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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

"La gente seria y "Gigantes y cabezudos"

Carlos Arnichés nace a la escena como gran autor de «género chico». A él entrega un caudal de invenciones y de él recibe, acaso, una tónica popular y realista. Como escribe Pedro Salinas, «el género chico es la forma que modela y caracteriza la personalidad literaria de Arniches, al iniciarse y durante muchos años de su desarrollo». Supone también un lenguaje que ha interesado a los especialistas (recordemos Arniches y el habla de Madrid), del que parece nacer, con todo su espíritu y cadencia, recogiendo hasta ciertas desinencias su equivalente musical. Bergamín llama la atención sobre otro dato definitorio del género chico: su «profunda, intensa, vivacísima veracidad».Estamos, pues, ante un teatro testimonial que las gentes populares (y conviene ensanchar bier el significado del término) sienten como suyo, aun cuando la vida española que se refleje en el escenario o se escuche en los números musicales quede en la lejanía convertida en historia, esto es, en precedente. A veces, tras la brillantez folklorizante y el tópico patriotero -como en Gigantes y cabezudos-, se alza, cual fantasma, la gran tragedia nacional, el derrumbamiento del 98. Entonces sentimos que lo proyectado acaso con alegría o emotiva superficialidad, tal el «coro de repatriados», se convierte, por vía esperpéntica, en aquel dramático dibujo de Nonell sobre el soldado que retorna a la patria cargado de derrota, heridas y miseria. De todos modos, el libro de Miguel Echegaray queda muy por debajo de los de Arniches, uno de los cuales, La gente seria, con música de Serrano, habita ahora el escenario de la calle de Jovellanos.

Teatro de la Zarzuela

La gente seria, de Arniches, García Alvarez y Serrano. Gigantes y cabezudos, de Miguel Echegaray y Serrano. Director musical: Miguel Roa. Director escénico: Joaquín Deus. Coros: José Perera. Ballet: Alberto Lorca. Intérpretes: E. Giménez, A. Font, A. Ramallo, R. y J. Castejón, A. Moya, J. Meneses, M. Grijalba. 10 julio.

El valenciano José Serrano colaboró abundantemente con el alicantino Arniches, o con el binomio Arniches-García Alvarez.

El corneta de órdenes es la segunda pieza de Serrano y data de 1900. Entre 1904 y 1914 nacen trece piezas de género chico, entre las que cabe citar Las estrellas, El perro chico, El pollo Tejada, La noche de Reyes, Alma de Dios, La alegría del batallón y El amigo Melquiades. Tengo para mí que en estas colaboraciones arnichescas y en las contemporáneas con los Quintero, Serrano da lo mejor de sí, aquello que le sitúa en línea heredera de los Jiménez, los Chapí y los Chueca.

En La gente seria, estrenada en Apolo el año 1907, el compositor es casi mero ilustrador de un par de situaciones: las que dan lugar al cuarteto y al tango del cinematógrafo, a lo que se añade un garboso preludio. Manda el libro, suerte de sainete moralizante, que nos advierte sobre la hipocresía de tanta gente tenida por seria, cuya apariencia esconde vidas bien poco ejemplares. La gracia del diálogo, la veracidad de los tipos, el retrato del ambiente, la ausencia de retórica, la naturaleza teatral de cuanto sucede, mantiene el interés de un público complacido, aunque no degradado.

Los pentagramas de Serrano se producen como corolario musical, allí y donde son necesarios. Al brillante resultado contribuyó la excelente versión dirigida en lo escénico por Joaquín Deus y en lo musical por Miguel Roa, perfectamente ambientada por Pere Francesch, autor de los decorados, y cantada y dicha muy bien por Castejón, padre e hijo, Esther Giménez, Amelia Font, Antonio Ramallo, Amparo Moya y Mario Ferrer. Espléndido el grupo de niños.

En Gigantes y cabezudos fue protagonista Josefina Meneses, atractiva y delicada de matices, Martín Grijalba, los Castejón y el resto del largo reparto, sin olvidar la excelente intervención de los coros de Perera y el «ballet» de Alberto Lorca. Miguel Roa imprimió brillantez a la partitura y Deus cuidó de la escena con acierto, aunque quizá resulte «concesión» la aparición de «la Pilarica» orlada de luces.

Tras las obras citadas, pasarán a la programación de la Zarzuela otros tres programas dobles: El pobre Valbuena, de Torregrosal y La Dolorosa, de Serrano; La alegría de la huerta, de Chueca, y La alsaciana, de Guerrero; El santo de la Isidra, de Torregrosal y Molinos de viento, de Luna.

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