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Preocupación en un condado británico por la muerte de un gorrión

Gran Bretaña llora hoy la muerte de un humilde gorrión, cuya ejecución fue decidida por el párroco de un pequeño pueblo del norte de Inglaterra.La escena se desarrolló en la iglesia de Santa Helena, en Brant Broughton, una tranquila localidad rodeada de verdes colinas, merecedora de un paisaje de Gainsboro y situada en el condado de Lincolnshire.

Un guitarrista clásico, Konrad Ragossnig, se disponía a ofrecer un recital a la concurrencia local, recital que iba a ser grabado para un programa musical de la BBC, radio 3. Cuando Ragossnig se disponía a comenzar su actuación, la atención del público se concentró en un pequeño gorrión blanco y pardo que, tras penetrar por una ventana, se posó en una de las vigas de la iglesia. El guitarrista empezó a tañer el instrumento y el gorrión a trinar. El maestro paró y el gorrión hizo otro tanto. Vuelta a empezar. La escena se repetía matemáticamente, con el inconveniente de que los trinos eran más fuertes que el sonido de la guitarra.

Ragossnig se levantó airado y se dirigió al párroco, el reverendo Robin Clark: «O el gorrión o yo», le dijo. El reverendo pidió al público que desalojara la iglesia y ordenó a su hijo la ejecución de la modesta avecilla. Su orden fue cumplida sin rechistar. Un certero disparo de una escopeta de aire comprimido derribó al gorrión, que cayó muerto al suelo desde la viga donde se encontraba.

El recital se celebró a continuación.... pero con la única asistencia de los técnicos de la BBC que grabaron el programa, el reverendo y su hijo. El resto de la concurrencia abandonó horrorizado el reciento parroquial.

Los vecinos, la prensa nacional y la sociedad protectora de animales se han lanzado en picado contra el vicario de Santa Helena. Titulan los peródicos: «Gorriones, cuidado con el reverendo Robin.» «¿No se ha enterado ese reverendo», pregunta airadamente el Daily Mirror, «que la Biblia dice que Dios también se preocupa de las criaturas tan insignificantes como los gorriones?». Y le recuerda el versículo 29, capítulo X, de San Mateo.

Varias denuncias han sido presentadas a la policía local. Pero un portavoz de la comisaría ha manifestado que no podían intervenir, porque los gorriones no se encuentran entre las especies protegidas por la ley.

El reverendo ha reconocido su error. Para disculparse, ha empleado el eufemismo nacional británico: «I am sorry» (Io siento), frase que se utiliza en este país para excusarse de cualquier cosa, desde un ligero tropezón en la calle hasta un asesinato en primer grado.

El suceso es digno de un poema de Keats. ...Y el pobre gorrión, atravesado, realizó abruptamente su último vuelo.

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