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Una forzada conferencia de prensa, epílogo de la reunión Sadat-Begin

«Hemos pasado de la etapa de la comprensión mutua a la etapa de la cooperación», declaró ayer Menahem Begin, primer ministro de Israel, a su regreso de Alejandría, tras dos días de conversaciones con el presidente egipcio, Anuar el Sadat. Begin no ha especificado en qué consiste o consistirá esta «cooperación mutua». Y tiene razones para ello, ya que, en el terreno de lo concreto, los resultados de la última «cumbre» egipcio-israelí son más bien escasos.Una personalidad cercana al primer ministro israelí, refiriéndose a los resultados de la «cumbre», hizo un lacónico e irónico comentario: «El principal avance conseguido parece haber sido que los dos estadistas han decidido llamarse, en adelante, por sus nombres, Menahem y Anuar.»

En realidad, puede decirse que, al cabo de dos días de conversaciones, Sadat y Begin no se han puesto de acuerdo en casi nada, salvo en la necesidad de continuar las conversaciones. El próximo encuentro entre los dos dirigentes se desarrollará en Haifa, el próximo mes de agosto.

Otro de los resultados alcanzados es que Israel evacuará los pozos petrolíferos del Sinaí antes de lo previsto y que Egipto se ha comprometido a vender crudo a Israel al precio que fije el mercado internacional. Esto es ya la tercera vez que se anuncia.

Con relación a lo demás -naturaleza de la autonomía de los territorios ocupados, participación de los palestinos en las negociaciones, colonización judía, situación en el sur de Líbano, el ritmo en la normalización de las relaciones mutuas-, las diferencias entre las dos posiciones siguen igual que antes.

El patente nerviosismo de los dos líderes en el transcurso de la conferencia de prensa que clausuró la «cumbre» de Alejandría, mostraba claramente que «el petróleo estaba aguado», a pesar de los reiterados «mi amigo Menahem», «mi querido amigo Anuar» y otras sonrisas de ocasión.

En el fondo, a fuerza de hablar constantemente de «normalización» entre los dos países -siempre anunciada y aplazada-, se pierde de vista que la principal conquista del acuerdo de paz egipcio-israelí no es la normalización de las relaciones, proceso inevitablemente lento y largo, dada la desconfianza entre las dos partes, sino la «normalización del conflicto». Ahora el conflicto entre Egipto e Israel es «normal» y las dos partes se han puesto a discutirlo y negociarlo. Esto carece de precedentes en el Próximo Oriente.

Finalmente, el principal nexo de unión entre los dirigentes de los dos países es su hostilidad común hacia la Unión Soviética. La mayor parte de las conversaciones entre Begin y Sadat en Alejandría no ha estado referida, como se piensa, a sus discrepancias actuales, sino a sus intereses estratégicos comunes a largo plazo.

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