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Somoza resiste las presiones internacionales para que abandone el poder en Nicaragua

La diplomacia sigue primando en esta etapa de la guerra de Nicaragua, a la que no se ve fin. Cada día que pasa es más evidente el hecho de que no parece posible una salida militar al conflicto, al menos a medio plazo, y que la única posibilidad de conseguir el abandono del poder por parte de Anastasio Somoza es la presión internacional coordinada, cosa bastante difícil de obtener.

A favor del dictador nicaragüense juegan, en estos momentos, el desalojo de la capital de la República, Managua, por parte de los guerrilleros sandinistas, que durante dos semanas convirtieron la ciudad en una plaza ocupada, y la detención de los avances sandinistas en el frente Sur. Los responsables del Frente Sandinista, mientras tanto, no acusan aparentemente ningún desánimo por la lentitud de los avances en el Sur, y aseguran que su lucha proseguirá hasta la victoria final, aunque esta guerra dure años. Precisamente el domingo se cumplió el primer mes del lanzamiento por los sandinistas de la «ofensiva definitiva».Somoza, realmente debilitado y aislado, está resistiendo las presiones diplomáticas y el tiempo puede jugar a su favor. Las medidas internacionales concretas, las acciones prácticas contra el régimen de Managua no se han materializado hasta ahora. De los diecisiete países que votaron a favor de la resolución de la Organización de Estados Americanos, que pedía la inmediata dimisión de Somoza, sólo tres -Panamá, Grenada y Cuba- han dado su reconocimiento a la Junta Provisional de Reconstrucción Nacional. El bloqueo continental, político y económico, que se anunciaba inmediato, no se ha producido.

Estados Unidos trata de llevar la iniciativa de estas presiones diplomáticas. En sus contactos, confirmados, con miembros de la dirección del Frente Sandinista y con los integrantes del Gobierno Provisional, los negociadores norteamericanos tratan de convencer a sus interlocutores de que la estructura de la Guardia Nacional debe ser conservada, una vez conseguido el alejamiento del poder de Somoza. En esta pared se estrellan sistemáticamente los esfuerzos políticos: nada de la estructura del régimen somocista debe ser conservada en la nueva Nicaragua.

El comandante en jefe de la Guardia Nacional de Panamá, general Omar Torrijos, estuvo el domingo en Costa Rica tratando de convencer al presidente Rodrigo Carazo de que asuma una posición pública más beligerante con respecto a Somoza. Lisa y llanamente, Torrijos ha pedido al jefe de Estado costarricense que reconozca al Gobierno provisional de Nicaragua, que ha escogido este suelo como base de operaciones hasta su definitiva instalación en tierra nicaragüense. No se conoce aún la actitud de Carazo ante esta presión.

En el frente de batalla, los dos últimos días fueron muy poco ricos en acontecimientos: las mismas cosas que ya se han convertido en paisaje habitual para los periodistas desplazados a la frontera: evoluciones de los aviones de Somoza sobre Peñas Blancas, lejanos sonidos de ametralladoras y morteros, llegada de algún que otro herido al puesto de socorro que la Cruz Roja tiene instalado en el poblado de Las Vueltas, a cuatro kilómetros de Peñas Blancas.

También estuvieron el domingo en la zona fronteriza tres integrantes del Gobierno provisional. La viuda de Chamorro y los señores Ramírez y Robelo se acercaron al puente sobre el río Las Vueltas, y permanecieron allí unos minutos. Tuvieron tiempo de escuchar algunos disparos de mortero y no hicieron declaraciones. Algunas fuentes señalan que la Junta de Reconstrucción Nacional tiene la intención de instalarse en Libera, a unos sesenta kilómetros de la frontera. El sábado por la tarde visitaron la zona dos dirigentes nacionales del FSLN, Víctor Manuel Tirado y Tomás Borge.

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Las noticias procedentes del Norte señalan que la Guardia Nacional ha continuado sus bombardeos sobre León y Masaya, fundamentalmente. En esta última ciudad permanecen estacionados más de mil guerrilleros, replegados desde Managua. Los sandinistas han organizado un Gobierno municipal y se muestran dispuestos a permanecer allí por largo tiempo. La mayor parte de la población civil ha abandonado la localidad, en busca de un lugar más seguro.

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