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Sobre las posibles salidas vascas del conflicto de Euskadi

El País Vasco o, mejor dicho, la mayoría nacionalista del País Vasco está viviendo intensa, exaltada, dramáticamente, la lucha contra el país supuestamente «ocupante» y opresor. La guerra de liberación crea una solidaridad «patriótica» entre los burgueses del PNV y los marxistas más o menos leninistas, más o menos libertarios -la verdad es que no parece que ellos mismos tengan muy definido su programa revolucionario- que son los abertzales radicales. Mientras permanezcan unos y otros en la pura actitud anti, los muertos y prisioneros por la causa son sentidos como de todos. Un cierto narcisismo colectivo (muy diferente del descrito por Christopher Lasch y, entre nosotros, por Amando de Miguel), del que es inseparable un cierto racismo (se reconozca o no), refuerzan ese excelente aglutinante que es la lucha contra el «invasor», frente al cual, lo veíamos el último día, vale todo, porque se mata y se muere «en la guerra como en la guerra».Pero algún día el conflicto terminará y habrá llegado la hora de una nueva integración. Imaginemos, como hipótesis, que ello ocurra, dejada atrás la fase bélica, por ruptura con España e independencia. En ese momento, el frente único se romperá, y PNV y revolucionarios pondrán crudamente de manifiesto sus radicales discrepancias. Sigamos suponiendo que prevalece, en principio, el modelo comunista. Son ya muchos los españoles para quienes la lucha vasca es sólo concebible como un proceso irracional de locura colectiva. Yo no lo creo así en cuanto a la «guerra de independencia», por lo que veremos luego, pero en cambio el proyecto de «revolución» sí pienso que es irrealista, insensato, inviable. Aparte España, ¿es que Francia, Europa occidental, Estados Unidos, tolerarían políticamente ese enclave comunista? Y aunque, dada la obstinación vasca, no pudieran evitarlo, ¿no lo harían económicamente inviable? Un País Vasco totalmente desprovisto, agotado el hierro, de materias primas importantes, totalmente privado de fuentes de energía -la central nuclear de Lemóniz, más peligrosa allí, por la densidad de población, que en cualquier otro lugar de la Península, también se echaría de menos, como en ninguna otra parte, en un Euskadi independiente- sería económicamente incompatible, por comunista, con la Comunidad Europea. Su único recurso -técnicamente difícil- para poder subsistir consistiría en arrojarse en los brazos de la URSS y convertirse así, venido drásticamente a menos, en una especie de Cuba europea. El paleocomunismo estatalista, tecnoburocrático -régimen que ningún joven occidental quiere ya- sería el régimen que, inevitablemente, se implantaría. (Ciertos rasgos de la hegemónica, anónima y «encapuchada» organización que presenta ETA convendrían bien a ese modelo.) ¿Habría valido la pena tan fiera lucha para conseguir tan insatisfactorio resultado?

Cabría imaginar -sigamos con las hipótesis- un «socialismo», llamémoslo así, entre comillas, de tipo israelí, «sionista», como ya se le ha llamado, que, como tal, podría aspirar a la aprobación y aun al apoyo de EEUU. Pero ¿no constituiría ello una contradicción con los términos mismos del planteamiento -anticapitalista-del conflicto revolucionario? Y, por otra parte, ¿puede pretenderse que se viva en permanente estado de alerta y aun de guerra, cuando ya no hay palestinos ni árabes, es decir, españoles, enfrente?

Continuando con nuestras ficciones futurológicas, hay un tercer modelo imaginable: la opción por un tipo de comunidad vasca cuya ruptura con España y Occidente lo fuera también con la sociedad tecnológica, la fiebre consumista, la vida pagada a crédito y plazos y la diversión publicitariamente programada, con el fin de conseguir, mediante la ayuda de una «tecnología intermedia» (en la línea de la guipuzcoana), la propia de un pequeño país, la recuperación de valores perdidos: medida humana, vuelta a la naturaleza y a la antigua calidad de vida, religiosidad (una de las raíces del movimiento vasco, como vimos) no dogmática, comunitarismo descentralizado y autogestionario....¿Es previsible la, para ello, necesaria voluntad colectiva de regreso a la edad dorada de una arcadia bucólica y un pueblo «sano», vuelto a las costumbres sencillas y tradicionales predicadas por el viejo carlismo? Ya ningún sector de la juventud, ni siquiera el de las más puritana, «reencantada» y ecologista juventud vasca, puede vivir la «nueva cultura» como ruptura total con la «cultura establecida», sino como su más o menos enérgica corrección. El tránsito -para hablar en términos marxistas- del socialismo al (paradisíaco) comunismo aparece, si es que se nos aparece, como utópico y escatológico, no como esperándonos ahí, a la vuelta de la esquina, y una súbita conversión de la juventud vasca del talante apocalíptico al calmo talante utópico, tampoco es verosímil.

Sobre la base de que el País Vasco se entregue a su suerte, ¿qué es lo que, probablemente, ocurrirá allí? Terminada la fase del conflicto que aúna a todos los nacionalistas, lo que se producirá es el despeje de la ambigüedad independencia- revolución y la disensión interior: los que sólo habían luchado por la independencia se encontrarán enfrentados con quienes habían concebido ésta inseparablemente de la revolución. Al frente común, unido contra la «opresión» española, sucederá el caos interno y la lucha -«guerra civil» otra vez- entre nacionalistas burgueses y abertzales revolucionarios. ¿Cuál será la previsible salida, la única que contará con el apoyo económico- político occidental? Indudablemente, la del PNV que, revelando su auténtica ideología, a la derecha de la socialdemocracia, será el «inevitable» beneficiario. Y esto, lo mismo si Euskadi permanece en la autodeterminación a la autonomía, que si afirma su independencia. En este segundo caso se integraría -a título semejante al de Luxemburgo, país bastante más pequeño que Euskadi- en la Comunidad Europea. De este modo, con un coste de vidas humanas enormemente superior, la juventud radical vasca de después de la autodeterminación, y con o sin independencia, quedaría tan frustrada como la radical juventud española ha quedado con la «democracia» suarista.

En el presente artículo hemos visto lo que tanto posible como probablemente ocurrirá en el País Vasco cuando el conflicto acabe y en lo que del País Vasco dependa. En el próximo -y último- artículo veremos lo que España puede hacer para que el conflicto acabe.

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