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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El incendio de Zaragoza y la seguridad ciudadana

Impresionado por el horrible incendio que ha asolado el hotel Corona de Aragón, de Zaragoza, con el siniestro balance de casi un centenar de víctimas, deseo expresar en estas líneas la rabia y congoja que me embarga.Este es un país suicida que parece estar jugando continuamente con la muerte. Por estas fechas se ha cumplido el primer aniversario de la catástrofe del camping de Los Alfaques. Está todavía caliente la sangre inocente de los niños que perecieron en sendos accidentes de circulación en las provincias de Salamanca y Zamora. Quedan todavía rastros de la riada que inundó Valdepeñas. Semanalmente, las carreteras de este país se convierten en cementerios de docenas de españoles. La interminable nómina de vidas que perecen en nuestro país por causa accidental se ve engrosada continuamente y, lo que es más grave, sin esperanzas de restañar esta sangría.

Las justificaciones a estas tragedias revisten tantas formas como recovecos tienen las conciencias pusilánimes. ¿Y qué hace nuestro Gobierno? Vive en sobresalto, repartiéndose la asistencia a las ceremonias funerarias.

Es sarcástico que después de estas catástrofes se creen comisiones ministeriales, se levanten informes y se pretenda atajar la realidad con normas administrativas.

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En este país nunca llegamos a tiempo.

Hace unos meses estuve en Inglaterra y me quedé admirado de las medidas de protección que existían en los hoteles, precisamente para prevenir el fuego. Pero, lo que es más importante, existía una conciencia viva y permanente de la posibilidad del incendio, reflejada en multitud de carteles, avisos y aparatos de prevención que inundaban las paredes. Aquí, por el contrario, se revisten de material inflamable, que hace de tea en caso de combustión.

Carecemos de conciencia colectiva ante la posibilidad del evento dañoso. Vivimos en permanente situación de riesgo, cuya actualización se achaca a la fatalidad. Nuestro sistema de seguridad e higiene no ha pasado de la fase de la celebración de congresos en playas de moda.

Esto no puede seguir así, llorando a nuestros muertos. Hay que exigir responsabilidades y sancionar a los culpables. Las compañías de seguros no pueden seguir siendo el paño de lágrimas que oculta la impunidad. La justicia debe actuar con energía y llegar hasta los verdaderos responsables.

Y, por último, el Gobierno debe entender que la protección de la vida de los españoles y residentes en España constituye la primera exigencia de toda política. Y que ésta no sólo se hace en el Parlamento o en los Consejos de Ministros, sino que son las escuelas, las fábricas y las calles el ágora de la democracia.

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