Moscú no se ha tragado todavía la ofensa de Tito
La silueta de las torres de las iglesias señala la llegada de cada pueblo, son torres finas, estilizadas, casi románicas, que a veces se engordan bruscamente en el tope -la llamada torre de bulbo o de cebolla-, característica del rito ortodoxo. Así luchan en el horizonte romanidad y eslavismo sobre tierras yugoslavas en el corazón de Europa...Oiga usted -digo-, ¿y cuando muera Tito?
El español sabe de esta pregunta oída durante años y referida al general Franco. Los yugoslavos llevan también años oyéndola. Inconvenientes de pertenecer a un Estado que en lugar de un Gobierno tiene un nombre (¿quién sabe quién es el presidente de Suiza, por ejemplo?).
-Dígame ¿qué va a ocurrir? Hace diez años un croata me aseguró que lo peor era la amenaza servia contra su pueblo. ¿Es cierto?
Mi interlocutor es hombre culto, profesoral, tranquilo y, al parecer, sin fobias ni filias extremadas, uno de esos hombres que acepta lo que le llegue sin entusiasmo, pero que no pierde el tiempo en la lamentación...
-No. Si el caso llega, no creo en un problema regional; el país, aunque diferente, se ha acostumbrado a vivir unido...
-Menos en el caso croata. Recuerde lo ocurrido en Suecia cuando los croatas secuestraron un avión y llegaron a España...
-Me acuerdo. Precisamente el asilo que les dio el Gobierno español de entonces cortó el camino ya muy adelantado de la reanudación de relaciones entre ambos países, camino que ahora, afortunadamente, se ha vuelto a abrir. Pero usted me hablaba de los croatas; son pocos pero decididos, algo parecido a ETA en casa de ustedes. Gran entusiasmo e, incluso, a veces, ingenuidad. Hace años intentaron un golpe al estilo de Fidel Castro, entrando por la frontera.
-¿Qué frontera? Una frontera que permita el paso de un grupo similar tiene que ser de un país que simpatice con el movimiento -llamémosle- liberador.
-La frontera era la austríaca y, naturalmente, no culpo de complicidad al Gobierno de aquel país, sino a los grupos nazis que todavía existen en él y que operan a favor del movimiento croata. Como le decía, entraron, captu-. raron un camión de leña y se refugiaron en la montaña con él. Nadie supo durante unos días del hecho, aparte de que había desaparecido extrañamente un vehículo de esas características. Hasta que unos cazadores se encontraron de pronto cazados a su vez por el grupo. Les retuvieron unos días haciéndoles lo que imaginaban sería un eficaz lavado de cerebro sobre sus objetivos políticos... Cuando les soltaron creían que los alumnos se dedicarían a expander la propaganda entre la masa y que pronto se les unirían miles de croatas ansiosos de libertad. Naturalmente, lo que ocurrió fue que los cazadores avisaron a la policía y un destacamento terminó en media hora con los sueños de los invasores. Fueron fusilados tres o cuatro y encerrados el resto. En el país no se movió nadie a su favor.
-¿No cree que haya entonces un sentimiento de añoranza por una Croacia libre como la que existía en tiempos de Hitler?
-¿Qué Croacia? Eso tendria razón de ser si aquél hubiese sido un país con fronteras naturales. Pero los italianos le habían tomado toda la costa dálmata, los húngaros y los alemanesparte del Norte. Aquella Croacia que había reivindicado su identidad tras tantos años de opresión resultaba sólo una zona alrededor de Zagreb. No, no es para levantar a nadie esa reivindicación. Los croatas tienen ahora autonomía, deciden por si mismos todo lo que se refiera a sus finanzas, a sus carreteras, a su educación. Sólo la defensa y la política exterior dependen del Gobierno Federal de Belgrado. Creo que les basta y están,contentos.
-¿Entonces, el sistema federal funciona?
Las revoluciones no vuelven atrás
-Funciona con sus problemas, claro -se ríe-, mire, hace años ocurría que el tren de Lubianka a Belgrado costaba menos de ida que de vuelta porque, siendo cada Estado autoridad en su territorio, ponía las tarifas que le parecían bien. Hubo que llegar a un acuerdo. Otras veces se trata del aprovechamiento de un embalse, por ejemplo. La República en el que está situado se niega a compartir la electricidad con el vecino porque «el embalse es suyo». Entonces interviene un cuerpo federal, el Consejo Nacional, que intenta conciliar las distintas posiciones y, si no consigue agradar a todos, desagrada, al menos, a los dos de forma pareja y, por tanto, más justa.
-Bien. No cree usted entonces en un problema regional a la muerte de Tito... ¿Social?
-Tampoco. Las revoluciones generalmente no vuelven atrás, aunque intenten humanizarse más o menos después de los primeros años de lucha. El problema, para mí, está en lo internacional...
-Es decir, la URSS.
-Es decir, la URSS. Yo estoy totalmente convencido de que Moscú no se ha tragado todavía la ofensa de 1948. Piense usted que éste ha sido el único país satélite que dejó de serio por las buenas.
-Mientras Hungría y Checoslovaquia...
Parece un poco molesto por la alusión...
-No compare, por favor. Este es un pueblo con conciencia patria, estaba armado hasta los dientes y hubiera luchado contra los rusos como luchó contra los alemanes: sin desmayar.
-Pero tiene usted miedo...
-No diga eso. Pero pienso que la URSS sigue siendo la heredera de los zares en cuanto al imperialismo se refiere. De allí, sólo de allí, podría venir el peligro si muriera el primer defensor del país, Tito. Con él vivo no se atreven...
Preside numerosos establecimientos, no en todos... Pero ahora, especialmente en varios escapa ates de Zagreb, está el retrato del mariscal con orlas, los titulares de los periódicos explican la razón. Ha sido condecorado como héroe nacional por tercera vez...
-¿Por tercera vez? ¿Se puede ser héroe nacional varias veces?
Mi amigo sonríe,
-Eso parece. Lo fue primero al llegar el final victorioso de la guerra, luego a los veinticinco años de mando, ahora se lo han vuelto a dar.
Mujeres trabajando en los campos, mujeres descargando hierba de un camión en la plaza del pueblo... Lo mismo que en los demás países socialistas, la igualdad, a la que tanto aspira el women's lib, es una realidad constante. La carretera es irregular, trechos buenos y malos, sustituidos por un piso perfecto sin que adviertan, antes ni después, del cambio. Como en España.
Sí, Yugoslavia tiene mucho de España. La plaza de la República, de Zagreb, podría ser perfectamente la plaza Mayor principal de cualquier capital provinciana. La campesina, pañuelo negro en la cabeza, se siente en su casa.
La misma confusión, la misma suciedad en la calzada, la misma cantidad de gente que parece no ir a ninguna parte, el mismo tipo moreno (peor aliñado, es cierto), mirando fijamente a las mujeres.
-¿Tienen el Herald Tribune; sí, el Vogue también. Toda la prensa extranjera llega puntualmente -qué contraste con Hungría: veo en un escaparate una traducción de La familia de Pascual Duarte, de Cela.
-¿Y la censura?
Medita.
-Hombre, oficialmente no hay. Pero el editor se guarda mucho de lanzar algo que le pueda causar problemas. Ya ve usted, aun cuando nos independizamos de los rusos se procura no molestarles innecesariamente. El embajador soviético está siempre dispuesto a protestar cuando sale algo en el periódico que pueda ofenderle, y se ofende fácilmente; cunosamente, les preocupa más la alusión a la extrema izquierda que a la derecha. De Trotsky, por ejemplo, todavía no se ha podido editar nada en Yugoslavia, aun siendo una figura histórica, y las obras sobre el anarquismo están «desaconsejadas». ¿Conoce la expresión?.
-Desgraciadamente, sí. He vivido muchos años en la España de Franco. Hábleme de Milovan Yilas.
Sonríe.
-Esperaba la pregunta. No viene un solo intelectual del Occidente que no lo haga. Mire usted, honradamente creo que está pasado de moda. Lo que-pretendía está prácticamente conseguido sin su colaboración... Ahora vive cómodamente en su casa, recibe los derechos de autor de los libros publicados en el extranjero (no aquí, claro), incluso le han devuelto la pensión que le habían retirado con ocasión de sus procesos...
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Los turistas y los emigrantes nivealan la economía
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