"La alegría de la huerta" y "La alsaciana", en la Zarzuela

Si la mayor parte de la obra de Chueca -y también la más representativa- está ligada a Madrid, no dejó de cultivar el autor de La Gran Vía otro tipo de género chico, folklorizante y regional, del que es ejemplo La alegría de la huerta. Estrenada en el Eslava (el viejo teatro del pasadizo de San Ginés, llamado a desaparecer) en enero de 1900, obtuvo gran éxito tanto por la gracia o, como dice Antonio Valencia, la «eutrapelia teatral» de García Alvarez y Antonio Paso, cuanto por la fresca partitura de Chueca. La huerta murciana, con sus fiestas, bailes y la casi inevitable procesión, sirve de fondo a un desfile de tipos que parecen arrancados de los dibujantes de Blanco y Negro: los músicos de la banda, su director, el maestro Heriberto Compasillo, el ciego con su melopea, las beatas alternando «salve y «cotilleo», todo un ambiente, en fin, en el que centrar la anécdota amorosa fuertemente sentimentalista. Chueca sacó partido a todos, creó una serie de números modéficos en su sencillez y consiguió una vibrante jota. Obra de actores y de cantantes, tuvimos en la reposición de la Zarzuela las dos cosas: la chispa de los Castejones y la buena voz y el buen decir de Evelia Marcote y Ricardo Muñiz.Al filo del año veintiuno, salta del anonimato a la popularidad el toledano Jacinto Guerrero, que golpeó tres veces en la puerta del éxito: con La alsaciana, La montería y Los gavilanes. La primera, sobre el libro de Ramos Martín, tiene algo de opereta y mucho de la característica facilidad melódica del músico de Ajofrín. Quizá el triunfo, en su momento, estuvo montado sobre el acierto de una frase lírica: «Capitán, capitán, que vas a combatir.» Guerrero, de cuyas dotes musicales naturales escuché hablar muchas veces a su maestro, Conrado del Campo, vino a convertirse, por instinto y voluntad, en un Chueca de un Madrid menos caracterizado, más cosmopolita y, en suma, de relativo interés. Caló en amplias masas de público, incluidas las más populares, en su afán, tantas veces conseguido, de que los espectadores salieran del teatro cantando sus melodías.

Josefina Meneses y Martín Grijalba cantaron excelentemente los papeles protagonistas, bien asistidos por Rafael y Jesús Castejón, Esther Giménez, la Font y Mario Ferrer. Como en toda la temporada, los recursos escenográficos de Pere Francesch, en esta ocasión también «regista», el coro titular, que dirige José Perera, el «ballet» de Alberto Lorca y la orquesta colaboraron a los buenos resultados, garantizados por la, dirección musical de Manuel Moreno Buendía.