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Reportaje:

Holanda fue sede del X Encuentro Internacional de Poetas

Allen Ginsberg y H. M. Enzensberger, entre los asistentes

El X Encuentro Internacional de Poetas, celebrado en Rotterdam (Holanda) a mediados de este mes reunió a un gran número de los más importantes escritores de la literatura de este período. No se trató de un congreso, sino de una ocasión para que los creadores intercambiasen sus experiencias. El encuentro sirvió también para premiar a un poeta marroquí, quien, como ya informó EL PAIS, está preso en una cárcel de su país. El escritor Carlos Alvarez fue el único representante español asistente a este X Encuentro Internacional. Suya es esta recopilación de lo que sucedió en Rotterdam.

Este año, décimo en el que se celebra el encuentro, ha habido, sobre la propuesta inicial, grandes ausentes. Eugenio Montale, el premio Nobel italiano, no pudo acudir, como Robert Graves, el autor de Yo, Claudio, archipopular entre los telespectadores españoles, por razones de enfermedad, aunque estas ausencias las conocían ya los organizadores, como la del soviético Guennadi Algui, en el momento de concluir la programación de los actos, traducir los poemas a recitar para que el público pudiera seguirlos, y editar el folleto que, prólogo al libro en el que se recogerán en edición bilingüe (flamenca y del idioma de cada participante) los poemas recitados por sus autores, da una noticia breve y una nota bibliográfica de cada poeta. No se sabía, en cambio, que tampoco acudiría por la misma razón Stephen Spender, invitado a dirigir y coordinar los coloquios literarios sobre una exposición teórica enviada también con suficiente tiempo por cada uno de nosotros para que se tradujera sin prisas; ni Rafael Alberti que, presente en el encuentro del año anterior, ha preferido éste, ante la imposibilidad de estar al mismo tiempo en todas partes, acudir a la cita de escritores españoles y búlgaros, en Sofía. Sí estuvieron otros creadores de prestigio y renombre universal, como Eduardo Sanguineti, Hans Magnus Enzensberger y, el más popular de todos, Allen Ginsberg, que consiguió hacer compatible su asistencia a Rotterdam con la inmediatamente anterior a otra reunión de poetas en París, organizada por el Centro Americano de Raspall. Como anteriormente apareció en EL PAIS, una nota referente al encuentro de Rotterdam en la que se daba como asistentes a los inicialmente invitados, la corrijo: estuvimos Lars Gustaffson (Suecia), Czeslaw Milosz (Polonia, exiliado en Estados Unidos), W. S. Rendra (Indonesia), Les Murray (Australia), Fazil Hüsnü Daglarka (Turquía), Eduardo Sanguineti (Italia), Kazuko Shiraishi (Japón), Abraham Sutzkever (Israel), Günter Kunert (República Democrática Alemana), Marin Sorescu (Rumania), Eugbne Guillévic (Francia), Mazisi Kunene (Unión Surafricana, exiliado en Inglaterra), Vasko Popa (Yugoslavia), Hans Magnus Enzensberger (República Federal de Alemania), Adrian Henri (Inglaterra), H. C. Artmann (Austria), Allen Ginsberg (Estados Unidos), Paul Snoek (Bélgica), Bert Schierbeek, Cees Buddingh y Gerrit Kouwenaar (Holanda) y yo, por España.Empezó la semana, cuya más importante consecuencia humanística fue la concesión de un premio poético al marroquí encarcelado en Kenitra Abdellatif Laabi: 10.000 florines (330.000 pesetas), y la obligación a las autoridades de la prisión de tener que soportar cómo desde lejos se le concede un honor importante a uno de sus presos. En 1963, estando yo en Carabanchel, viví desde dentro una experiencia semejante gracias a los daneses. Hace unos días, en Rotterdam, viví desde fuera el ceremonial. Pero hablemos de la semana poética.

Quien, como yo, es idiomáticamente analfabestia (y también los demás, porque es poco probable que alguien sepa, al mismo tiempo, flamenco, japonés, inglés, indonesio, francés, servio-croata, italiano, polaco, sueco, rumano, etcétera), además de aburrirse cortesmente durante las sesiones de cerca de cuatro horas en las que, unos cinco por día, recitábamos en nuestra lengua con traducción al flamenco, sacaría inevitablemente la conclusión de que el humor es el ingrediente actualmente de moda en la poesía contemporánea. Los recitales de Buddingh, Murray, Sorescu, Henri y Artmann, y mas matizadamente los de Sanguineti y Hans Magnus Enzensberger (aunque parte de la obra de estos dos últimos, como de la de Allen Ginsberg, la conozco por traducciones castellanas), fueron seguidos por el público con continuas explosiones de carcajadas. Llamó también la atención la concepción espectacular del hecho poético -su alejamiento del intimismo, por tanto-, del que dieron testimonio el indonesio Rendra, que hizo repartir por el pequeño tablado sobre el que leíamos varios micrófonos a diferente altura para recitar desde posiciones y posturas diferentes, con mucha preocupación por la expresión corporal; la japonesa Kazuko Shiraishi, acompañada, como el surafricano Kunene, por varios instrumentos musicales, alguno de ellos extrañísimo y que provocó la especial hilaridad del coordinador Rein Bloem, y el norteamericano Allen Ginsberg, el importante autor de Howl (Aullido), creador del movimiento beat, acompañado también por músico y cantante, y cantante y músico él mismo con la ayuda de un extraño acordeón en forma de caja para una sola mano, hombre de comunicabilidad sorprendente y contagiosa, que, dicho sea de paso, me manifestó su estupefacción por la traducción que en la versión castellana publicada por Visor de su libro América se hizo de su epatante poema Please, master: (Por favor, maestro, en lugar de la expresión de sentido evidente: Te lo ruego, mi amo.) El día en que recitaron Hans Magnus Enzensberger y Allen Ginsberg, la audiencia, de todas maneras muy considerable a lo largo de cada una de las sesiones, pero que había decrecido levemente el segundo y tercer días, aumentó de forma considerable. Creo que es un síntoma positivo del alto nivel de cultura e interés real por la poesía al margen de cualquier valoración snobística del hecho espectacular que allí se producía, demostrado por los pacientes audioespectadores holandeses que los dos días últimos, dedicados a la poesía nacionjal, se abarrotara totalmente la sala, para cuyo acceso había que pagar una entrada no demasiado barata. Prefirieron escuchar poemas a ver poetas extranjeros más o menos famosos.

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