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Reivindicación del dibujo

Fundación Joan Miró. Parque de Montjuich. Barcelona.

El dibujo, hoy una técnica en alza y casi supervalorada por los artistas y el galerismo contemporáneo, ha sido -pese a muy destacadas excepciones- el hermano pobre en la gran familia de las bellas artes. Para ciertos sectores inmovilistas, aún hoy es considerado un medio al servicio de la representación gráfica, un auxilio de otros procedimientos de mayor rango (pintura, escultura, arquitectura, etcétera), a los que sirve fiel y sumisamente sin gozar de protagonismo especial. Pero, en general, su especificidad e interés son reconocidos de modo creciente. Varios factores han contribuido a esta revalorización internacional del dibujo. Cabe destacar entre ellos la baja de los grandes concursos y bienales internacionales de pintura, la crisis de las tradicionales bellas artes, la adopción de nuevos recursos técnicos y materiales en el arte, la aceptación de medios alternativos y el lógico reconocimiento -artístico y mercantil- de los valores intrínsecos de que dispone el dibujo.

Otro problema, que no procede elucidar aquí, sería determinar qué es dibujo y qué no lo es cuando, como hoy sucede, aceptamos con gran laxitud todo tipo de medios que sobre los más variados soportes «dibujen» a tinta o a lápiz, en color o sin él, cualquier elemento gráfico que no sea estrictamente pictórico (óleo, acrílico, acuarela, etcétera).

Sin lugar a dudas, un premio de reconocimiento internacional ha contribuido desde 1962 a potenciar esa noción abierta y liberadora del dibujo que tanto ha beneficiado al arte como al artista se trata del Premi Internacional de Dibuix Joan Miró, que fue impulsado por el vanguardista y animoso Circle d'Art d'Avui, hace casi veinte años, en reconocimiento y homenaje al admirado pintor catalán defensor del alto valor artístico de toda obra dibujada, a lo largo de su vida. Desde entonces, y paralelamente a un movimiento internacional, el dibujo ha dejado de ser esa técnica «menor» o «auxiliar», para conquistar una apreciadísima posición, al límite de que en algunos casos ciertas figuras del arte contemporáneo son reconocidas por su quehacer dibujístico, del que se derivan sus medios de vida.

Experimentación y creación

Las bases del Premi, fieles a la estética mironiana, se abren a toda obra de «experimentación y creación» dentro de «cualquier técnica de dibujo» que sobre una superficie plana no sobrepase los 50 X 65 centímetros. Definición clara por su simplicidad y libérrima por sus pocas exigencias.

Dentro de este espíritu se ha convocado la 18º edición del premio, que ha recibido la generosa aportación de 424 artistas de todo el mundo, particularmente de aquellos países o bloques que, con el paso de los años, se han transformado en regulares participantes. Además de las lógicas concurrencias de los diferentes pueblos y regiones de España, es interesante consignar la de los países del Este (Checoslovaquia, Yugoslavia, Polonia, Hungría, Rumania), la del conjunto escandinavo, con Suecia a la cabeza; la latinoamericana (Cuba, Brasil, Argentina, Uruguay, Colombia, México, Chile), la de los países de la Europa occidental (Francia, Alemania, Suiza, Bélgica, Inglaterra, Italia, Portugal) y las nutridas de los EEUU, Canadá, Nueva Zelanda y Japón. Un encuentro sin reservas del Este y del Oeste, de los países del Norte y del Sur, en el área cultural.

La decimoctava convocatoria ha superado el ritmo creciente de participación alcanzado en las últimas ediciones (1976, 240; 1977, 332; 1978, 385; 1979, 424) y ha logrado algo que acaso no se consiguió en otros años: un nivel de calidad muy aceptable, consecuencia de la autoexclusión de muchos dibujantes que, a la vista de la línea seguida por los premios y selecciones anteriores, han optado por la abstención, mientras que otros, animados por la trayectoria pasada, han decidido participar, lo que, como consecuencia, ha dado una gran heterogeneidad de temas y una enorme diversidad de procedimientos dentro de las corrientes más en boga del arte contemporáneo. En líneas generales, se detecta un retorno al realismo con acentos críticos, fantásticos o retro, una pervivencia de toda abstracción (tachista, caligráfica, geométrica o de superficie de color) y frecuentes escarceos cinéticos, conceptuales, pop, neorrománticos, etcétera, que ofrecen un repaso a todo lo que etiquetamos como «actual».

Los premios Joan Miró

El premio, que consiste en una litografía original de Joan Miró y una placa conmemorativa de plata, fue concedido al artista japonés Shichiro Enjoji (Kitakyushu, 1950), formado en la Academia de Bellas Artes de Suidobata (Tokio) y en Barcelona, por un delicadísimo dibujo de reiteradas. series geométricas, en el que se muestran los amplios registros de gradación propios del grafito. Las menciones, a las cuales se les otorga una placa de bronce acuñada con un diseño de Joan Miró, han correspondido a Doina Simionescu, de Rumania, por un dibujo de corte caligráfico; al escultor canario José Abad, por una evocación mitad revivalista, mitad conceptual; a Gracinda Marqués, de Portugal, por un minucioso trabajo en la línea ecológica; al catalán Xavier Bulbena, por una obra de buena composición cromática, y a la argentina Diana Dowek, por una aportación muy en línea del realismo crítico latinoamericano. Formaron el jurado, entre otros, la arquitecto Anna Bofill, los críticos Alexandre Cirici, J. Corredor-Matheos, Francesc Miralles, el profesor Xavier Rubert de Ventós, el pintor A. Ràfols Casamada y Jorge Glusberg, del CAYC de Buenos Aires.

Una nueva edición del Premi y una constatación más del reconocimiento que internacionalmente se da a este certamen y al dibujo como medio de creación.

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