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Entrevista:

"A un tío de la margen izquierda ¿qué le importa que le quiten los fueros?"

Mario Onaindía, el más grande y más tímido de los vascos, es un personaje clave en la política de su país en estos momentos, como lo fue en el proceso de una parte de ETA hacía el socialismo. Fue condenado en el Consejo de Burgos y más tarde fundador del partido político ElA, integrado en la coalición Euskadiko Ezkerra. Al día siguiente del acuerdo al que se ha llegado sobre el Estatuto vasco, se confiesa «feliz y contento, porque nunca pensé que se alcanzara tan pronto y sin recortes». En su opinión, el PNV se ha portado con honestidad con el resto de los partidos vascos, manteniéndoles informados de la negociación en todo momento. «Creo que lo hemos conseguido todas las fuerzas políticas de Euskadi.» Con él conversó Soledad Alameda.

«Recuerdo la primera vez que escondí propaganda en casa. Fue cuando el referéndum de 1966. Cinco kilos del PNV. Cuando volví por la noche, toda la familia estaba doblando los papeles. Fue una sorpresa para mí, porque de pequeños habíamos hablado de política en casa; pero hablar de política entonces, en Euskadi, entre los nacionalistas, era como hablar de religión. Por eso, cuando yo llevé el paquete de propaganda y lo escondí, me sentí como si estuviera robando algo. En aquella época, en el 1966, yo tenía dieciocho años y Euskadi era un país precioso. El PNV empezaba a admitir afiliados, cosa que no hacía desde 1939. Todos los partidos se reorganizaban o se organizaban por primera vez. Yo andaba metido en varios a la vez, como la mayoría de la gente. Andaba en el PNV, en el Partido Comunista, en Comisiones. Y esto no parecía contradictorio. Después entendí que ETA era la síntesis que unía la cuestión social, la cuestión nacional.»

Pregunta. ¿Ya se había producido entonces en ETA el debate sobre el socialismo?

Respuesta. Sí; ya se había dicho que la cuestión nacional y la social eran dos caras de la misma moneda. Pero entonces la mayor preocupación era ETA, era que nuestra acción se convirtiera en una lucha entre la policía y nosotros y que la gente nos aplaudiera o nos silbara, porque nosotros éramos la policía del pueblo, del mismo modo que la otra era la policía de la oligarquía. Lo que era evidente es que, de este modo, el pueblo era un mero espectador, y así ni se avanzaba hacia el socialismo ni nada. Pero este, en realidad, ha sido el problema más debatido dentro de ETA: unos que pensaban que el papel del pueblo era pasivo y consistía en aplaudir, y otros que pensábamos que el pueblo es el protagonista y que, de otro modo, la lucha armada no sirve para nada.

P. Pero ¿usted pensaba que la lucha armada era necesaria?

R. En 1966 hubo una escisión de la que salió el Movimiento Comunista. Algunos estábamos de acuerdo con ellos en que era necesario crear un partido político, pero también éramos conscientes de que en aquel momento no era posible; que había que seguir pegando tiros y que todo lo demás era perder el tiempo.

P. ¿Usted ha pegado tiros?

R. Sí; a postes y cosas así. ETA era una organización muy compleja. Había un grupo de activistas, y además, cuando se hacía una acción determinada, pues participábamos todos. Pero eran cosas muy elementales: romper una lápida, robar una multicopista a los frailes, hacer pintadas. La primera muerte se produce en 1968. Los que íbamos armados éramos los liberados. Aquella muerte se produjo para evitar una detención. Luego mataron a Echevarrieta. La organización se encontró entre la espada y la pared. Se había matado a un compañero. Por eso murió Manzanos, el torturador de Guipúzcoa. Las muertes de las que ETA fue responsable, en aquel tiempo, tenían dos orígenes: la defensa o la represalia.

En 1969, Mario Onaindía fue apresado por la policía de Bilbao cuando, con otros, iba a recoger un montón de ropa olvidada en un piso que ya había sido abandonado por ETA. «Habíamos puesto trece bombas y veníamos del monte. La policía estaba esperándonos y em pezó a disparar en cuanto entra mos en el piso. Me escondí en un hueco ridículo para mi tamaño y allí me descubrieron. Luego vino la comisaría, que es una experiencia que sólo se entiende si la has vivido. La comisaría, la cárcel, el Consejo de Burgos, la repercusión en Europa, la condena a muerte y el perdón, y la cárcel, otra vez. Mario Onaindía, apodado El Morales por sus compañeros etarras porque nunca se desalentaba, nació en Lequeitio y vivió en Bilbao y Eibar. Fue bancario hasta los dieciocho años, edad en la que ingresó en ETA. Hoy tiene treinta años y vive en Vitoria. Es el secretario general de EIA, partido vinculado a ETA político-militar e integrado en la coalición Euskadiko Ezkerra, que, junto con Herri Batasuna (ETA militar), sorprendió a todos los comentaristas políticos del país en las últimas elecciones generales. Los abertzales ganaron votos a costa de los partidos de la izquierda tradicional y también a costa de UCD, que «hoy aquí lo único que tiene son los gobernadores».

P. ¿Es a raíz del Consejo de Burgos cuando se define claramente la necesidad, de hacer una rama política dentro de ETA?

R. Se siguió - el debate -que ya se había iniciado- en la cárcel y se plantearon cosas que luego, al lle varlas a la práctica, resultaron de masiado problemáticas. Un grupo se hizo anarquista de la noche a la mañana y frustró todas las esperanzas.

P. ¿Te gusta la política o estás en ella porque así han sucedido las cosas?

R. Me apasiona la política. Además, yo creo que aquí es todavía más apasionante que en cualquier otro país, seguramente porque siempre estás al borde del caos.

P. De niño fuiste nronaguillo ¿Mantienes relaciones con Dios?

R. ¿Monaguillo? No he sido monaguillo, ¿quién te ha dicho eso? Yo era creyente, como todos, en los años cincuenta. Aunque yo pienso que aquí se cree poco en Dios, que ni San Ignacio creía. Aquí en lo que se cree mucho es en el demonio, en el infierno. No es casual que el fundador de los jesuitas y el del jansenismo fueran vascos.

P. Yo tenía entendido que tenías algo que ver con la Iglesia, como, tantos dirigentes políticos vascos.

R. Bueno, estuve cinco años en el seminario. Pero no es mucho.

P. ¿Cómo se explica que tanto cura, o ex cura, esté en los cuadros dirigentes de partidos vascos?

R. Yo creo qde las relaciones de este país con la Iglesia han sido siempre muy particulares. Pienso que el seminario, los curas, han monopolizado muchas cosas. Toda la cultura en euskera, por ejemplo, sólo existía en los conventos. Y cuando empieza el movimiento obrero, los únicos que pueden ofrecer locales legales son los curas; al principio se limitaban a dejar el local, luego venían a las reuniones y al final se convertían en jefes. Además, yo creo que también en los partidos de izquierda de los otros países hay conexiones con la Iglesia, con organizaciones que empezaron los curas, como la ORT, por ejemplo. Aquí, desde luego, no ha habido intelectuales en siglos y los curas eran los detentadores de la cultura. Ya desde la creación del PNV fueron los curas quienes sintetizaron la ideología del partido. Yo no sé qué ha hecho la burguesía vasca en este país. Me parece que los curas han llenado ese enorme vacío.

P. Me da la impresión de que en el resto de España hay mucha confusión sobre la política vasca.

R. Sí, claro. E incluso una falta de valoración de lo que es importante y ío que no lo es.

P. No se tiene muy claro quiénes son los de Euskadiko Ezkerra, quiénes los de Herri Batasuna, las relaciones con ETA y todo eso.

R. Es lógica la confusión, porque hay dos dinámicas políticas que se cruzan. Los partidos que aceptaban el Estatuto de Autonomía elaborado en Guernica y otro grupo, que yo creo que es pura anécdota, que quería imponer el Estatuto llamado tradicional. Esto lo proponía Herri Batasuna. Siempre tuve la impresión de que Herri Batasuna iba a tener una batalla pírrica.

P. Sí, pero, en contra de las previsiones, Herri Batasuna ha aumentado espectacularmente su voto. Tal vez en la decisión de voto influye sobre todo el nacionalismo radical, que ellos preconizan, y el sentimiento...

R. Sí, que es tradicional en Euskadi y del que el mismo PNV está muy imbuido. Eso de «País Vasco, país oprimido», con lo que, por otra parte, estoy totalmente de acuerdo. Pero es que parece que el país sólo son los nacionalistas y, sobre todo, sólo esos que tienen una determinada conciencia de lo nacional. Y entonces resulta que el resto de los partidos ni existen, ni pueden hablar en nombre de nadie. Y todo esto genera una serie de pautas antidemocráticas e idealistas que proponen soluciones del mismo signo y que sólo sirven para reafirmarse. Herri Batasuna es un ejemplo de todo esto: un partido político con un espectro político tan amplio que incluye a la gente que está a la derecha del PNV y a los que están a la izquierda de Euskadiko Ezkerra, anarquistas, y qué se yo.

P. Da la impresión de que muchos vascos dan su voto al partido que supone un corte de mangas mayor al Estado, y que lo demás, la ideología de ese partido, es lo de menos.

R. Hay varias cuestiones que producen ese efecto. Una de ellas ha sido producida por ETA, que, para muchos sectores, no ha sido más que un PNV radicalizado, sin una ruptura en sus planteamientos ideológicos. Pero ETA ha sido más que eso, ha sido mucho más que eso. Dentro de ETA, a partir de cierto momento, ha habido dos co-

Mario Onaindía, de etarra condenado a muerte a dirigente político

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