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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Portugal: imposible gobernar

MARIO SOARES no puede gobernar Portugal; pero tiene suficiente fuerza como para derribar Gobiernos, como acaba de demostrarlo con Mota Pinto, que ha preferido retirarse a sufrir la serie de ataques parlamentarios que se le venía encima. En realidad, nadie puede gobernar Portugal, dada su composición institucional y constitucional y la gran fuerza de los grupos de presión. La fuerza de los militares del Consejo de la Revolución; la tendencia del general Eanes al presidencialismo o a los Gobiernos de técnicos -como el de Mota Pinto-, en realidad inclinados a la derecha, que pueda dominar; la destrucción de la economía y el tejido social del país, el prosovietismo a ultranza de los comunistas, la frustración de las esperanzas del 25 de abril; la influencia de la Iglesia y el retorno de las presiones del gran capital... Nada de ello permite un Gobierno fuerte, continuo y con apoyo parlamentario. En el ¿Óndo. la herencia de un largo régimen fascista que impidió toda formación política o simplemente cívica, los viejos perros de la pobreza endémica, la anarquía de un sistema económico que no ha sabido reconstruirse después de la grave pérdida colonial...En lo inmediato, y dentro de lo legítimo, la crisis puede tener una de estas tres salidas: la convocatoria de elecciones generales, el nombramiento de un nuevo primer ministro de la hechura de Mota Pinto o de su antecesor, Nobre da Costa (o sea a la imagen y semejanza de Eanes), o la composición de un Gabinete de coalición, inevitablemen te dirigido por Soares, pero con algún grupo más a la derecha. Esta última fórmula falló y condujo a la crisis -forzada, probablemente, por Eanes-; la anterior -el Gobierno de técnicos- acaba de fracasar por segunda vez. Y las elecciones generales probablemente no darían un Parlamento distinto. A menos que a Eanes le diera tiempo de preparar un partido propio, un partido presidencial, apoyado por la derecha, fundiendo partidos derechistas y con una imagen de eficacia suficiente como para atraer el voto popular. Podría ganar ese tiempo por el juego de prolongar la solución de esta crisis -puede hacerlo, e incluso no necesita esforzarse mucho- y nombrar después un Gobierno efímero. Pero quizá no tenga todavía la suficiente confianza de la derecha -que le considera, como la izquierda, como un hombre más bien enigmático- y necesite esperar más tiempo.

Hay otra salida de la que siempre se habla: la del golpe militar. Es irracional, lo cual no quiere decir que sea imposible. Podría tener hasta ciertos visos de legalismo si emanara de los propios militares del Consejo de la Revolución y del general-presidente, Ramalho Eanes. Pero tendría dos dificultades graves: Estados Unidos, la OTAN y las instituciones y democracias europeas, que repudian, por decoro y por su formalidad institucional, ese tipo de régimen en Europa, y la reacción popular.

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