostilidades en la zona, coincidiendo con el comienzo de la conferencia, y añadió que «el pueblo rodesiano no perdonaría fácilmente a cualquiera de las partes que le privase de la posibilidad de conseguir un futuro en paz».

El secretario del Foreign. Office y presidente de la conferencia, que constituye la undécima iniciativa internacional sobre Rodesia, desde la declaración unilateral de independencia efectuada por Ian Smith en 1965, puso de manifiesto que Gran Bretaña tiene «otras sugerencias» que proponer a la conferencia, pero que antes de exponerlas deseaba establecer primero qué medida de acuerdo existía sobre las propuestas ya circuladas.

Y es precisamente ahí, en la definición de los objetivos de la conferencia, donde reside la madre del cordero, porque mientras que para Gran Bretaña de lo que se trata es de conseguir un acuerdo sobre un nuevo texto constitucional, «aceptable a la comunidad internacional», que permita la celebraciónde nuevas elecciones, tanto Muzorewa como los líderes del Frente Patriótico rechazan, por razones distintas, esta tesis británica.

Muzorewa no quiere nuevas elecciones y alega para ello que los comicios que le llevaron al poder en abril fueron limpios e imparciales. Y, por su parte, Nkomo y Mugabe sólo están interesado,s en saber quién y cómo va a realizarse la transmisión de poderes en Salisbury. Dándose cuenta de la ingente tarea que tiene por delante, lord Carrington ha declarado que «sería una locura y un pecado de superoptimismo pensar que la tarea es fácil».

«Existe una verdadera zanja entre las dos posiciones. Pero también existen razones para pensar que todos desean llegar a un arreglo sobre la cuestión. Pensemos, por ejemplo, en la dantidad de dinero que esta guerra cuesta a todos», dijo. El coste de las hostilidades le supone al régimen de Salisbury una cantidad equivalente a los ochenta millones de pesetas diarios, mientras que las débiles economías de Tanzania, Zambia y Mozambique se resienten del apoyo de sus Gobiernos a las guerrillas del Frente Patriótico.

De ahí la importancia que va a tener el papel de los Estados africanos, de una parte, y de Gran Bretaña, de otra.

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