Periodismo y novela
Manuel Vicent, licenciado en Derecho, periodista, anticuario, publicó su primera novela en el año 1966, Pascua y Naranjas, que fue galardonada con el Premio Alfaguara en una edición ciertamente muy reñida. Así pues, no nos encontramos con la obra de un periodista que, tras haber pulido su estilo y su percepción en la dura tarea de dar forma a la noticia, realiza una incursión en el campo literario; nos hallamos ante la obra de un novelista; pero el oficio, la exposición eléctrica de un contenido, la prosa flexible, jugosa, dominada subyace en cada página. Esta es la novela de un periodista que reasume y amplifica cada uno de los temas y estilos que han constituido su contribución habitual al periódico, para darles una forma más premedidatamente literaria.Buena muestra de lo. que decimoslo constituye los siguientes acerbos, mordaces retrasos al minuto de algunos políticos: «...Primero entra el socialista Gregorio Peces-Barba, con su gran masa carnal, el caracolillo sudado en la sien, la guatabera pegada por el sudor a las soberbias densidades de sus tetillas, fumando un veguero atenazado en su manaza, enarbolando su cabeza de ternero de concurso. Gregorio va a salvar a la Patria, dejadlo pasar, cuatro albañiles de Agromán lo traen en la silla gestatoria...»; o este referido a Herrero de Miñón, «...Herrero de Miñón es un saurio pilarista que se alimenta de artículos.... un letargo cruzado de pavito dulce de Navidad que picotea la jurisprudencia adornado con un escudo de como doro en el blassier...», en el fresco figuran casi todos los padres de la Patria y Fraga, por supuesto, no podía faltar; de Fraga dice: «...Llega arrastrando las charoladas aletas de foca.... la cabeza rapada de luchador de catch..., entra en el salón de baile como un búfalo unidimensional...» «...Suárez es el chico de la vespa que se lleva todas al huerto...» «...Clavero parece un cerdito de hucha...», y por último, esta pincelada que revela el derrotero estilístico de Vicent con toda claridad y las fuentes literarias en que se inspira: «... Enrique Múgica da la sensación de que se acaba de levantar del restaurante donde se ha comido una gigantesca ración de chucrut...»
Manuel Vicent
El anarquista coronado de adelfasEdiciones Destino. Colección Ancora y Delfin. 250 páginas.
Si tuviera que contraponer el estilo de Vicent al de otro escritor lo haría con respecto al Baroja de La busca o, más concretamente, a Azorín. No es un estilo exuberante, sino fácil, el discurso brota sin que.el escritor se aperciba de ello y el edificio se repleta de frases torrenciales, un verdadero diluvio de palabras que describen, matizan, se duelen del país, se burlan inmisericordemente, descarnadamente, de todo lo existente. Pienso que es posiblemente una forma de ser literaria. Uno rastrea y recuerda a Quevedo, a Larra; pero cae en la cuenta de que el autor situado al otro lado de la corriente reflexiona amargamente desde su buscada lejanía sobre el país, la gente, cosas, objeto con las que se ha chocado, que le vienen impuestas desde fuera a su existencia.
Hay una constante integración de objetos de consumo, referidos por sus nombres comerciales, en la escritura de Vicent; el efecto plástico que causan frases como: «...Pero nada de pelargón preparado, oyes, nada de heledón conzumo de naranja, nada de potitos bledine, nada de celac, nada de leche nido descremada...», o «...Un policía vestido de cortefiel...», o «...Es un encanto, un galán repartidor de donuts, este Suárez...»; es, tras una exposición muy elaborada estéticamente, impactante. Veo una reminiscencia en el uso de este tipo de recursos, de las técnicas del fenecido pop-art.
¿Cuál es el contenido de la obra? Un anarquista, profesor de filosofía, lucha contra el franquismo con dinamita, y desde las profundidades de la droga, del sueño o la desesperación rememora su infancia y recrea su presencia, y, en una especie de quevedesca, visita los infiernos, pone amargamente al país patas arriba. Aquí nada ha cambiado. Todo lo que existe merece perecer. Como ven resulta un tema sobre el que se ha abundado. Lo que vale la pena es como está dicho. Una creación. No ocurre demasiado, como en aquel dificil ejercicio al que se sometió un escritor al meter a cuatro sujetos en un barco de pesca y sin más materiales construir una obra soberbia. Pero ocurre de tal modo que el ejercicio de juego con el lenguaje, los continuos hallazgos, se convierten en un fin en sí mismo que justifica plenamente a la obra desde el punto de vista artístico. Esta es una experimentación lúdica, en la que el lector ha de seguir al escritor.
Babelia
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