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Tribuna
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Los sindicatos, favorables a repartir el trabajo existente

Secretario de la Confederación Europea de Sindicatos

Este año, el número de parados en Europa occidental será superior a once millones. De 1980 a 1985 las tendencias demográficas hacen prever un crecimiento sustancial de] número de jóvenes que llegarán al mercado del trabajo buscando un empleo por primera vez y sin que. probablemente, lo encuentren. La introducción masiva de procesos de producción cada vez más automatizados, sobre todo desde la aparición de los microprocesadores, va a suprimir varios millones de puestos de trabajo durante la próxima década. La coyuntura económica, según las previsiones de los expertos, no parece que vaya a mejorar a medio plazo.

A la vista de estas perspectivas., el ciudadano medio se pregunta angustiado: ¿Cuántos parados habrá en Europa dentro de cinco años, o dentro de diez años? ¿Cuánto costo social y humano va a implicar para los trabajadores este futuro próximo de negras características? ¿Seré yo la próxima víctima del paro?

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La reducción del tiempo de trabajo no reabsorberá el paro

Sin embargo, la solución a este problema es simple y lógica: bastaría con que se pudiera repartir entre todos aquellos que desean trabajar el volumen de trabajo disponible.

Esta es la principal reivindicación de la Confederación Europea de Sindicatos en estos momentos, reafirmada en el IV Congreso de nuestra organización, celebrado en Munich en mayo. La CES se ha fijado como objetivo la reducción en breve plazo, y sin pérdida de salario, de un 10 % del tiempo de trabajo en el conjunto de los países europeos. Sin embargo, la diversidad de las situaciones nacionales implica que para la aplicación de principio fijado exista una cierta flexibilidad en los medios a emplear (aisladamente o en forma combinada); nuestro congreso ha definido cuatro puntos:

- Una reducción a 35 horas de la semana de trabajo.

- Prolongación de las vacaciones anuales a seis semanas.

La posibilidad de la jubilación completa a los sesenta años.

El alargamiento de la escolaridad obligatoria hasta los dieciséis años y la obtención o la ampliación de vacaciones para la formación profesional y la formación permanente.

La utilización de otras posibilidades se ha dejado al criterio de las organizaciones miembros, como por ejemplo, la exigencia de un quinto relevo (semana de 33 horas y media) con obligación de contratar el personal suplementario necesario en los lugares donde se trabaja en relevos continuos, o también el control sindical de las horas extraordinarias, de forma que sean pagadas en dinero, sino en mayor tiempo libre.

Respuesta patronal

El principio de la reducción del tiempo de trabajo, por su carácter lógico y justo, por la presión sindical y también porque es ya percibido en algunos medios gubernamentales como la mejor solución al problema dramático del paro, va abriéndose camino en las instituciones europeas. Sin embargo, cierto sector de la patronal es reacio todavía a una discusión sobre el tema y esgrime para ello argumentos discutibles. En primer lugar, suelen afirmar que la patronal de un país que aceptase una reducción sustancial del tiempo de trabajo sufriría inmediatamente la competencia de los países vecinos; a lo que nosotros respondemos que la CES quiere esta reducción en todos los países de Europa y así lo ha decidido nuestro congreso. Después se nos argumenta que ya ha habido en los últimos años una reducción del tiempo de trabajo y que una reducción ha sido, hasta 1973, de más brusca sería perjudicial; se olvida la patronal de añadir que esta reducción ha sido hasta 1973 de más menos el 1 % al año, mientras que productividad aumentaba del 3 % al 5 %, es decir, que una reducción del tiempo de trabajo que fuese amplia y en corto plazo, como reclama la CES, no tendría efecto mayor sobre la creación de empleo, ya que sería inmediatamente absorbida por los aumentos e productividad (importantes en el futuro debido a la automatización reciente en amplios sectores de la economía). Otra supuesta dificultad que la patronal suele poner en evidencia es la del costo para as empresas de las medidas que propugnamos; sin embargo, es evidente que el costo social del paro es mucho más considerable, conllevando además una enorme disminución de recursos para las finanzas públicas por la inevitable falta de contribución de los trabajadores sin empleo.

Las modalidades, la financiación, los plazos de una reducción del tiempo de trabajo, son, al fin y al cabo, materias negociables, una vez aceptado el principio de base. Y para nosotros este principio de base forma parte de la larga lucha del movimiento sindical por la mejora de las condiciones de trabajo, pero es también reflejo de la solidaridad que creemos debe existir entre todos los miembros de una sociedad especialmente con aquellos cuya situación es más difícil. Sería bueno que ciertos sectores de la patronal en Europa dieran también pruebas de esa solidaridad.

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