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Entrevista:

Manuel Vicent "Pertenezco a la escuela de la abulia"

Acaba de publicar la novela "El anarquista coronado de adelfas"

El anarquista coronado de adelfas es la última novela de Manuel Vicent, que acaba de ver la calle después de un silencio, en lo que a la estricta narrativa se refiere, de diez años. Claro que Manuel Vicent no se ha estado quieto en este tiempo. En primer lugar, sus muchas columnas en EL PAÍS, por ejemplo, pero no sólo han sido una reflexión humorística y un punto ácido sobre la realidad de cada día. Ha tocado el café-teatro, ha intentado televisión, ha hecho muchas cosas. «Normalmente», dice en la presente entrevista, «si uno no es escribe es porque no tiene nada que decir.» O porque lo dice por otros medios. En cualquier caso, sobre esta y otras cuestiones habló Manuel Vicent a EL PAÍS.

Pregunta. Desde tu última novela, Pascua y naranjas, hasta hoy han pasado más de diez años.Respuesta. Según el profesor Gil Casado, yo pertenezco a la escuela de la abulia. El lo decía en sentido estético. Pero yo sé que esta abulia es real. Normalmente, si uno no escribe es porque no tiene nada que decir. De este modo he pasado diez años, en los que creía que andar describiendo maravillosas puestas de sol era una obscenidad. Ahora he cambiado de parecer y pienso volver a la literatura de creación. De todas formas, uno le ha dado mucho al artículo durante este tiempo.

P. ¿Qué diferencia notas entre escribir sobre la actualidad y la literatura?

R. Tal como está la actualidad en este país, realmente ninguna. La vida concreta descrita en artículos políticos es lo suficientemente alucinada como para sentirte realizado estéticamente. Si cualquier noticia la redactas buscando el adjetivo preciso, ya te conviertes en escritor. Cualquier periodista que ponga el adjetivo exacto en el lugar oportuno es un escritor, tanto si el protagonista es un tipo maravilloso que se da pinchotazos en las venas como si es un jefe de negociado que te lee un comunicado de ministerio. Para mí no hay diferencia entre el periodista y el escritor. Toda la moderna literatura se ha fabricado en los periódicos.

P. Tú pasas por ser un barroco.

R. Bueno, uno, en su modestia, está como muy batido por el llamado luminismo levantino. En cuanto la gente se entera de que has nacido a la orilla del Mediterráneo, en seguida sale el tópico de la luz. Lo mío son las imágenes, las metáforas. Lo hago por pura comodidad. Es una forma como otra de entrar en el cerebro. Si sueltas un fogonazo y deslumbras la imaginación del lector por un momento, consigues llegar al cono.cimiento de cualquier pasión en una frase. Pero es muy dificil acertar. Lo que crees que va a ser el resplandor del látigo o de la bomba de mano estética se queda muchas veces en una bengala.

P. ¿Qué método has elegido para escribir?

R. Todo lo que he hecho en literatura de creación lo he escrito convulsivamente, con una rapidez alucinada. Si me lo tomara con calma, nunca terminaría nada, porque tengo una desgracia perfeccionista, una deformación estetizante. De modo que siempre que me propongo escribir un libro lo hago como si me tomara un trago. Después, eso se nota en el resultado. Pascua y naranjas se quedó, a mi juicio, en un buen guión. El anarquista coronado de adelfas puede ser una intuición de una novela que se podría desarrollar a fondo.

P. ¿Qué es realmente El anarquista coronado de adelfas?

R. Creo que es un relato de unas vivencias de cuarenta años metidas en una batidora barroca, realista y, a la vez, mágica. De todas formas, no lo sé seguro, porque no he leído el libro. Cuando se escribe una parida en un mes directamente a la máquina, apenas sin corregir, sin proponerte una estructura narrativa, te produce una especie de pánico releer lo que has escrito. Es como volver al lugar del crimen. En estos casos se acierta o no. Pero tiene que ser de un golpe. Si no se acierta, mala suerte. Otra vez será.

P. ¿Cómo ves el panorama de la literatura española actual.

R. No tengo la más mínima idea. Por una parte están los consagrados de siempre. Por otra hay una nueva generación de jóvenes que escriben como dios. Realmente, hoy se escribe muy bien. Miméticamente, como siempre, pero bien. Mejor que nunca. La mejor literatura siempre nace de los estercoleros. En este sentido, el estercolero de este territorio está perfectamente preparado para que se produzca una buena cosecha de adjetivos. Para esto, la libertad es lo mejor. Es el vehículo. El escritor necesita ser bien recibido en el depósito de cadáveres.

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