La reglamentaria limitación de peso en las novilladas

Hay entre escándalo y polémica acerca de las novilladas de Las Ventas, que salen abecerradas y originan la protesta unánime del público. Dicen que toreros afiliados a centrales sindicales han exigido que se cumpla estrictamente el reglamento en lo que se refiere al peso máximo de los novillos, que ha de ser de 460 kilos.

Siempre hemos considerado que el peso máximo de las novilladas, como el mínimo de las corridas de toros, es una imposición irrelevante, cuando no capciosa, que además puede perjudicar la organización del espectáculo. Una cosa es el peso y otra el trapío, que es una de las características esenciales del toro de lidia.Pero si el reglamento establece limitaciones de peso, hay que cumplirlas. Los toreros de las centrales sindicales tienen toda la razón. La única solución es modificar en lo necesario el reglamento, tema que hace años está en manos del Ministerio del Interior. Porque si ahora aceptamos la excepcionalidad en esta cuestión del peso, no hay razón para que no se acepte para los manguitos y para tantos otros puntos de fricción, hasta llegar al mismísimo afeitado.

Lo cual no quiere decir que, aceptada la limitación de peso, hayan de valer las ruinas que saltan al ruedo de Las Ventas. El mismo artículo al que se acogen los toreros dice que en el reconocimiento veterinario serán desechados los novillos mogones y hormigones de ambas defensas, los que no reúnan las condiciones de sanidad necesaria para la lidia, los que no tengan entre tres y cuatro años, los que no sean íntegros de defensas, los ciegos, cojos, etcétera. Los productos de Antonio Méndez que se lidiaron el domingo, sobre abecerrados, eran romos, tullidos, incapaces de llegar en condiciones al primer puyazo, que, por supuesto, no recibían en regla.

En la confluencia de la demagogia y la pillería, todos eluden su responsabilidad en este fraude de las becerradas, para cargarla a las centrales sindicales. Así de listos son.