"Speculum": la imagen de otra mujer
Un libro que fue estandarte de la lucha feminista en Francia y es uno de los más sólidos puntales teóricos de la revolución que propone el feminismo, Speculum, de Luce Irigaray, ha sido editado hace poco en España por Saltés, aunque sin despertar el eco que merece, pese al acto de presentación -bastante deslucido- que se celebró el lunes pasado en la Librería de Mujeres de Madrid.
Speculum, espéculo de la otra mujer, es una crítica feroz y despiadada de las teorías de Freud, Lacan y otros santones del psicoanálisis y a la vez una revisión demoledora de los sistemas ideológicos que sustenta la civilización occidental, desde el pensamiento platónico hasta el marxismo.Luce Irigaray se convierte valientemente en bulldozer, experta en derribos de monolitos falocráticos y allana el terreno para empezar a construir un discurso propiamente femenino, que exprese la imagen de esa otra mujer que no se reduce a ser reflejo incompleto y mutilado del hombre.
«Damas y caballeros... El problema de la feminidad os preocupa, en cuanto que sois hombres. Dicha cuestión, en cambio, no se les plantea a las mujeres que se encuentran entre vosotros, ya que ellas mismas son el enigma del que hablamos.» Este comienzo de los artículos de Freud sobre la feminidad habla por sí mismo de su misoginia y revela la cuestión primordial: todas sus hipótesis sobre la mujer parten de una concepción exclusivamente masculina de la sexualidad, de una perspectiva donde el falo es norte y referencia. Así, la niña no es más que un hombrecito con el pene más pequeño, un hombrecito en desventaja que deberá sufrir una evolución más penosa y complicada que la del niño para convertirse en una mujer normal.
Luce Irigaray se lanza con uñas y dientes sobre las famosas teorías de Freud acerca de la envidia del pene, del complejo de Edipo o de la frecuente frigidez sexual en la mujer, que describen la sexualidad femenina como envés o reverso de la masculina Desde su experiencia como mujer, cuestiona la doctrina del psicoanálisis ortodoxo relativa a la feminidad, formula una serie de preguntas inquietantes que revelan sus contradicciones y arriesga sus conclusiones, que a veces funcionan como detonante.
«¿No será quizá que la sexualidad femenina no saca ningún provecho de la violencia o violación que se supone que la biología exige al macho para asegurar la reproducción?, se plantea por ejemplo al tratar el origen de la frigidez.» Y cuando aborda el tema de la homosexualidad descubre su dimensión reivindicadora al dar a la mujer la posibilidad de, a través de otro, de otra, aceptar su propio cuerpo, de asumirse como algo distinto y no inferior al modelo masculino que siempre se le ha presentado como ideal.
Que la mujer pueda desear a una igual a ella, a alguien del mismo sexo que también pueda tener apetitos de auto u homosexualidad, es algo inadmisible para Freud y, en general, para toda concepción falocéntrica, en la que el valor se reserva el pene o a sus equivalentes. Y, sin embargo, Luce Irigaray señala un hecho que pasó desapercibido a Freud: el que para la niña el primer objeto de amor -la madre- es de carácter homosexual.
«Speculum no es más que una especulación en torno a Freud», opinan algunos. Pero la tarea de crítica y revisión desarrollada por Luce Irigaray es de todo punto imprescindible y el único reproche que puede hacérsele es que Speculum es un texto demasiado hermético, incomprensible para la mayoría de las mujeres que buscan su otra imagen frente al espejo.
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