Viaje al fin de la noche
Basta dejarse llevar por los últimos clamores de la tarde, basta dejarse iluminar por el coloquio /circunloquio / loquiloquio de cada día para darse de ojos con la visión de un grapo teórico, catalanista hipotético, iluminado dialéctico, iluminista con bolsa de El Corte Inglés y melena, que se levanta y dice:-Salvo el Umbral porque tiene mucho salvable, pero a usted venía dispuesto a pegarle.
(No revelo el usted, en esta columna tan aljamiada de nombres propios y negritas, porque eso del pegar es gustoso vicio que se contagia en seguida y a lo mejor le pegan de verdad.)
Basta dejarse llevar por el mogollón subsiguiente, basca indecisa de poetas, prosistas, locas, locos, críticos, neopelayistas (de don Pelayo y de don Marcelino Menéndez y), alumbrados todos por la antorcha de oro y aguarrás del más joven, quizá Alberto Cardin (a medias entre Boris Vian adolescente y punk de boutique catalana), para llegar a ese hondón, fondón o figón de la noche en que, unas mesas más allá, cenan tranquilos y melancólicos los chicos de Eladio García. Confucio democrático de la ORT, y entre las cartas del restaurante, mezcladas, las carpetas maoístas y con muelle donde se la ha dado carpetazo, de momento, a la revolución pendiente, que al correrse Carrillo hacia la derecha de Lenin, Felipe hacia la derecha de Pablo Iglesias y Suárez hacia la derecha de Fernández-Ordóñez, resulta que la extrema izquierda se encuentra, sin querer, como un poco hacia la derecha de sí misma.
Cronista de lo que nace, fanático de lo que muere, pienso que el desencanto revolucionario de Eladio y sus juventudes es simétrico (al menos esta noche, en la ubicación del restaurante y sus mesas) del encanto o encantamiento también revolucionario, aunque ellos no lo sepan o digan, de mis compañeros de mesa: Biel Mesquida, Trapiello, Ullán, que tiene el buen sentido de no erigirse -pudiendo hacerlo- en ayatolá de estos ácratas republicanos crudelísimos y unisex.
Los políticos que estos días chamarilean autonomías o choricean nacionalidades debieran hacer este viaje, con Celine y conmigo, al fondo de la noche madrileña, para saber que la juventud verdadera (ellos se creen jóvenes porque yacieron, como Leda, con el cisne del SEU) tiene a Mao archivado en sus carpetas para sacarlo el día del Corpus, aunque presidan la procesión Tierno y Tamames, o, si es de la basca estetizante y letraherid,, tiene a Azaña, Copi, Bergamín y Giménez-Caballero, en santísima trinidad de cuatro, como la de Los Tres Mosqueteros, para hacer con ellos comics, revistas, libros, manifiestos, reuniones y mitologías de libre cambio en la venta callejera y puestecillos ambulantes que el Ayuntamiento duda si prohibir/autorizar, porque la represión es franquista y el librecambismo en zona peatonal es capitalista.
Sabrían, en fin, nuestros políticos que al final y al fondo de la noche madrileña, no sólo Ludolfo Paramio reconsidera a Marx con la tesis percutida por el rock ácido, sino que la juventud toda se les ha ido de las manos, ahora que les han dado la mayoría de edad a los dieciocho, porque se vive en el fondo de la noche una democracia salvaje, adolescente y flipada.
Los neutrones ruso/Carter están suprimiendo el halo de ozono en torno de la luz, de modo que el sol quema cantidad este verano y María José Fraguas me muestra su nariz de feminista neutronizada. El sol este año es malo y los novísimos se van cada vez más al fondo de la noche. El guitarra de Ramoncín, un chico alto y serio, acaba de matarse en el relámpago de la moto.
-Le había costado muchos talegos, era la ilusión de su vida, había vendido hasta el tocata por comprársela -me dice Ramoncín-. Y ahora tengo la casa llena de posters del muerto.
Al fondo de la noche está la democracia salvaje que viene, pero los políticos se acuestan con la oración de cierre.
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