La ley General Penitenciaria contó con la aprobación unánime del Congreso
La segunda ley orgánica, es decir, de Desarrollo de la Constitución, fue aprobada ayer por el Pleno del Congreso de los Diputados prácticamente por unanimidad. La votación final sobre el conjunto de la ley General Penitenciaria -que requería mayoría absoluta de votos afirmativos, o sea, 176, obtuvo 284 votos favorables, ninguno en contra y dos abstenciones. Según el partido gubernamental y los de la oposición, la colaboración entre el Parlamento y la Administración, con la mediación del director general de Instituciones Penitenciarias, fue decisiva, tanto para la calidad de la ley como para suscitar este amplio respaldo.
El proceso de elaboración de esta ley, seguido muy directamente por el señor García Valdés incluso en el ámbito parlamentario, tanto en ponencia como en comisión, se completó ayer con la presencia en la tribuna de público del director general de Instituciones Penitenciarias, a cuya contribución se refirieron varios de los diputados que intervinieron en el debate. Como consecuencia del consenso obtenido por este procedimiento fue muy escasa la discusión en el Pleno de ayer sobre este tema.Entre las modificaciones al dictamen destacó la propuesta por la Minoría Catalana, según la cual los establecimientos penitenciarios, que el proyecto de ley consideraba dependientes sólo de la dirección general correspondiente, se conciben también como dependientes de las comunidades autónomas, de acuerdo con el texto del Estatuto vasco, ya aprobado, y con las previsiones del Estatuto catalán.
El diputado centrista Alberto Estella justificó la redacción del proyecto de ley en la inexistencia de estatutos de autonomía, así como explicó la aceptación de la enmienda en la competencia atribuida sobre establecimientos penitenciarios a la comunidad autónoma vasca en el artículo diez de su Estatuto.
Menos suerte tuvo la enmienda del comunista Josep Solé Barberá, quien propuso que los reclusos puedan tener alguna forma asociativa dentro de la prisión para la defensa de sus derechos, así como para colaborar con el régimen de los establecimientos penitenciarios. Tampoco prosperó la enmienda propuesta por el mismo diputado sobre la intervención de los jueces de vigilancia en las cárceles.
Terminado el estudio de los ochenta artículos de la ley y de sus disposiciones transitorias y finales, el presidente de la Cámara, Landelino Lavilla, la sometió a. votación de conjunto que corresponde a las leyes orgánicas, en aplicación del arrtículo 81 de la Constitución, según el cual «son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas...» El resultado de la votación fue de práctica unanimidad, ya que no se registraron votos en contra y las dos únicas abstenciones, correspondientes a los diputados socialistas señores Colino y Marín, se debieron, al parecer a un error en el uso del sistema electrónico de votación.
En el turno de explicación de voto el centrista Alberto Estella, justificó la no intervención del actual ministro de Justicia, Iñigo Cavero, por tratarse de una ley procedente del anterior equipo ministerial. Recordó al anterior director general, Jesús Haddad, quien inició una reforma que no pudo terminar por ser asesinado, y añadió que la ley irá unida siempre al nombre del actual director general, Carlos García Valdés. También agradeció la contribución de diputados como el socialista Rodolfo Guerra y el comunista Josep Solé Barberá.
El socialista José Luis Sáez Cosculluela recordó la importancia para la ley de la investigación parlamentaria realizada previamente a través de las comisiones de investigación del Congreso y del Senado, que habían descubierto la mala situación alimentaría, educativa, sexual y de todo tipo de los reclusos.
El comunista Josep Solé y el socialista Rodolfo Guerra agradecieron las menciones a su participación en los debates.
Más tarde, en los pasillos de las Cortes, el señor Cavero, recordando estas palabras, se dirigió al señor García Valdés y le dijo: «Te lo han puesto muy dificil. Ya ves que no es sólo el ministro el que insiste en que te quedes.»
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