"La difusión de mensajes culturales está en manos de emisores privilegiados"
Entrevista con Antonio Pascuali, subdirector de Cultura y Comunicación de la Unesco
Antonio Pascuali, venezolano, fue director, hasta el año pasado, del Instituto de Investigaciones de Comunicación de la Universidad Central de Venezuela y miembro del Consejo Nacional de la Cultura. En la actualidad es subdirector general adjunto del sector de Cultura y Comunicaciones de la Unesco. Ha publicado Comunicación y cultura de masas, Comprender la comunicación y El aparato singular. En estas y otras publicaciones ha estudiado a fondo las proyecciones culturales y la labor, muchas veces de degradación cultural, de los medios de comunicación masivos. Ultimamente ha estado en España, concretamente en Burgos, donde ha asistido como representante del director general de la Unesco al simposio sobre industrias de la cultura. Conversó con él José F. Beaumont.
Pregunta. ¿A qué se debe el interés transnacional por el fenómeno de las industrias culturales?Respuesta. El fenómeno de las Ramadas industrias culturales (la definición la han dado los filósofos de la Escuela de Francfort Horkheimer y Adorno, en Dialéctica del iluminismo) es universal. Afecta por igual a los países pobres y a los países ricos. El hecho de que posiblemente resulte más pertinente estudiar este fenómeno en los países Norte-Sur o en el eje de las relaciones Norte-Sur responde a un criterio científico, porque para estudiar la salud hay que estudiar la enfermedad y la enfermedad es reconocida como el elemento más importante para la definición de la salud. Pues bien, donde la industria cultural produce relaciones más enfermizas es en sus relaciones de dominio y de dependencia de países ricos y pobres y es, precisamente, allí donde resulta más pertinente el estudio del impacto de las industrias culturales.
P. ¿Por qué ese empeño de la Unesco en considerar la cultura unida a los fenómenos de comunicación?
R. El enlace cultura y comunicaciones quiere expresar que la comunicación debe ser entendida esencialmente como un fenómeno cultural. En este final de siglo se comienza a ver que la inmensa mayoría de los fenómenos culturales son a la vez fenómenos de comunicación, es decir, fenómenos de transmisión, de circulación, de difusión, de diseminación de los mensajes, de los productos y de los bienes culturales. Antes también se había ocupado la Unesco de las comunicaciones, especialmente de la política de comunicaciones, de la circulación libre y equilibrada de la información en el mundo y del desarrollo universal y justo de sistemas de comunicación.
P. ¿Cuál es la influencia de los medios masivos de comunicación en la transmisión de mensajes culturales? ¿Producen, como se ha dicho, una masificación y homogeneización de la cultura?
R. Todo mensaje que circula por un medio masivo produce efectos de propaganda, sea cual sea su contenido, y convierte al emisor en un emisor privilegiado. El emisor debe tener conciencia de que es el único portavoz de millones de receptores mudos que le han confiado su capacidad de expresarse. La Declaración Universal de los Derechos del Hombre y casi todas las constituciones del mundo garantizan a todos el derecho a expresarse libremente por todos los medios. Esto es un sueño romántico. La tecnología actual hace que sólo unos pocos emisores privilegiados hablen en nombre de todos. Pero nos encontramos universalmente con un proceso de «arrogancia» del emisor frente al receptor mudo y esto produce enormes extorsiones que deben ser corregidas mediante una campaña de moralización del emisor y mediante leyes bien precisas que limiten las acciones del emisor sin limitar la libertad de expresión. Por emisor entiendo aquí, genéricamente, a toda persona, física o jurídica, que tiene el poder de hacer circular un mensaje. Hoy día predomina el fenómeno de la distribución cultural por encima de la producción de bienes culturales. Hemos llegado a un punto en el que es más importante el cuánto, la manera, el porqué y el cómo circula un mensaje que el contenido mismo de ese mensaje. No olvidemos las tesis, por ejemplo, de McLuhan, que decía, por una paradoja, por supuesto inaceptable, que no importaba lo que decía Hitler, lo importante era que hablaba a sesenta millones de alemanes por el medio radio y que el solo hecho de convertirse en emisor le convertía en líder. Todo emisor de mensajes es un líder de opinión. Y el hecho de que un solo mensaje sea emitido por un solo emisor y recibido por millones de receptores hace que se produzca un fenómeno de homogeneización y masificación.
P. ¿Puede presentarse como solución, por ejemplo, la circulación de mensajes culturales en doble vía?
R. En 1976 los Estados miembros de la Unesco aprobaron por unanimidad un documento sobre acceso y participación en la comunicación. Acceso expresa la capacidad del receptor y participación, la capacidad del emisor. En el mundo hay demasiado acceso a los mensajes y muy poca participación en la confección de los mensajes culturales. Se trata de reequilibrar al universo en términos de participación. La participación debe ser siempre más democrática. El emisor debe multiplicarse. El fenómeno de la televisión por cable puede ser en parte un recurso. Magnus Hans Enzesberger señalaba hace anos que deberían destruirse todos los sistemas masivos de radio y televisión y debería hacerse de cada ciudadano un emisor y un receptor. Este hecho posiblemente reportaría el caos. Creo que la solución está en los servicios públicos pero democratizados. Hay que mantener medios en los que tengan participación democrática todos los ciudadanos.
P. ¿Puede considerarse a la Unesco en el proceso de transmisión de mensajes culturales y en el orden internacional de la información como interlocutor válido de todas las tendencias de los países miembros?
R. Algunos dicen que todo ha cambiado en la Unesco porque esta agencia ha dejado de ser lo que era hace veinte años, es decir, un club de países ricos. Ahora predominan en ella los países en vías de desarrollo. También se ha acusado a la Unesco de producir una especie de mayoría automática de votación siempre a favor del Tercer Mundo. Lo cual tampoco es cierto.
Babelia
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