Primera noche de la Gran Vía
Para sentir y saber que uno está de vuelta, lo primero y mejor que tiene que hacer uno es pasear la noche madrileña por la Gran Vía, canal veneciano de una ciudad de secarral, alto curso del agua fosforescente de anuncios y pululada de amigos desconocidos. Se me entra en corto y por derecho un gitano/ taurino /urbano:-Mira, Umbrá, soy el Camborio. Voy a revolucioná la fiesta, he inventado la pornotauromaquia. No te doy más detalles. Nos des ahora más detalles. Pronto habrás de hablar de mí.
-Vale, Camborio. Aquí estamos para una necesidad.
Me muestra el carné de matador y se va. Fracasado el Cordobés, alguien tiene que salvar la fiesta y la raza (la de los toros, que aquí en Madrid no somos racistas). A lo mejor la pronotauromaquia salva la cosa. Ahora que Tierno nos regala pases municipales a Carmen Díez de Rivera y a mí, a ver si va a pasar que se va a acabar la fiesta. Siempre llega uno tarde al poder, Carmen.
-¿Uzté ez el zeñó Umbrá?
-Nos vamos aproximando a ello.
-Puez claro que zí, mi amo, yo lo leo ziempre en el periódico, y luego me pongo a ezcribí y me digo zi ezto, ya lo ha hecho e zeñó Umbrá, y voy lo rompo.
Es un negro joven, con gorra a cuadros, que habla muy bien el castellano. Pinta y vende sus pinturas en la Gran Vía, a la altura de Espasa-Calpe. De este modo se costea (en la selva parece que no hay becas) sus prácticas de castellano en España, porque luego es profesor de nuestra imperial y avasalladora lengua en su país. A ver si entre los dos conseguimos extender el cheli vallecano al Africa Central, contra lo que dice Martín Descalzo de que el cheli no existe. Y pone como ejemplo de invención válida el ir ciego del flipado, porque ahí hay una imagen, pero niega el valor invencional de tronco, por amigo, sin ver que esta imagen es mucho más sutil y hermosa: equipara la amistad del hombre con la del árbol, tan fiel, quieta y duradera. ¿Hay algo más seguro que un tronco de árbol para descansar el cansancio de las etimologías y del mundo? Más troncos por la Gran Vía: José Luis Acquaroni, con el que me dedico a hablar mal de los escritores andaluces en general, puesto que él es escritor andaluz y eso tiene que gustarle. Nada castiga como la gloria de un paisano.
Quioscos de la Gran Vía, abiertos toda la noche, algunos, donde encuentro a mi viejo amigo y maestro Josep Plá, en la portada de Destino. Parece que de algo sirvieron los holocaustos de uno, contra Aurelias y Roigs. Los columnistas de Barcelona ya citan a D. Ors, sobre todo los de izquierdas, y Destino saca a Plá en portada, cuando no hace tantos años que le expulsó de la revista. Salut, viejo maestro.
Don Miguel de Unamuno en la alta noche. Erase que se era Alvaro Pombo, que algo unamuniano cuida en la barbita/ babucha, los espejuelos, la cuadratura del círculo de la cara y los continuos pespuntes de latín y griego que le mete a su parla sobre la menta, el poleo, la metáfora en Ortega o la finalidad de la novela. Alvaro Pombo, gallego unamuniano, revelación genial, escritor que va para raro y maldito, nos decapitó hace un par de años con sus Relatos sobre la falta de sustancia.
-Ahora he terminado una novela, El parecido, y preparo un ensayo sobre la metáfora en Ortega, ¿qué le parece a usted?
Alvaro y yo nos tratamos de usted. Le digo lo que me parece. Que ya en el título de la novela, El parecido, está, como siempre en él, Platón, la imagen de otra cosa, el reflejo, la sombra.
-Platón, Platón. ¡Pero Platón tenía vitola, Platón tenía vitola!
Toreros, negros, escritores, catalanes, amigos, enemigos, genios galaicos y chicas de Pasapoga. La Gran Vía está viva, la noche está viva, Madrid está vivo, España (o lo que sea este trozo candente de caos) está viva. Con nosotros no acaba ni la conspiración CEOE/Gobierno. Si la hubiere.
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