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Los sandinistas obligan a la Guardia Nacional a replegarse en el centro de Rivas

En las últimas horas, la balanza de la actividad bélica en Nicaragua parece haberse inclinado ligeramente del lado de las fuerzas sandinistas, que con sus ataques en la ciudad de Rivas han llegado al punto más neurálgico, al menos psicológicamente, de las defensas de Anastasio Somoza. Los rebeldes aseguraron el miércoles y en la mañana del jueves que la Guardia Nacional está replegada en su cuartel principal de Rivas y en tres o cuatro edificios oficiales de la ciudad, mientras que los insurgentes dominaban tres amplios barrios en las afueras.

Las fuerzas sandinistas en el sur tratan, hasta ahora infructuosamente, de romper el cerco, o más bien la barrera, que el Ejército de Somoza ha establecido en La Virgen, a unos catorce kilómetros de la frontera, para acudir en apoyo de la columna Francisco Gutiérrez, dirigida por el comandante Ezequiel, que es la que está operando en Rivas.En la zona fronteriza entre Costa Rica y Nicaragua ayer se detectó mucho movimiento de la Guardia Nacional somocista. Helicópteros y aviones de transporte trasladaron al aeropuerto de San Juan del Sur grandes contingentes de tropas, en lo que se interpreta como el último aprovisionamiento, antes de la contraofensiva general que las fuerzas gubernamentales desataran para recuperar los puestos aduaneros de Peñas Blancas y el área aledaña, donde los sandinistas se han hecho fuertes desde el 15 de junio.

La Guardia Civil de Costa Rica tiene en estado de alerta general a sus fuerzas estacionadas en la franja que va desde el puente sobre el río Las Vueltas, a cuatro kilómetros de la línea divisoria, y Peñas Blancas. Los responsables de la seguridad costarricense están convencidos de que la contraofensiva de la GN se producirá en cuestión de horas y no descartan. la posibilidad de que las tropas de Somoza traten incluso de penetrar en territorio costarricense para atacar la retaguardia sandinista.

Encarnizados combates

Como en los tres días anteriores, los combates fueron encarnizados durante todo el miércoles. Los disparos de morteros, cañones y ametralladoras pesadas eran audibles desde el puesto de socorro de Las Vueltas, donde los periodistas se han visto obligados a establecer su último punto de observación. Las autoridades costarricenses, a pesar de las múltiples peticiones y protestas de los informadores siguen impidiendo el acceso de enviados especiales hacia Peñas Blancas «por razones de seguridad».

Tanto el Frente Sandinista como la Guardia Nacional confirmaron el miércoles la utilización de aviones rebeldes, aunque las versiones de ambas fuentes fueron muy distintas. El FSLN señaló que dos aviones Aerocommander habían aterrizado en el aeropuerto de Las Flores, entre las localidades de Masaya y Granada, y descargado víveres, armas y municiones. El aeropuerto, al parecer, fue atacado por la GN y, ante la imposibilidad de despegar, los sandinistas incendiaron los aparatos. La guardia de Somoza aseguró, por su parte, que los aviones habían sido abatidos desde tierra y que un tercer avión, un Cessna, fue capturado junto a su tripulación.

En este punto de la lucha militar, la estrategia de ambos bandos aparece muy clara. El Frente Sandinista trata de controlar la mayor cantidad posible de ciudades y pueblos en toda la geografía del país, con el objetivo concreto de acostumbrar a la población a las nuevas fórmulas de gobierno y presentar ante el mundo una imagen de amplio dominio territorial. Paralelamente, despliega sus más denodados esfuerzos por mantener las posiciones en la frontera sur y ocupar la ciudad de Rivas, vital desde el punto de vista político.

Somoza prefiere dedicar sus esfuerzos bélicos en un solo punto a la vez, abandonando deliberadamente los otros. En los momentospresentes, después de conseguir el desalojo de Managua por parte de los guerrilleros, la GN concentra todos sus esfuerzos en dos puntos: impedir «a toda costa» la caída de Rivas y desalojar a las fuerzas rebeldes en la frontera sur.

Contactos EEUU-sandinistas

Las gestiones diplomáticas, entre tanto, discurren paralelas a las acciones bélicas. Ayer, el enviado especial del Departamento de Estado norteamericano, William Bowdler, llegado a San José en la tarde del miércoles, se entrevistó nuevamente con los miembros de la Junta de Reconstrucción Nacional. Observadores políticos especulan con la posibilidad de que Bowdler haya expuesto a dicha junta las nuevas condiciones bajo las que, eventualmente, Anastasio Somoza podría aceptar la salida del poder. Las mismas fuentes señalan que el principal escollo en las negociaciones sigue siendo la futura estructura del Ejército nicaragüense y el papel que ha de jugar en él la Guardia Nacional.

Y mientras todo esto sucede, el drama humano de Nicaragua se acentúa. Los 6.000 muertos que, según coinciden la mayoría de las fuentes, ha producido este mes de guerra, pesan como una losa sobre centenares de hogares. Son miles las familias desplazadas de sus lugares habituales de residencia, centenares los huérfanos. La destrucción en toda la geografía nicaragüense es muy grande. Las necesidades de ese pueblo, enormes. Gane quien gane esta guerra, será preciso un gran esfuerzo internacional, un movimiento de solidaridad universal.

En una nueva contribución a este fin, el miércoles por la tarde llegó a San José un avión Hércules C-130, de la Fuerza Aérea española, con el objeto de evacuar de Managua a los compatriotas que no pudieron salir de la capital de Nicaragua en la anterior operación. El aparato, al mando del comandante Illescas, tenía previsto realizar ayer el primero de sus vuelos. Cargó en San José alimentos y medicinas para los refugiados nicaragüenses y trasladó a Guatemala alrededor de cien refugiados. En la capital guatemalteca debe recibir hoy un nuevo cargamento de vituallas.

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