Bonet "promadrileño"

El texto de Juan Manuel Bonet aparecido en EL PAIS (26 de julio de 1979) acerca de un artículo mío publicado en la revista de arte Batik (número 50,junio-julio 1979) me obliga a una respuesta que clarifique el exacto sentido de lo que yo afirmaba, dada la manipulación que mi amigo Bonet hace de dicho escrito.El, tono de Bonet deja entrever unas ansias feroces de cruzada promadrileña, como si mis palabras distinguieran entre escritores barceloneses «buenos» y madrileños «malos». Parece ser que existe un cierto nerviosismo sobre el tema al cual no ha podido, visceralmente, sustraerse Bonet, cuando en realidad mucho más fructífera hubiera sido una crítica teórica acerca de los contenidos que animan las distintas tendencias que yo citaba, independiente de su lugar de origen. Pues mi distinción geográfica venía motivada por una evidente diferencia en la manera de hacer crítica entre los dos lugares (diferencia sobre la cual lo interesante sería analizar sus razones o proveniencias), pero en ningún modo para atribuir «la bondad» a un solo bando.

Creo que Bonet se ha aferrado a una frase que puede provocar un malentendido: cuando yo aludo a la crítica más joven catalana digo que intenta huir de la «literatura barata», aludiendo con ello a los numerosos textos triviales que proliferan en los catálogos de exposiciones. Pero Bonet (el inconsciente hace trastadas) ha interpretado esta literatura barata como la propia de la crítica-madrileña, a la cual yo sólo defino como «un intento de escapar al formalismo reinante mediante un tono poético muy personal y muchas veces tan alambicado como las propias pinturas que comentan».

En otros lugares he afirmado cómo se vislumbra, tal como propone Lyotard en un artículo precisamente aparecido en Artilugi, una crítica «creativa» que puede ser una alternativa válida al excesivo formalismo, a la transcripción en palabras de lo que se ve, o a las ansias de juzgar, condenando o mitificando obras, tan usuales entre ciertas críticas de tendencia. Pero estamos en un punto de descrédito tal acerca de la bondad suprema de ciertas metodologías, que más bien parece que la cuestión ha de zanjarse a nivel de la calidad (es decir, del nuevo saber que se aporta sobre la obra en cuestión) y no tanto de la metodología empleada. Pues claro es que proliferan los textos marxistas que nada hacen, salvo repetir esquemas, como claro es que proliferan los textos poéticos que no pasan de ser divagaciones fáciles.

Por otro lado, he de recordar que Bonet omite deliberadamente todas aquellas matizaciones que yo señalo respecto a las tendencias catalanas.