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Protesta internacional ante la caza de ballenas

El barco se llama Sierra y se hace a la mar en las islas Canarias. Tripulación: un grupo de hombres de Suráfrica capitaneados por un noruego. Bandera: unas veces, la de Chipre; otras, una diferente. Compañía propietaria: alguien del principado de Liechtenstein. Misión: cobrar, por lo menos, quinientas piezas cada año de un sabroso bocado para un pueblo como el japonés, que sólo desde hace cien años ha empezado a consumir carne de vaca o de cerdo: la ballena, el más grande de los mamíferos acuáticos que quedan en el planeta. Informa Alfonso García Pérez.

Sierra es un barco más, otro de tantos destinados a la caza de ballenas. Su trabajo para Japón, que con la Unión Soviética constituye el dúo de países de mayor nivel de consumo del preciado cetáceo, se encuadra en el de tantos balleneros internacionales, y su historia acaba de ser hecha pública por Robert Lamb, director adjunto de Earthscan, medio informativo particular relacionado, no obstante, con el Environment Programm, de las Naciones Unidas. Green Peace, algo así como una sociedad para defender todo lo que vive y es destruido por el hombre, pidió el domingo, de nuevo, a las autoridades de Japón que den fin a su caza, a una matanza de ballenas que. ellos califican de massacre. La fecha elegida en esta ocasión para la protesta formal coincide con la reunión iniciada el mismo día en Londres por la Comisión Internacional Ballenera, organismo c * om puesto por veintidós miembros y reunido para decidir las cuotas de pesca para la próxima temporada. Los grupos ecológicos no han luchado en balde, consiguiendo hasta la fecha buenos aliados en su lucha. Alick Buchanan-Smith, subsecretario británico de Agricultura, pidió, en nombre del Gobierno británico, una moratoria para la caza de ballenas. Según Buchanan-Smith, la caza de ballenas sólo debe reanudarse cuando se constate la clara evidencia de la recuperación de todas estas especies hoy amenazadas seriamente de extinción por la ambición humana. Mientras tanto, el Gobierno británico ha anunciado su propuesta de que sean prohibidas las exportaciones a la Comunidad Económica Europea tanto de aceite de ballena como de otros productos derivados del gran mamífero acuático que puebla, aún, nuestros océanos.Mientras tanto, el Sierra y otros barcos como el Sierra, continúan haciéndose a la mar, con lo que, mientras para algunos sólo es una necesaria y apasionante misión de pesca, para otros es una aventura asesina. Y ante el asesinato ecológico surge el ecotage. Green Peace está dispuesto a todo para evitar que continúe la caza de ballenas. Hace un año, por estas fechas -julio, agosto y septiembre son los meses de caza de ballenas en las costas españolas-, nuestro país también recibió la visita de los protagonistas del ecotage. Marineros y marineros comprobaron entonces con sorpresa cómo cuando el barco cazador había divisado la pieza y el animal entraba en la línea de tiro un barco veloz de exaltados ecólogos se cruzaba entre cazador y animal, entre el hombre y la ballena. Tal vez este sea el último año que los defensores de las ballenas tengan que recurrir a tan arriesgados métodos. Tal vez barcos como el Sierra queden pronto fuera de la legalidad internacional.

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