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LA LIDIAALMERIA: TERCERA CORRIDA DE FERIA

Botellazos contra Paula y Manzanares

ENVIADO ESPECIAL, A Rafael de Paula lo pudieron matar ayer en Almería a botellazos. Y con mayores probabilidades a José Mari Manzanares, pues cuando abandonaba la plaza le tiraron a la cabeza una nevera, entera y verdadera. Si no le dio fue por la falta de puntería del burro que la arrojó, pues le pasó rozando la moña.

El escándalo se desató en el quinto toro, simplemente porque le habían puesto tres varas. La gente de aquí (y de otros sitios) toma muy a mal esto de los puyazos, le da lo mismo como sea el toro, si fuerte o flojo, y piensa que cuando le hacen ir más de una vez al caballo es porque pretenden asesinarlo. De donde se deduce que si la res es un animalito desfallecido que sólo soporta un picotazo, aplauden; si es un toro hecho y derecho que necesita castigo, arman el escándalo. Es decir, que como entienden la lidia al revés, no hay nada más fácil y práctico que darles gato por liebre.

Plaza de Almería

Tercera corrida de feria. Tres toros de Félix Cameno (primero, segundo y sexto) y tres de Rocío de la Cámara, bien presentados, fuertes, con problemas. Rafael de Paula: media estocada (protestas). Pinchazo sin soltar y media caída (pitos). Siete pinchazos, aviso con tres minutos de adelanto, tres pinchazos más y estocada que asoma (gran bronca y botellazos). José Mari Manzanares: dos pinchazos y estocada desprendida (palmas). Dos pinchazos y estocada baja (palmas y pitos). Pinchazo hondo atravesadísimo y estocada corta (protestas y botellazos).

Desatada la lluvia de botellazos, daba más miedo el público que el toro, pero a Rafael de Paula, tan habituado a las broncas, le seguía dando miedo el toro, y con la muleta se limitó a trastearlo por la cara, para luego protagonizar con la espada un verdadero sainete. Botellas de todo tipo, incluso de champagne, estallaban en mil pedazos a sus pies. Volvió a nacer.

El sexto tenía trapío y seriedad, fuerza y genio también, y Manzanares no se atrevió con él. Un par de derechazos horrorosos con la muleta enganchada en los pitones y otro de naturales a juego le bastaron para decidirse a abreviar, y lo hizo fatal. Estaba despavorido. Así acabó una corrida que había sido lamentable en todo, porque los toreros no dieron una a derechas; el presidente tuvo una actuación demencial, y un importante sector del público convirtió en salvajada el espectáculo.

Los toros no habían sido fáciles, más tampoco imposibles. Tenían trapío, seriedad y problemas, que no debían ser insalvables para diestros con oficio. Pero Paula y Manzanares, que carecieron de valor, de responsabilidad y de recursos, renunciaron a torear. Paula se pasó la tarde tirando líneas a la defensiva, Manzanares, en su primero, no ligó un pase. Y en su segundo le faltó ruedo para pegarle hasta que se le ocurrió instrumentar un molinete a destiempo, que le marcó al toro la salida libre hacia su querencia de chiqueros y entonces al que le faltaba ruedo era al toro.

Las inhibiciones de Paula tenían su contrapunto en la inoperancia de Manzanares, y cada vez se reafirma más la imagen que éste da de mediocridad y falta de técnica. Que las circunstancias hayan convertido en figura a torero de semejante corte, es expresión clara de lo absurdo e injusto que ha venido siendo el montaje de la fiesta durante los últimos años.

Pero, en cualquier caso, por mal que hubieran estado los toreros, de ninguna forma se justifica el salvajismo de un público que los pudo matar a botellazos. La autoridad debe arbitrar los medios precisos por duros que sean, para que no vuelvan a producirse sucesos así.

Cambiando de tercio, pienso que no debo terminar la crónica sin hacer una aclaración. En la anterior me referí a las meriendas que se hacen en esta plaza y a una pareja de italianos, Nino y Nina, que no ofrecían puros toscani. Pues bien, cuando acababa la corrida de ayer, se me acercó el italiano y me dijo: «¿Es usted el señor Vidal?». Sí, yo soy. «Pues yo no soy Nino, sino Federico Devita y como hemos leído su crónica en EL PAIS, tenemos mucho gusto en obsequiarle estos toscani». Nos despedimos muy amigos y la aclaración queda hecha en su debido lugar.

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