Finaliza el II Encuentro Mundial de la Comunicación
Entre el 23 y 29 de julio, en el soleado y estimulante escenario de Acapulco, vidriera para el mundo de un México consumista, pintoresco y lujoso, los invitados al segundo Encuentro Mundial de la Comunicación coincidieron, entre otros temas, en que el sistema vía satélite está desplazando rápidamente a las microondas, y así pronto los herederos de los sputniks serán la clave de una alucinante industria universal de las comunicaciones por imágenes.Sin embargo, detrás de estos y otros debates, algunos técnicos y otros humanísticos, en tomo al papel de la televisión en las comunicaciones, se jugaba un proyecto mucho más alto y ambicioso. En realidad, el encuentro fue, por un lado, un foro destinado en apariencia a la discusión neutral y desinteresada de la cultura de la imagen, como teorizara alguna vez Marshall McLuhan. Pero, por encima de especialistas como Abraham Moles y Wilbir Schramm, o escritores como Octavio Paz o Juan José Arreola, la concurrencia predominante consistió en ejecutivos y gerentes de las grandes cadenas televisivas internacionales, especialmente las estadounidenses.
No hay que olvidar en este cuadro que el organizador del evento fue el oligopolio mexicano Televisa, dueño de cuatro de los seis canales de México. Televisa es un consorcio del gran capital nacional, donde concurren grupos financieros, como el Alfa, de Monterrey, y otros asociados. En una palabra: la burguesía, producto privilegiado de las condiciones para el desarrollo capitalista creadas por la revolución.
En torno al encuentro, con sus cuatro canales y otros medios, Televisa montó una enorme campaña publicitaria destinada a un objetivo: sacralizar las bondades de la televisión.
La «civilización unidimensional», como dijera Marcuse, bien puede absorber las tímidas llamadas en favor de una televisión educativa de Arreola, o los discursos por la democracia, el debate y la apertura crítica de Octavio Paz. Esto fue el detalle lujoso del conclave.
Pero hay algo más. Al mismo tiempo que se ofrecía esta imagen de eficiencia, diversión y pluralismo, en la industria cinematográfica estatal estallaba el escándalo. Todo el sistema y el conjunto de sus dependencias eran puestas bajo una auditoría y una investigación de la Procuraduría Federal de la República. Casi toda la plana de altos funcionarios fueron detenidos e interrogados. Y, casi al unísono, la filial cinematográfica de Televisa, Televicine, lanzó un gigantesco plan de expansión, que incluye la producción de cuarenta películas por año. En esta primera etapa ya se coproducen con España dos títulos: La criada se enamora y Sor Metiche. Fabian Arnaud, director de Televicine, fue explícito en sus declaraciones: «Nos parece que la función del cine es divertir». El cine político, en cambio, le resulta creador de «controversias».
Así es como, en definitiva, a la decadencia de las microondas, teorizada en Acapulco, se asoció otra ofensiva más del capital privado sobre el estatal y en una industria básica, como es la del espectáculo.
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